Importantísimo evangelio el de este domingo. Los técnicos lo llaman “el evangelio de la misión”. Efectivamente, Jesús envía a setenta y dos discípulos a anunciar la llegada del Reino de Dios. Setenta y dos es un número simbólico: significa que la misión de Jesús es universal, todas las naciones de la tierra. Esto acontecerá después de la resurrección. Pero ya desde ahora ha de quedar claro que el Reino de Dios no ha llegado sólo para los judíos sino para todos.
En ese envío, Jesús traza los rasgos de los misioneros de todos los tiempos y latitudes. En primer lugar, no son dueños de la mies sino criados del dueño de esa mies. Por eso, no predicarán su mensaje sino el de Jesús. Aunque ”la mies es mucha y los obreros pocos”, lo primero que les ordena no es matarse a trabajar sino rezar: rezar al dueño de la mies que envíe más obreros.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
El domingo de la Santísima Trinidad se celebraba también en la Iglesia la Jornada de la Vida Contemplativa con el lema: «La vida contemplativa, corazón orante y misionero». Como en el mensaje dominical de aquel día no hablé de esta Jornada, quiero compartir hoy con vosotros algunas palabras sobre la vocación contemplativa, una realidad tan importante y bellamente significativa para la Iglesia universal y tan especialmente viva en nuestra diócesis de Burgos.
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El evangelio de este día tiene dos partes bien diferenciadas con dos temas de los que comentaremos algo, para que cada uno medite ante el Señor lo más conveniente.
En la 1ª parte se habla del camino que iba haciendo Jesús, ya el último, hacia Jerusalén. Al pasar por terreno de los samaritanos manda unos mensajeros a una aldea para pedir posada; pero es rechazado por el hecho de que iba a Jerusalén. Los samaritanos eran enemigos de los judíos y les molestaba que fueran a dar culto en Jerusalén, despreciando quizá el templo de los samaritanos. Los hermanos Santiago y Juan quieren que mande bajar fuego del cielo para que les aniquile, recordando el estilo profético de Elías; pero Jesús les reprende. No habían entendido que el espíritu de Jesús no es de venganza. La religión de Jesús es sobre todo de amor y perdón.
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En el bosque, hubo una gran tormenta. Rayos, truenos, árboles caídos. Los animales se escondían donde podían. Algunos abandonaron sus hogares y se refugiaron en las cuevas, aunque sabían que allí también amenazaba el peligro; eran habitadas por animales más grandes que seguramente no se alegrarían con los refugiados. Las ardillas residían desde hacía muchas generaciones en un árbol del centro del bosque, el más longevo. Estaba prácticamente hueco y, por eso, era ideal para acumular las semillas, las bellotas y refugiarse del calor y del frío. Durante la tormenta, las ardillas, conocedoras de los sonidos de la naturaleza, reconocieron que algo extraño sucedía en el árbol. No eran los ruidos comunes de la madera crujiendo.
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