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  • 3 últimas funciones: 21 y 22 septiembre en Cultural Caja de Burgos
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Los Miserables. Reponemos con 3 nuevas funciones: 21 y 22 septiembre

3 últimas funciones para terminar la temporada del Centro Juvenil que el curso pasado representó el musical de Los Miserables, basado en la novela homónima de Víctor Hugo.

La obra se desenvuelve en una época donde las revueltas parisinas del siglo XIX tomaron gran relevancia, tejiendo con la profundidad de sus personajes una historia emocionante y conmovedora. Los Miserables narra la épica historia de Jean Valjean, un ex-convicto en busca de su identidad y redención. La emotiva trama transporta a un mundo de valentía, amor y humanidad, que inspira y alienta la esperanza.

Este centro juvenil de la parroquia, que ya va por su 18º aniversario, ha representado hasta la fecha 14 maravillosos musicales, con miles de espectadores que han sido testigo de ello. Más de 800 jóvenes han pasado en el centro juvenil algunos años de su vida. El sentido de este proyecto educativo es crear un espacio para la formación humana y cristiana, para el ocio y la diversión y sobre todo un lugar en el que cada cual se sienta como en casa, cuidado, alentado y querido. La realización de musicales como actividad de ocio y tiempo libre conjuga a la perfección las cualidades y valores que son la base de centro juvenil: el trabajo en equipo, el respeto, el esfuerzo y el compromiso.

Sobre el escenario, 60 jóvenes, entre 14 y 25 años desarrollan este musical. Algunos son veteranos y enseñan y animan a los que se lanzan por primera vez. Al lado de estos jóvenes entregados colaboradores: animadores, amigos, padres y madres, generosos y entusiastas. Formar parte de un equipo tan grande es algo único y emocionante.

ACTUACIONES:

Centro Cultural Caja de Burgos
🎟️ 8€
🗓️ 21 septiembre
🕒 17:00 h y 21:30 h
🗓️ 22 septiembre
🕒 17:00

🎟️ Entradas ya a la venta:

Presencial:
Taquilla del Centro Cultural Caja de Burgos
Online:
TeleEntradas (Caja de Burgos):
https://goo.su/J9nUR

*Musical no recomendado para menores de 12 años.

«El proyecto de Dios en la Natividad de la Virgen María»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, celebramos la Natividad de la Virgen María, nuestra Madre.

Con su nacimiento, germina en el mundo la aurora de la salvación, se cumplen todas las expectativas del Antiguo Testamento y emprende su ruta la puerta divina en su perpetua virginidad: «De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia, apareció en la Tierra y convivió con los hombres» (San Juan Damasceno).

La presencia de María, la «llena de gracia» (Lc 1, 28) destinada a ser la Madre de Dios hecho hombre, está unida de manera indisoluble a la de Cristo, el Sol que nace de lo alto (cf. Lc 1, 78) –merced a la bondad misteriosa de nuestro Dios–para cambiar los corazones más sombríos de la humanidad.

Decía san Agustín que Ella «es la flor del campo de quien floreció el precioso lirio de los valles» y, a través de su nacimiento, «la naturaleza heredada de nuestros primeros padres cambia». Así lo manifiesta la Iglesia, en el Oficio de Laudes, poniendo el corazón en la solemnidad que hoy conmemoramos: «Por tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunciaste la alegría a todo el mundo: de ti nació el Sol de justicia, Cristo, Dios nuestro».

La natividad de la Virgen ha de guiarnos, con profunda ternura y devoción, a la senda de la vida naciente, donde tantas madres esperan, algunas incluso contra toda esperanza, la llegada del hijo de sus entrañas. «El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso; la madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida» (AL 168), revela el Papa Francisco en su exhortación postsinodal Amoris laetitia. A la luz de esta promesa que perpetúa cómo cada mujer participa del misterio de la Creación, cada familia ha de convertirse en esa iglesia doméstica que se transforma en sede de la Eucaristía, con Cristo sentado en la misma mesa, donde los padres son los cimientos de la casa y los hijos las piedras vivas de la familia (cf. 1 P 2, 5).

La Sagrada Escritura «considera a la familia como la sede de la catequesis de los hijos» (AL 16). Este mensaje principal, que el Papa recuerda en esta exhortación sobre el amor en la familia, afirma que «amar es volverse amable» porque el verdadero amor «no obra con rudeza, no actúa de modo descortés y no es duro en el trato». Y así ha de ser en la familia, con unos «modos, palabras y gestos agradables» y no «ásperos ni rígidos», donde la cortesía «es una escuela de sensibilidad y gratuidad», que exige a la persona «cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos, a callar» (AL 99).

Decía santo Tomás de Aquino que «todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean» (Summa Theologiae II-II, q. 114, a. 2, ad 1). Un estilo de vida y una opción preferencial que exigen un cuidado exquisito en la caridad conyugal, donde el matrimonio refleja el amor con el que Cristo ama a su Iglesia.

El nacimiento de María nos conduce hacia ese amor inagotable de Dios que nos permite ver, más allá de toda circunstancia o condición, el valor de cada madre, de cada hijo y de todo ser humano.

Junto a la Sagrada Familia de Nazaret, pido por cada matrimonio y cada familia, para que sigáis siendo hogar de comunión, cenáculo de oración y esplendor del verdadero amor. Que la delicadeza, la belleza y la humildad de María os conduzcan a la alegría del Evangelio. Y cuando arrecie la tempestad, tened presente que el Señor llama a la puerta de la familia, de vuestra casa, para compartir con vosotros la cena eucarística, presencia y memorial perpetuo de su infinito amor (cf. Ap 3, 20).

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Evangelio del domingo, 8 de septiembre de 2024

Pensemos en los muchos que Jesús ha querido encontrar, sobre todo, personas afectadas por la enfermedad y la discapacidad, para sanarles y devolverles su dignidad plena. Es muy importante que justo estas personas se conviertan en testigos de una nueva actitud, que podemos llamar cultura del encuentro […]

Aquí están las dos culturas opuestas. La cultura del encuentro y la cultura de la exclusión, la cultura del prejuicio, porque se perjudica y se excluye. La persona enferma y discapacitada, precisamente a partir de su fragilidad, de su límite, puede llegar a ser testigo del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y el encuentro con los demás, con la comunidad. En efecto, sólo quien reconoce la propia fragilidad, el propio límite puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad.

Y ahora miremos a la Virgen. En ella se dio el primer encuentro: el encuentro entre Dios y la humanidad. Pidamos a la Virgen que nos ayude a ir adelante en esta cultura del encuentro. Y nos dirigimos a Ella con el Ave María.»

Discurso de S.S. Francisco, 29 de marzo de 2014

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