Un nuevo hogar
En el bosque, hubo una gran tormenta. Rayos, truenos, árboles caídos. Los animales se escondían donde podían. Algunos abandonaron sus hogares y se refugiaron en las cuevas, aunque sabían que allí también amenazaba el peligro; eran habitadas por animales más grandes que seguramente no se alegrarían con los refugiados. Las ardillas residían desde hacía muchas generaciones en un árbol del centro del bosque, el más longevo. Estaba prácticamente hueco y, por eso, era ideal para acumular las semillas, las bellotas y refugiarse del calor y del frío. Durante la tormenta, las ardillas, conocedoras de los sonidos de la naturaleza, reconocieron que algo extraño sucedía en el árbol. No eran los ruidos comunes de la madera crujiendo.
Era desconocido, un sonido que advertía un peligro. Las ardillas escaparon rápidamente de su hogar. Salieron corriendo por donde pudieron justo en el momento en que el árbol se partía por la mitad, se desplomaba sobre sí mismo y aplastaba lo que había a su alrededor. Se refugiaron en una cueva cercana y, cuando terminó la tormenta, intentaron regresar a su hogar. Era imposible. No había forma de reparar el árbol, nada quedaba del lugar que las había albergado durante tanto tiempo. Era hora de despedirse y buscar otro sitio.
Los animales, reunidos en asamblea, pensaron diferentes alternativas. Hablaron las serpientes, los zorros y los mapaches. Contaron que, en el extremo del bosque, había unos árboles enormes que podían albergarlas y protegerlas de las temperaturas. Luego intervinieron algunos pájaros, grandes conocedores del bosque. —Es cierto lo que dicen. Esos árboles son muy parecidos al que se cayó. Pero están alejados, el peligro es grande, allí estarán más expuestas a los depredadores. Acá cerca, hay árboles más pequeños, quizá no tan cómodos, pero están en un lugar que vosotras conocéis. Nosotros que tenemos nuestros nidos en ellos, cuando se acerca algún peligro, nos ponemos en alerta y nos avisamos unos a otros. Se armó una gran discusión. Cada especie argumentaba algo diferente. Las ardillas pidieron silencio y se reunieron en círculo. ¿A quién escuchar? ¿Cómo saber qué consejo era mejor? Las serpientes, los zorros y los mapaches las habían perseguido muchas veces: en cambio, los pájaros eran sus amigos. Decidieron escuchar, en un primer momento, a los que las querían y realmente se preocupaban por su bien.
¿Los consejos de quién escuchas? ¿Cómo sabes quién te quiere de verdad?. Jesús elige quedarse entre nosotros en la forma del pan y del vino. Elige lo que no debe faltar en una mesa, lo más sencillo. Recibir a Jesús en la hostia, en la eucaristía, es comprometerse a vivir como hermanos que se sientan en una misma mesa, como pueblo que camina unido hacia el Padre.