La unidad deseada por Jesús
Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas:
«La oración para recuperar la plena unidad es uno de nuestros deberes particulares. Tenemos obligación de tender intensamente a la reconstrucción de la unidad querida por Cristo y de orar por esta unidad, pues es don de la santísima Trinidad», dijo el papa san Juan Pablo II durante un encuentro ecuménico de oración celebrado en Wroclaw (Polonia), el 31 de mayo de 1997.
Hoy, cuando comenzamos la Semana de Oración por la Unidad de Cristianos, incorporamos nuestro corazón al de Cristo, para que la plegaria común nos sirva de inspiración en la profundización de la fraternidad mutua.
Esta Semana nació en un momento en el que las confesiones cristianas oraban juntas para lograr la plena unidad de la Iglesia. Una comunión que nos insta a orar por la unidad de todos los cristianos para comprender la oración que Jesús realizó hasta unirnos estrechamente a Él para ser, cada vez, más de Él.
El lema ¿Crees esto?, inspirado para esta jornada en el capítulo 11 del Evangelio de Juan, nace del diálogo que mantienen Jesús y Marta, cuando Él visita la casa de Marta y María tras la muerte de su hermano Lázaro en Betania.
El sentir irascible y plenamente humano de Marta expresa su decepción por la tardanza de Jesús en llegar. Al reprocharle que si hubiera estado allí, no habría muerto su hermano (cf. v. 21), pone en entredicho la fe de un mundo –el nuestro– que muchas veces tiembla ante el silencio inesperado de Dios.
Como Marta, «las primeras generaciones de cristianos no podían permanecer indiferentes o de brazos cruzados cuando las palabras de Jesús tocaban y escudriñaban sus corazones», expresa en su carta para esta semana el dicasterio para la promoción de la unidad de los cristianos. Porque «buscaban fervientemente dar una respuesta comprensible a la pregunta de Jesús: ‘¿Crees esto?‘».
El deseo de Jesús es la unidad, es el sueño que nos hace creer hasta que todos seamos uno en su amor y hasta que el mundo vea a Cristo en el devenir de nuestras vidas (cf. Jn 17, 20-26). Así, cuando Él le asegura a Marta que su hermano Lázaro resucitará (cf. Jn 11, 23), ella no termina de confiar en su palabra y le responde que eso no sucederá hasta el final de los tiempos. Ante esta situación, el Señor tiene que dar un paso más y declarar su poder sobre la vida y la muerte, revelando su verdadera identidad: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno de los que viven y tienen fe en mí morirá para siempre» (vv. 25-26).