«Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis»

Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Y con esa ilustración metafórica de ovejas y cabras, nos hace ver que se tratará de un juicio de amor. «Seremos examinados sobre el amor», nos dice san Juan de la Cruz.

Como dice otro místico, san Ignacio de Loyola en su meditación Contemplación para alcanzar amor, hay que poner el amor más en las obras que en las palabras. Y el Evangelio de hoy es muy ilustrativo. Cada obra de caridad que hacemos, la hacemos al mismo Cristo: «(…) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; en la cárcel, y vinisteis a verme» (Mt 25,34-36). Más todavía: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).

Este pasaje evangélico, que nos hace tocar con los pies en el suelo, pone la fiesta del juicio de Cristo Rey en su sitio. La realeza de Cristo es una cosa bien distinta de la prepotencia, es simplemente la realidad fundamental de la existencia: el amor tendrá la última palabra.

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Evangelio del domingo, 26 de noviembre de 2023

Con la fiesta de Cristo Rey terminan los domingos del año litúrgico. Como decía Juan Pablo II, esta solemnidad es “como una síntesis de todo el misterio salvífico”.

Cuando el papa Pío XI instituyó esta fiesta, lo hizo para mostrar a Jesús como único soberano ante una sociedad que parecía querer vivir de espaldas a Dios. Hoy también queremos expresar que Jesús debe ser soberano total para cada uno y para la sociedad. Claro que su reino no quiere ser de fuerza y poder, sino de bondad y amor.

La palabra “rey” tiene hoy muchas connotaciones. Nosotros nos atenemos al sentido antiguo y total, ya que aparece muchas veces en la Sagrada Escritura. Jesús desde el principio predicaba sobre el “Reino de Dios” o de los cielos. Y muchas veces tratamos de las diferentes cualidades de ese “Reino”, según nos enseña Jesús. 

Lo cierto es que Él se tenía por rey. Así se lo dijo a Pilato: “Yo soy rey”. Pero a continuación explicó que su reino no es como los de este mundo. En la historia ha habido grandes errores al querer convertir el reino de Jesús a la manera del mundo. Y a veces en el nombre de Cristo se han justificado crímenes y victorias materiales de unos sobre otros. Pero el Reino de Dios es la victoria sobre la opresión y la muerte por medio del perdón. Es fundamentalmente un reino de amor. Hoy se nos dice la manera de entrar en el Reino de Dios: por medio del amor.

En la Última Cena Jesús hacía la distinción de los dos reinos y decía: “Los reyes de la tierra dominan sobre las personas”; pero Él estaba en medio como el que sirve. Y les decía a los apóstoles que quien quiera ser el primero, que se haga el último, el esclavo de todos. Bien podemos decir que en nuestra religión “servir es reinar”.

Cristo es nuestro rey, porque es el único que nos ama de una manera total. Y por lo tanto es el único por quien vale la pena entregarse en cuerpo y alma. La mejor forma de honrar a Jesús es imitándole en su actitud de servicio hacia la humanidad. 

Y como es Dios, rey dueño de todo, un día nos juzgará sobre nuestras obras en la vida. Dios es tan bueno que nos da la oportunidad de poder ganar con nuestros méritos la alegría eterna. Pero también corremos el riesgo de perderla. Hoy en el evangelio nos cuenta de qué nos va a juzgar aquel día. Es algo muy serio y de vital trascendencia.

Jesús nos juzgará no sobre las ideas y las palabras, ni siquiera sobre las prácticas religiosas, aunque pueden ser muy buenas, pues nos ayudan a conseguir lo principal que es el amor.  Hoy nos dice el evangelio que nos juzgará sobre las obras que hayamos hecho o dejado de hacer en cuanto a la caridad: las obras de misericordia. Y lo más impresionante es que El, siendo juez, se identifica con los pobres y necesitados. Por lo tanto las obras que pueden salvarnos son las obras de amor. Esto sirve para los cristianos y para todos los pueblos.

Por eso, aunque hagamos cosas maravillosas, en el sentido material y humano, si no lo hacemos con amor y para el bien de los demás, no nos servirán. Así que las obras de misericordia no es algo que debamos hacer, cuando no tengamos otra cosa importante que hacer. Es lo más importante. Es la manera de corresponder al inmenso amor de Jesús, porque en el necesitado está Jesús.

Y cuando se habla del necesitado, no es sólo en el sentido material. Hay otras muchas necesidades, psicológicas y sobre todo espirituales. Por eso todos nos podemos ayudar. Aunque uno crea que es un pobrecito, siempre puede ayudar a otros. 

Jesús no nos pide un amor idealista, sino efectivo, traducido en obras concretas. Haciendo el bien es como podemos hacer que el Reino de Dios sea apetecible. Todos estamos obligados a extender el Reino de Dios. Es difícil ir a predicar a otros lugares; pero sí podemos hacer el bien, entre nosotros, en la misma casa y en la familia. Y el Reino de Dios, que es de paz, de justicia, de vida y verdad, se habrá extendido. Que Cristo reine en nuestras personas y, por nuestro amor, se irá extendiendo.

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El Reino de la justicia, el amor y la paz

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

La solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, conmemora que Cristo es el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin (cf. Ap 22, 13), el Pastor de la Iglesia peregrina hacia el Reino de Dios que alcanzará su plenitud en el cielo.

Hoy, el Amor derramado por entero vuelve a escribirse con los tintes de la esperanza, de la vida entregada en plenitud, de la eternidad.

Esta fiesta que celebramos hoy, instituida por el Papa Pío XI en el año 1925, expresa el sentido de consumación del plan amoroso de Dios, con el comienzo de la época de Adviento: un tiempo de espera y expectación ante la llegada del Rey de Reyes, Jesucristo. Con el Adviento comenzará un nuevo año litúrgico en la Iglesia, y su sentido nos alienta en este sendero de plenitud.

El Reino de Cristo es eterno y universal, abraza la justicia, el amor, la santidad y la paz en el servicio por encima de cualquier barrera, y es para siempre y para todos los que deseen ser parte de su Cuerpo y de su Sangre. Y como verdadero Rey del universo, lo gobierna y renueva todo, para poder entregar al final la Creación al Padre, como Reino de santidad y justicia, «para que Dios sea todo en todos» (1 Co 15, 28).

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Domingo 26 noviembre. Oración por los enfermos y las familias

El próximo domingo 26 de noviembre se celebrará a las 19h. durante la adoración del Santísimo y a las 19:30h. en la eucaristía, la oración por los enfermos y las familias.

Puedes escribir en las papeletas tu nombre o el de cualquier otra persona por el que quieras pedir y dejarla bajo el Jesús de la divina misericordia y así unos por otros rezamos juntos.

«A todo el que tiene, se le dará y le sobrará»

Hoy, Jesús nos narra otra parábola del juicio. Nos acercamos a la fiesta del Adviento y, por tanto, el final del año litúrgico está cerca.

Dios, dándonos la vida, nos ha entregado también unas posibilidades -más pequeñas o más grandes- de desarrollo personal, ético y religioso. No importa si uno tiene mucho o poco, lo importante es que se ha de hacer rendir lo que hemos recibido. El hombre de nuestra parábola, que esconde su talento por miedo al amo, no ha sabido arriesgarse: «El que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor» (Mt 25,18). Quizá el núcleo de la parábola pueda ser éste: hemos de tener la concepción de un Dios que nos empuja a salir de nosotros mismos, que nos anima a vivir la libertad por el Reino de Dios.

La palabra "talento" de esta parábola -que no es nada más que un peso que denota la cantidad de 30 Kg de plata- ha hecho tanta fortuna, que incluso ya se la emplea en el lenguaje popular para designar las cualidades de una persona. Pero la parábola no excluye que los talentos que Dios nos ha dado no sean sólo nuestras posibilidades, sino también nuestras limitaciones. Lo que somos y lo que tenemos, eso es el material con el que Dios quiere hacer de nosotros una nueva realidad.

La frase «a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mt 25,29), no es, naturalmente, una máxima para animar al consumo, sino que sólo se puede entender a nivel de amor y de generosidad. Efectivamente, si correspondemos a los dones de Dios confiando en su ayuda, entonces experimentaremos que es Él quien da el incremento: «Las historias de tantas personas sencillas, bondadosas, a las que la fe ha hecho buenas, demuestran que la fe produce efectos muy positivos (…). Y, al revés: también hemos de constatar que la sociedad, con la evaporación de la fe, se ha vuelto más dura…» (Benedicto XVI).

Parroquia Sagrada Familia