Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
En torno a la Fiesta de San José, que es el próximo miércoles, la Iglesia española nos invita a celebrar el Día del Seminario. Se trata de una jornada ya tradicional en nuestro calendario con tres importantes objetivos: conocer la realidad de nuestro Seminario, el lugar donde se forman nuestros futuros sacerdotes; tomar conciencia de la tarea que los sacerdotes desempeñan en la construcción y acompañamiento de nuestras comunidades cristianas; y ayudar a despertar el compromiso que todos los miembros de la Iglesia tenemos en la tarea de animar y cuidar las vocaciones al ministerio sacerdotal.
Burgos ha sido tradicionalmente una Iglesia donde han sido abundantes las vocaciones sacerdotales. Sin embargo, esa tradición forma parte ya de nuestra historia. Actualmente, en el Seminario Mayor se forman 10 seminaristas y en el Seminario Redemptoris Mater lo hacen 15. El grupo del Seminario Menor es una hermosa semilla y una gozosa promesa. Pero, la realidad vocacional en general ha de movernos a la reflexión y a la oración, pidiendo al Señor, con fe y confianza, vocaciones sacerdotales. Bien podemos decir que cada respuesta de estos jóvenes es un pequeño milagro de la gracia: cada vocación es un regalo de Dios que se vuelca en su historia personal. Pensando en nuestros seminaristas, valoremos ese gran regalo que supone su vocación sacerdotal; y sigamos trabajando en este terreno con realismo y renovada ilusión, pues tenemos la convicción de que Dios sigue hoy llamando al sacerdocio.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Carta del arzobispo de Burgos, don Fidel Herráez Vegas, con recomendaciones para contener la expansión del coronavirus.
Recibid todos mi saludo muy cordial:
Si siempre quiero estar cerca de vosotros, sentidme especialmente cercano en estos momentos de incertidumbre y dificultad. Las circunstancias que estamos viviendo son ciertamente excepcionales. Hemos pasado rápidamente de la normalidad a una situación ciertamente no deseada. Percibimos, una vez más, la fragilidad del ser humano así como la potencialidad que anima en su corazón en expresiones de solidaridad. Nuestro espíritu se eleva hacia nuestro Padre Dios que acompaña siempre la historia de los hombres y el caminar de los pueblos. También, o mejor dicho, especialmente en estas circunstancias Dios está con nosotros y convierte nuestro caminar en tinieblas en historia de Salvación.
En estos momentos os invito especialmente a la plegaria y la oración confiada que avive nuestra fe y esperanza. En el diálogo con el Señor, que es toda oración, os invito a descubrir las llamadas que nos está haciendo ante esta realidad. Os animo también a convertirla en plegaria de intercesión de los unos por los otros, que siempre es una forma de amor concreto. Que en nuestra oración no falten especialmente los enfermos y sus familias, para que los cure; junto a ellos, pidamos especialmente por el personal sanitario que ha de vivir esta realidad con enormes dosis de solidaridad y de cercanía; pidamos también por las autoridades responsables de gestionar esta difícil situación, para que el Espíritu del Señor les dé el don de la sabiduría y del discernimiento; oremos finalmente por todos y cada uno, para que el Señor aleje de nosotros todo mal y nos ayude a crecer y caminar en clave de solidaridad y fraternidad con los más débiles.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
En muchos países del mundo se celebra hoy, 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer del que quiero hacerme eco, con alguna reflexión, en este espacio dominical. Este día, celebrado por las Naciones Unidas desde 1975, tiene su origen en las diferentes manifestaciones de las mujeres que, especialmente en Europa, reivindicaban a comienzos del siglo XX el papel de la mujer, su derecho al voto, mejores condiciones de trabajo, la participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como personas, todo ello en igualdad con el hombre. Si bien es cierto que en las últimas décadas se han dado grandes avances, todavía queda mucho por hacer; pues como bien se ha dicho «una conquista para la mujer es una conquista para toda la humanidad».
La Iglesia no puede mantenerse al margen de las grandes causas de la humanidad para lograr un mundo más justo y equitativo. Es cierto que hay discursos sobre la defensa de la mujer que implican riesgos y pueden ser controvertidos y criticados. Pero sobre este punto el Papa Francisco, en la Exhortacion Apostólica Christus vivit, que dirige a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios, advierte que si bien «una Iglesia demasiado temerosa puede ser permanentemente crítica ante todos los discursos sobre la defensa de los derechos de las mujeres, y señalar constantemente los riesgos y los posibles errores de esos reclamos», «una Iglesia viva, en cambio, que se mantiene joven, debe reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres, que piden más justicia e igualdad, aunque no pueda estar de acuerdo con todo lo que propugnan algunos grupos feministas» (n. 42).
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
El pasado miércoles comenzábamos el camino cuaresmal hacia la Pascua. En la liturgia de la Palabra se nos decía: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2Cor 5,20). Al recibir la ceniza, signo y recuerdo de nuestro origen: «Dios formó al hombre con polvo de la tierra» (Gn 2,7), y de nuestro fin: «hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado» (Gn 3,19), se nos indicaba la andadura reconciliadora: «convertíos y creed en el Evangelio». Así, el tiempo de Cuaresma se repite todos los años en el Calendario litúrgico, pero cada año es nuevo para ti y para mí, como tiempo de gracia, de conversión, de oportunidad para prepararnos con el corazón renovado a vivir en la Pascua el misterio central de nuestra fe.
Nos disponemos a recorrer un camino de conversión. La Iglesia nos invita a volvernos hacia Dios, a poner nuestros ojos en su rostro, revelado en Jesucristo. Él deberá ser el motivo absoluto del itinerario cuaresmal. Y esto, situándonos en nuestra realidad concreta, personal, comunitaria y diocesana. Porque la Cuaresma la vivimos aquí y ahora; por lo que estos cuarenta días han de ayudarnos a revitalizar nuestra vida en cuanto bautizados, en Asamblea Diocesana y preparando el Jubileo con motivo del VIIIº Centenario de nuestra Catedral. El Santo Padre, en el Mensaje que nos brinda para la Cuaresma de este año, parte del texto de S. Pablo: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios». Luego desarrolla en su reflexión cuatro aspectos, que brevemente quiero comentar.
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