Evangelio del domingo, 30 de junio de 2019
El evangelio de este día tiene dos partes bien diferenciadas con dos temas de los que comentaremos algo, para que cada uno medite ante el Señor lo más conveniente.
En la 1ª parte se habla del camino que iba haciendo Jesús, ya el último, hacia Jerusalén. Al pasar por terreno de los samaritanos manda unos mensajeros a una aldea para pedir posada; pero es rechazado por el hecho de que iba a Jerusalén. Los samaritanos eran enemigos de los judíos y les molestaba que fueran a dar culto en Jerusalén, despreciando quizá el templo de los samaritanos. Los hermanos Santiago y Juan quieren que mande bajar fuego del cielo para que les aniquile, recordando el estilo profético de Elías; pero Jesús les reprende. No habían entendido que el espíritu de Jesús no es de venganza. La religión de Jesús es sobre todo de amor y perdón.
A través de la historia se han hecho muchos atropellos con motivo de la religión. A veces hasta guerras que llaman “de religión”. Pero eso no es religión, al menos la de Jesucristo. Jesús está en contra de todo lo que es fanatismo e intransigencia, pues más que religión es exaltación del propio egoísmo y de intereses materiales.
En la 2ª parte se habla de tres personas que quieren seguir a Jesús o Jesús se lo pide; pero en definitiva no le siguen. A veces creemos que todo aquel que oía el llamado de Jesús le seguía; pero no es así. Y de los que le siguieron alguno le traicionó, otros le dejaron y los mismos apóstoles tenían muchos defectos, que sólo los pudieron dejar con la venida del Espíritu Santo. Jesús se muestra exigente y quizá nos puede parecer hasta duro e incomprensible o poco condescendiente para aquellos tres.
El primero parece que tiene buenas intenciones; pero, al presentarle Jesús lo más duro del seguimiento, se retira. Al segundo le invita el mismo Jesús; pero quiere ir a enterrar a su padre y Jesús no se lo permite. Ya sabemos que esto es una manera de hablar oriental para decir no que hubiera muerto ya su padre, sino que le seguiría cuando su padre hubiera muerto y hubiera sido enterrado. Quizá podrían pasar muchos años. Al tercero no le deja ni despedirse de su familia. Era una manera de expresar que aquella persona estaba demasiado apegada a su familia como para seguir con plenitud al Señor. Jesús no habla de un despedirse físicamente, que es bueno, sino de una actitud interior de demasiado apego a las personas y a las comodidades materiales.
Precisamente en la 1ª lectura de hoy se habla de la llamada del profeta Elías a Eliseo para que fuese su discípulo. Éste era un labrador rico que está arando; pero quiere responder a la llamada. Primero pide despedirse de su familia, para lo cual organiza una gran fiesta de despedida. Algo así hace el apóstol san Mateo, también algo rico, que organiza una fiesta de despedida con sus amigos y con el mismo Jesús.
Cuando hablamos de llamadas de Jesucristo para ser sus discípulos, no sólo pensamos en los que materialmente dejan todo para seguirle como religiosos..., sino que es para todos los que quieran llamarse de verdad cristianos o discípulos de Cristo. Jesús es exigente, quiere generosidad en la entrega y en el amor. Para el apostolado o para la vida cristiana no valen las medias tintas, o como suele decirse: encender una vela a Dios y otra al diablo. Jesús quiere una entrega libre, consciente y sobre todo con pleno amor. Se dice también que el Evangelio es “radical”, es decir que exige de nosotros llegar hasta la raíz de los sentimientos. Hay muchas frases que indican esto: Hay que estar dispuesto a entrar por la puerta estrecha, a perder la vida por El, a caer en la tierra y morir para llevar fruto. Jesús pide una radicalidad, pero promete una recompensa eterna. Por eso, cristiano no es quien se conforma con ir a misa los domingos (muchos ni eso), sino quien vive unido íntimamente con Dios.
Jesús parece como que desilusiona a quien quiere seguirle; pero en realidad no apaga el entusiasmo verdadero, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos, que eran abundantes en el tiempo de Jesús. Sigámosle y lo comprobaremos.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,51-62):
Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».