Día del Seminario
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
En torno a la Fiesta de San José, que es el próximo miércoles, la Iglesia española nos invita a celebrar el Día del Seminario. Se trata de una jornada ya tradicional en nuestro calendario con tres importantes objetivos: conocer la realidad de nuestro Seminario, el lugar donde se forman nuestros futuros sacerdotes; tomar conciencia de la tarea que los sacerdotes desempeñan en la construcción y acompañamiento de nuestras comunidades cristianas; y ayudar a despertar el compromiso que todos los miembros de la Iglesia tenemos en la tarea de animar y cuidar las vocaciones al ministerio sacerdotal.
Burgos ha sido tradicionalmente una Iglesia donde han sido abundantes las vocaciones sacerdotales. Sin embargo, esa tradición forma parte ya de nuestra historia. Actualmente, en el Seminario Mayor se forman 10 seminaristas y en el Seminario Redemptoris Mater lo hacen 15. El grupo del Seminario Menor es una hermosa semilla y una gozosa promesa. Pero, la realidad vocacional en general ha de movernos a la reflexión y a la oración, pidiendo al Señor, con fe y confianza, vocaciones sacerdotales. Bien podemos decir que cada respuesta de estos jóvenes es un pequeño milagro de la gracia: cada vocación es un regalo de Dios que se vuelca en su historia personal. Pensando en nuestros seminaristas, valoremos ese gran regalo que supone su vocación sacerdotal; y sigamos trabajando en este terreno con realismo y renovada ilusión, pues tenemos la convicción de que Dios sigue hoy llamando al sacerdocio.
¡Cuánto esperamos de vosotros, seminaristas, de vuestro ideal, de vuestra ilusión y de vuestra generosidad y valentía! Vivid vuestra vocación en cercanía y solidaridad con los jóvenes de vuestra generación y fomentad asimismo la cercanía a los miembros del presbiterio, a la vida real de las parroquias, y a la sociedad que también os rodea. Así iréis amando cada vez más a esta Iglesia en Burgos en la que un día seréis pastores misioneros. Os recuerdo que, para ello, es necesaria una formación integral, que tenga en cuenta las distintas dimensiones formativas. Entre ellas hay que destacar la preparación espiritual que os ayudará a configuraros más con Cristo a través de la oración; a medida que le conozcáis más, que le escuchéis, que os unáis más a Él, os irá haciendo partícipes de su sacerdocio para la vida del mundo. Y junto a la dimensión espiritual es importante la formación humana y la preparación intelectual, pues así comprenderéis más adecuadamente los retos y desafíos del tiempo presente a los que tendréis que ayudar a dar respuesta desde la fe.
La Asamblea Diocesana en la que nos encontramos embarcados debe de contribuir a crear en nuestra pastoral lo que el Papa Francisco llama una «cultura vocacional». Se trata de percibir que cada uno de nosotros «somos una misión» y no simplemente «tenemos una misión». «Ser una misión permanente requiere valentía, audacia, voluntad de andar con los otros, de ir más allá». Desde esta clave pastoral se alienta la pregunta, que ha de ser respondida en libertad y discernimiento, acerca del lugar donde cada uno de nosotros quiere vivir su vida ante Dios y ante los demás. El proceso de Iniciación Cristiana y la Pastoral Juvenil son, sin duda, los momentos más adecuados para plantear esta clave pastoral en nuestros niños y jóvenes. Así se crearán las condiciones más propicias para acoger la llamada que Dios hoy sigue haciendo.
Esta «cultura vocacional», como veis, no es cuestión de algunas acciones, ni tarea sólo de ciertas personas u organismos de nuestra Diócesis. Es tarea y compromiso de todos. En este sentido son interesantes estas palabras del Papa Francisco: «En muchos lugares escasean las vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas» (EN. 107). Hay aquí todo un reto individual y comunitario que tendremos que saber acoger.
Hoy pongo nuestro Seminario bajo la protección de San José para que sea verdaderamente, como en alguna ocasión ha dicho el Papa, «una casa de oración, una casa de estudio y una casa de comunión». Gracias, de corazón, a todos los formadores y profesores del Seminario que acompañáis la ilusión y las esperanzas de nuestros seminaristas. Aliento con especial ánimo a los esposos y familias, ámbito primero y básico donde han de nacer y crecer los futuros sacerdotes. Gracias también a todos los que animáis esta labor desde la Delegación de Pastoral Vocacional. Y a vosotros, queridos sacerdotes, gracias por vuestra vida de entrega: vuestro ejemplo y testimonio se convierte, sin duda, en fermento de nuevas vocaciones. La comunidad diocesana se alegra y ora hoy especialmente, acogiendo la indicación del Señor: «Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,38).