Pastores que siembran esperanza

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

«Si la Iglesia es la Esposa de Cristo, vosotros constituís el momento del noviazgo, la primavera de la vocación, la estación del descubrimiento, de la prueba, de la formación». Hoy, cuando celebramos el Día del Seminario en torno a la fiesta de san José (que es el día 19), deseo recordar estas palabras que el Papa Francisco dedicó a un grupo de seminaristas y novicios en julio de 2013, en la Basílica Vaticana. Allí, ante su mirada atenta y despierta, les hacía una pregunta que debemos hacernos nosotros cada día: «¿De dónde nace la misión?».

En estos momentos, cuando vivimos sobrepasados por las prisas, las emociones y los sentimientos, el Señor vuelve a llamarnos para preguntarnos por la raíz donde nace nuestra vocación, por esa brisa vocacional que acompasa nuestro andar y por el agua que baña nuestra fe. Es una llamada de Dios que no solamente se la hace a los seminaristas, sino que lleva escondido el rostro de todos sus hijos. El lema que nos propone la Iglesia para esta jornada lleva implícito un mensaje cargado de sentido: Sembradores de esperanza. Y ha sido elegido por la Subcomisión Episcopal para los Seminarios para recordar que, en medio de las realidades que provocan sufrimiento e injusticia, es necesario «descubrir las zonas luminosas de la aventura humana y el papel que tienen los sacerdotes para generar esperanza». El compromiso silencioso de estos sacerdotes con cada persona es «generador de esperanza en el día a día», ayudando a «encontrar soluciones a sus problemas» y «aportando un sentido a sus experiencias vitales», señalan desde la Subcomisión.

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Evangelio del domingo, 16 de marzo de 2025

Pedro, Juan y Santiago se adormecen antes de que comience la Transfiguración, es decir, justo cuando Jesús está en oración. Sucederá lo mismo en Getsemaní. Evidentemente era una oración que se prolongaba, en silencio y recogimiento. Podemos pensar que al principio ellos también estaban rezando, hasta que prevaleció el cansancio, el sueño. (…) mantener el corazón despierto no depende solo de nosotros: es una gracia, y hay que pedirla.

Los tres discípulos del Evangelio así lo demuestran: eran buenos, habían seguido a Jesús al monte, pero solo con sus fuerzas no conseguían mantenerse despiertos. Nos sucede también a nosotros. Pero se despiertan justo durante la Transfiguración. Podemos pensar que fue la luz de Jesús la que los despertó.

Como ellos, también nosotros necesitamos la luz de Dios, que nos hace ver las cosas de otra manera; nos atrae, nos despierta, reaviva el deseo y la fuerza de rezar, de mirar dentro de nosotros y dedicar tiempo a los demás. Podemos vencer la fatiga del cuerpo con la fuerza del Espíritu de Dios. Y cuando no podamos superar esto, debemos decirle al Espíritu Santo: “Ayúdanos. Ven, ven Espíritu Santo. Ayúdame: quiero encontrar a Jesús, quiero estar atento, despierto”. Pedirle al Espíritu Santo que nos saque de esta somnolencia que nos impide rezar.

Papa Francisco, Ángelus, 13 de marzo de 2022.

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Cuaresma: retornar a la casa del Padre

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma debe marcar profundamente la vida de todo cristiano. Este tiempo litúrgico nos adentra en el recogimiento personal y comunitario para sanar, por medio de la limosna, la oración y el ayuno, las heridas que ha generado el pecado, que nos alejan de Dios y de los hermanos y que dañan nuestro corazón.

Hoy, como el profeta Isaías, nos ponemos en actitud de escucha, para percibir cómo la Palabra de Dios llama a la puerta de nuestra vida para recordarnos que «el ayuno que yo quiero es este: partir tu pan con el que tiene hambre, dar hospedaje a los pobres que no tienen techo… Entonces clamarás al Señor y él te responderá, gritarás y él te dirá: aquí estoy» (Is 58, 6-7-9).

Entramos de lleno en este misterio de salvación, sabiendo que ya hemos sido salvados en esperanza (cf. Rm 8, 24). Y nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios, quien transfigura nuestra vida si nos dejamos transformar por la caridad de Cristo. Si caminamos por esta senda, hasta la celebración del Triduo Pascual en la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor como culmen del año litúrgico, conseguiremos romper las cadenas del egoísmo y del pecado que anidan en el corazón (cf. Mc, 7, 20-23).

Hemos de marchar sin desánimo hacia el horizonte de la Resurrección. Y hacerlo en comunión con Dios y con nuestros hermanos, sin dejar entrar a la tristeza, al cansancio y al desánimo que pueden transformar el jardín en un árido y afligido desierto (cf. Gn 3, 17-18). ¿De qué manera? Acogiendo el don de Dios, iniciando el camino de conversión, abriéndonos a la gracia que nace del costado del Señor, iniciando el camino de retorno a la casa del Padre, viviendo la caridad que consiste en compartir la vida con aquellos que menos tienen, dando a los demás lo más necesario y no solamente de lo que nos sobra, saliendo a los márgenes de la sociedad siendo portadores de la misericordia de Dios, teniendo muy presente que lo viejo ha pasado porque lo nuevo acaba de comenzar (cf. 2 Co 5, 17).

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Evangelio del domingo, 9 de marzo de 2025

Este Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto nos recuerda que la vida del cristiano, tras las huellas del Señor, es una batalla contra el espíritu del mal. Nos muestra que Jesús se enfrentó voluntariamente al Tentador y lo venció; y al mismo tiempo nos recuerda que al diablo se le concede la posibilidad de actuar también sobre nosotros con sus tentaciones.

Debemos ser conscientes de la presencia de este enemigo astuto, interesado en nuestra condena eterna, en nuestro fracaso, y prepararnos para defendernos de él y combatirlo. La gracia de Dios nos asegura, mediante la fe, la oración y la penitencia, la victoria sobre el enemigo. Pero hay algo que me gustaría subrayar: en las tentaciones Jesús no dialoga nunca con el diablo, nunca. En su vida, Jesús no tuvo jamás un diálogo con el diablo, jamás. O lo expulsa de los endemoniados o lo condena o muestra su malicia, pero nunca un diálogo. Y en el desierto parece que haya un diálogo porque el diablo le hace tres propuestas y Jesús responde. Pero Jesús no responde con sus palabras; responde con la Palabra de Dios, con tres pasajes de la Escritura. Y esto es lo que debemos hacer también todos nosotros.

Cuando se acerca el seductor, comienza a seducirnos: “Pero piensa esto, haz aquello...”. La tentación es la de dialogar con él, como hizo Eva; y si nosotros entablamos diálogo con el diablo seremos derrotados. Grabaos esto en la cabeza y en el corazón: no se dialoga nunca con el diablo, no hay diálogo posible. Solo la Palabra de Dios.

Angelus, 21 de febrero de 2021.

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Misioneros, historia de entrega y esperanza

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia celebra hoy el Día de Hispanoamérica: una jornada –instituida en 1959– que recuerda, de manera especial, a los sacerdotes que han dejado atrás sus diócesis de origen para poner por entero su corazón en cualquier rincón de aquellas queridas y benditas tierras americanas. Estos sacerdotes, revestidos como peregrinos, misioneros y discípulos de Jesucristo, se agrupan en la Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCHSA).

Historia de esperanza reza el lema escogido para conmemorar esta fecha: «La esperanza es la seguridad existencial, que se nos regala como gracia, de que la compañía de Jesucristo en nuestras vidas es auténticamente contemporánea», tal y como afirma el cardenal Robert Prevost, OSA, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Es una realidad y una certeza que «el Verbo de Dios se hizo carne y permanece habitado entre nosotros (cf. Jn 1, 14)».

En la actualidad, la OCHSA cuenta con 138 sacerdotes españoles destinados en los distintos países de Hispanoamérica; 13 de ellos proceden de nuestra archidiócesis burgalesa. Allí́ atienden parroquias, hospitales, escuelas, seminarios, universidades… Y permanecen, sin más recompensa que ese amor que desprende el anuncio del Evangelio, entregándose y sirviendo a las comunidades más necesitadas.

Toda la Iglesia es misionera y, por ello, la evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios. Nadie debe rehuir esta tarea que comenzó el Señor para que nosotros, tantos años después, tomemos este misericordioso relevo.

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Parroquia Sagrada Familia