La mirada del perdón desde el corazón de Cristo
Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas:
Entrados ya en el tiempo litúrgico de Cuaresma como camino de conversión y reconciliación, nos seguimos preparando para la gran fiesta de la Pascua. Pero, para llegar a la tan esperada resurrección, hemos de recorrer la vía de la conversión, de la mano de la fe, la esperanza y la caridad. Este propósito supone arrepentirnos de nuestros pecados y volver a la fuente del amor para vivir más cerca del Sagrado Corazón de Cristo.
El color morado que dibuja nuestras celebraciones nos invita a cambiar de vida, a poner el perdón en el centro de nuestra existencia para reconciliarnos con Dios, con nuestros hermanos y con nosotros mismos. Nos llama a la esperanza de una vida resucitada tras el paso por la penitencia y la austeridad. «Podemos caminar en una vida nueva» (Rm 6, 4), escribe el apóstol de los gentiles a los primeros cristianos; esa vida que nos hace para siempre hijos de Dios.
Hoy deseo invitaros a abrir vuestro corazón al sacramento de la Reconciliación, recordándoos que aquellos que se acercan a este misterio de curación «obtienen de la misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a Él» y, al mismo tiempo, «se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones» (Lumen gentium, 11).
Todos necesitamos de la misericordia de Dios, que perdone nuestras ofensas (cf. Mt 6, 12) y nos reconcilie con lo pobre de nuestro ser, con Dios y con los hermanos, que es donde se manifiesta la incalculable riqueza de Cristo.
El Señor nos enseña continuamente que Dios siempre está a la espera, que nunca se cansa de perdonarnos: «¡Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón!», afirmó el papa Francisco en una homilía pronunciada durante la celebración de la penitencia en la parroquia romana de San Pío V, en marzo de 2024.