En la vejez, no nos abandones, Señor

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

«Dios nunca abandona a sus hijos». Con estas palabras, el Papa Francisco comienza su mensaje para la IV Jornada Mundial de los Abuelos y Ancianos 2024, que se celebra hoy en todas las diócesis del mundo.

El pasado 26 de julio, memoria de san Joaquín y santa Ana, rememoramos la jornada de los abuelos y las personas mayores. Y es, por esta razón, que dedicamos este día, de manera muy especial, a aquellos que guardan una dignidad infinita y sagrada, «más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre» (Dignitas infinita, 1).

En la vejez no me abandones, reza el lema –inspirado en el Salmo 71– que ha escogido el Papa para esta jornada. Para un Dios que es amor infinito, no existe el abandono, ni el rechazo, ni la indolencia. ¿Cómo va a abandonarnos alguien que nos ha escogido antes, incluso, de nuestro nacimiento y que nos ha formado en el seno materno? (cf. Sal 139, 13). Él no entiende de descartes, tal y como cuenta el Papa: «Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas, cuando la vida se vuelve menos productiva a los ojos del mundo y corre el peligro de parecernos inútil».

San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y, por tanto, abuelos de Jesús de Nazaret, nos animan a honrar a nuestros mayores, los que aún permanecen en la tierra y los que ya han abrazado al Amor en el Cielo.

Qué importante es volver, una y otra vez, a la mirada de nuestros mayores; a su manera de cuidar lo que aman, a su respeto por la familia, a su valentía para continuar, a su esfuerzo inquebrantable, a su constancia y a su lucha.

Las personas mayores, así como los enfermos, son el termómetro que mide con precisión nuestra fe. «¡Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras! (Sant 2, 18), dice el apóstol Santiago, porque «como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Sant 2, 26).

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Dios es fiel y mantiene su alianza eternamente

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

El día 25 de julio celebraremos la festividad del Apóstol Santiago, patrono de España, amigo y testigo del Señor.

Santiago Apóstol, quien fuera pescador junto a su hermano, el evangelista y también apóstol, san Juan, formó parte de los discípulos más íntimos del Señor. De hecho, estuvo a su lado, cuidó de Él y le acompañó en los momentos más significativos del Evangelio: la Transfiguración, la oración en el Huerto de los Olivos, la Última Cena, su Resurrección…

Cuenta la tradición que el apóstol fue enviado a predicar desde Jerusalén a Hispania. Estando aquí, mientras atravesaba múltiples adversidades porque no era fácil anunciar el Evangelio, se le apareció la Virgen María para infundirle la fuerza, el entusiasmo y la fe que necesitaba.

Después de un tiempo, volvió a Jerusalén, donde sería decapitado en el año 44. La tradición narra que sus discípulos recogieron su cadáver y lo llevaron a la costa gallega para, después, hacerlo descansar en esa hermosa tierra.

La vida del Apóstol Santiago nos anima a orar por los desafíos evangelizadores que en este momento tan especial se nos presentan. Recuerdo ahora el Instrumento de trabajo pastoral sobre persona, familia y sociedad El Dios fiel mantiene su alianza (DT 7, 9), ofrecido por la Conferencia Episcopal Española a la Iglesia y la sociedad española desde la fe en Dios y la perspectiva del bien común. Mediante esta invitación a la reflexión, en este preciso momento de convergencia de múltiples acontecimientos políticos, económicos y culturales, desean los obispos «poner el acento en el vínculo o alianza que Dios sella con la humanidad», tanto «en la alianza matrimonial» como «en las alianzas entre las personas y los pueblos». Todo ello, iluminado en la Alianza nueva y eterna que Jesucristo «sella con su sangre rompiendo los siete sellos que parecían cerrar el libro de la historia en el abatimiento y la desesperanza».

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Protegidos por el amor de la Madre

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

Esta semana, el día 16, celebramos una de las advocaciones marianas más universales: la fiesta de la Virgen del Carmen.

Patrona de los marineros y pescadores y protectora de los moribundos, se acude a esta singular advocación de Nuestra Señora del Carmen o Santa María del Monte Carmelo para situaciones de especial peligro.

Es verdaderamente desmesurado el impacto que la espiritualidad carmelita ha logrado alcanzar en todos los lugares de la tierra y que, a día de hoy, sigue aunando a millones de personas que piden, de manera encarecida, el amparo de la Madre de Dios y Madre nuestra.

El mensaje de la Virgen del Carmen nació en el año 1251, en Inglaterra, cuando san Simón Stock, superior general de los Padres Carmelitas del convento de Cambridge, estaba rezando por el incierto destino de su Orden. En ese momento, en plena oración, se le apareció la Virgen María vestida con el hábito carmelita y con un escapulario en su mano, que le entregó al religioso como señal de protección: «Recibe, hijo mío, muy amado, este escapulario de tu Orden, como señal de mi confraternidad. Signo especial de gracia para ti y para todos los que lo vistan. Es un signo de salvación, amparo en los peligros del cuerpo y del alma, alianza de paz y pacto sempiterno».

Desde ese momento, el escapulario se convirtió en un signo de nuestro amor a la Santísima Virgen, que nos recuerda que Ella, en los momentos de aflicción, de necesidad y de peligro, nos protege bajo su manto e intercede por cada uno de nosotros. Y por eso, en nuestros desconsuelos y carestías, clamamos a Ella, porque estamos seguros de ser benignamente escuchados.

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La oración: fuente e impulso de la misión de la Iglesia

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

La Facultad de Teología de Burgos ha acogido, durante esta semana, la 76 edición de la Semana Española de Misionología. Unos días entrañables que combinan la reflexión teológica sobre la misión en sí, junto a las múltiples experiencias de algunos misioneros que se dejan la vida en diferentes lugares del mundo.

Con el objetivo de mantener vivo el espíritu misionero con una reflexión abierta a la universalidad de la Iglesia y a la solidaridad con todos los pueblos, el tema principal que ha guiado el encuentro ha sido La oración: fuente e impulso de la misión de la Iglesia.

Qué importante es orar para entender la Misión desde Dios, tal y como nos decía en la conferencia inaugural don Francisco Julián Romero Galván, director del Secretariado del Jubileo 2025. Cualquier misión que queramos llevar a cabo ha de comenzar, sin duda alguna, por la oración, por la presencia callada de Dios en medio de nuestra labor. De otra forma, la base carecerá de tal sentido y perderá el elemento más importante: Dios. Sólo orando con devoción, poniéndolo todo en las manos del Padre antes que en las nuestras, podremos llegar a ser apóstoles de ese Amor que da sentido a absolutamente todo.

Otros de los argumentos que se han compartido han sido la oración en la Biblia y con la Palabra de Dios, así como el sentido del kerigma desde la mirada de las teólogas Marta Gracia Consolación y Mª Judith Anderson Nokko, quienes conocen a fondo los frutos de ese anuncio capaz de traspasar cualquier frontera porque en el centro espera Jesús de Nazaret.

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La sucesión apostólica, fundamento de comunión

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, 29 de junio, celebramos la solemnidad de san Pedro y san Pablo: columnas de la fe cristiana, apóstoles y testigos de Jesucristo. En Burgos los conmemoramos con agradecimiento durante unas fiestas que unen a la ciudad en alegría y fraternidad.

Merced a la fe de estos apóstoles, la entrega de ambos les llevó a dar su propia vida por el Señor. Del mismo modo, ahora, nos impulsa a nosotros a recordar que en los ojos de Jesús de Nazaret está presente el Hijo de Dios vivo.

San Pedro y san Pablo encontraron en Cristo el camino de la liberación; Él rompió las cadenas que los oprimirían y en Él descubrieron una manera nueva de amar, de entregarse, de donar su propia existencia a favor de un mundo que vive encadenado a su propio yo.

«Solo una Iglesia libre es una Iglesia creíble», confesó el Papa Francisco durante la fiesta de estos «gigantes de la fe» celebrada en la Basílica Vaticana, en el año 2021. En su homilía, el Santo Padre invitó a «observar de cerca» a estos dos apóstoles del Señor, quienes «pusieron al centro de sus historias el encuentro con Cristo», que cambió sus vidas «experimentando un amor que los sanó y los liberó». Y no lo hicieron por sus propias capacidades, sino porque les capacitaba Alguien mucho mayor, un sentir que lo sobrepasaba todo gracias al amor incondicional de Jesús.

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Parroquia Sagrada Familia