Entramado

Carlos era un ser libre. Así lo definía su padre. Él le había enseñado a hacer aquello que sentía o hacer lo que tenía ganas. Una vez, quiso ir a jugar paddle, y el padre lo apuntó en un club. Cuando se cansó y le dijo que no quería ir más, no lo llevó más. Lo mismo pasó con el ajedrez, natación, fútbol... Esta forma de ser, le traía algunos conflictos porque sus amigos se enfadaban cuando lo invitaban a algún lado y él no iba porque no tenía ganas, o cuando les decía barbaridades sólo porque era lo que sentía. —Yo sólo obedezco a lo que siento —decía Carlos. Cierta vez, se organizó en la escuela una orquesta. Era una actividad fuera de las actividades para los estudiantes que desearan asistir. No tenían que pagar, y les daban los instrumentos que quisieran.

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Obediencia al líder

Marta, la madre de Tomás y de Lucía, llegaba a la casa un rato después que sus hijos. Ellos salían de la escuela, se preparaban un té con un poco de pan y dulces y se sentaban a ver algo en la tele hasta que llegara su madre. Una tarde, Marta los encontró en la habitación hablando. —¿Qué pasó? ¿Por qué tienen esa expresión tan seria?

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Vio y creyó

—Dale, levántate, vístete, mira cómo está el día. Te dije que iba a estar bonito. Ya te preparé la comida, la mochila y el zumo. Apúrate que el autobús sale en unos minutos. La madre de Marta hacía el mayor esfuerzo para convencer a su hija de que fuera al campamento. Marta no disfrutaba de esos viajes. Prefería quedarse en su cuarto, con el ordenador, leyendo, sentada en algún lugar sin hierba, ni barro, ni hormigas.

—Eres un bicho de ciudad -le decían sus padres. —Y sí, nací aquí y pasé toda mi vida en este apartamento. Lo único que conozco de tierra es la maceta del balcón. —Va a ser un día espectacular. El sol brilla con fuerza. Todavía no llegó el frío del invierno. El otoño es hermoso. Las hojas sobre la hierba, de diferentes colores... Ideal para hacer un picnic. Cada palabra que decía su madre llenaba más de temor y de seguridad a Marta. Temor por lo mal que lo iba a pasar y seguridad de que no quería ir. Pero esto último no era discutible. Conocía a su madre y sabía que, cuando se le metía algo en la cabeza, era imposible hacerla cambiar de opinión. La consolaba la idea de que sólo serían unas horas de pasarlo mal.

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Quién traicionará

Los chicos y chicas de sexto curso habían ido de campamento. Todo había salido muy bien, hasta la última noche. En medio de la oscuridad, cuando se suponía que todos dormían, se escuchó un grito: "¡Gooool!". EL grito fue tan fuerte que los chicos y los profesores se despertaron. Una profesora, por salir corriendo de la carpa, se tropezó y cayó de cara sobre un tronco, y comenzó a salirle sangre de la nariz. Una chica se despertó de golpe y pisó la mano de su compañera. Uno de los chicos que estaba soñando, comenzó a gritar y no podían calmarlo. En breves instantes el campamento fue un caos. Algunos gritaban, otros lloraban, otros miraban medio dormidos y sin saber qué había pasado. ¿Se viene una tormenta? ¿Hubo un terremoto? —¿Dónde estoy? -preguntó Mariela que era bastante despistada.

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Oración especial para el Domingo de Ramos

Aquí estoy... "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad". En un borriquillo viene, cabalgando victorioso por la verdad y la justicia. Se dirige hacia su Pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Humilde y pobre entra en la ciudad; manso y cercano. Él no grita, los que le reciben sí. Salen a su encuentro, lo aclaman como Rey y Mesías; pero lo suyo es el silencio, la sencillez y la entrega. Podemos correr también nosotros, primero a por nuestro ramo de olivo, después para arropar a este modesto Jesús con el más firme y limpio propósito de acompañarle hasta el final, hasta donde Él va a llegar para salvarnos.

Subamos con Él a esa montaña, desnudos como Él, para que pueda lavarnos con su sangre y vestirnos con su gracia. "Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor". Vencedor de la muerte y del mal, condúcenos a los que en ti creemos, esperamos y amamos a tu gloriosa resurrección. Convierte el madero de nuestro dolor en árbol de vida. Porque... no he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor y cantar al triunfador de la muerte.

Parroquia Sagrada Familia