Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Las fiestas de la Natividad de Nuestro Señor, que hemos celebrado, nos dejan sin duda una experiencia viva de alegría cristiana, de encuentros felices de familia, y de esos deseos de ser mejores, que sentimos que afloran cuando el Misterio de Dios en el Portal ilumina nuestra vida. La fiesta de hoy, con la que concluye litúrgicamente el tiempo navideño, nos acerca a las orillas del Jordán, para participar en un acontecimiento: el Bautismo de Jesús por parte de Juan Bautista.
Se nos presenta a Jesús, en las aguas del río Jordán, en el centro de una revelación divina. Escribe san Lucas: «Cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”» (Lc 3, 21-22). De este modo Jesús es consagrado y manifestado por el Padre como el Mesías salvador y liberador. Esta «manifestación» del Señor sigue a la de Nochebuena en la humildad del pesebre y al encuentro con los Magos, que en el Niño adoran al Rey anunciado por las antiguas Escrituras.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Mañana celebramos una fiesta muy importante en el calendario cristiano: la fiesta de la Epifanía. Esta palabra, que procede del griego, significa «manifestación» y quiere expresar la manifestación de Jesús al mundo entero. De esta manera, se inician una serie de manifestaciones del Señor que iremos celebrando sucesivamente en la liturgia y que nos van revelando o desvelando aspectos importantes del misterio de Jesús: el 6 de enero es la manifestación de Jesús al mundo pagano, a todas las gentes representadas por los Magos, porque todo pueblo, lengua y nación, es acogido y amado por Él; el próximo domingo, con la fiesta del Bautismo de Jesús, visibilizamos la revelación de Jesús al pueblo judío; y el domingo siguiente, recordaremos la manifestación de Jesús a sus discípulos en las bodas de Caná.
La fiesta de Epifanía nos ayuda a penetrar en el misterio de la catolicidad: Jesús ha venido para ofrecernos su propuesta de salvación y de vida plena a todos los seres humanos, de cualquier raza y condición, de cualquier clase social, edad o cultura. Se trata, pues, de una fiesta que nos sitúa ante aspectos importantes para nuestra vida cristiana y nuestra condición eclesial como son la universalidad, la urgencia de la misión, la apertura y el diálogo con el mundo. En aquellos Magos que adoraron al Niño descubrimos la condición de la fe que siempre es búsqueda, contemplación y misión.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
En el calendario del tiempo, vamos a pasar la última hoja del año y estamos acariciando ya el año nuevo que se abre ante nosotros. Son estos unos días muy significativos por lo que suponen de balance de lo vivido durante 2019 y de abrirnos a la esperanza ante el 2020. Sin duda, acuden a nuestra mente muchos recuerdos, de lo vivido y experimentado durante los 365 días pasados, que ciertamente han supuesto, tanto en lo gratificante como en lo dificultoso, una experiencia rica de crecimiento y desarrollo personal y social. Por todo ello, os invito a dar gracias a Dios del que procede todo bien y que guía y acompaña nuestra historia. No son pocas las parroquias que, el último día del año, hacen una celebración especial para dar gracias a Dios y abrir en su presencia la página del año nuevo con alegría y confianza filial.
Ante este año que estrenamos, permitidme que sea el primero en desearos mi más cordial felicitación. Desear un feliz año es, en cierta manera, desarrollar y profundizar en esa vinculación que todos tenemos entre todos, como miembros que somos de una misma familia humana, que en los creyentes se refuerza por los lazos del Bautismo. Por eso, la felicitación del nuevo año para nosotros se convierte en el deseo de que la bendición de Dios nos acompañe a lo largo del mismo.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Un año más vamos a celebrar la gran fiesta de la Navidad, en la que proclamamos con alegría que Dios sigue viniendo a nuestras vidas, para estar presente en nuestro mundo y en nuestra historia. Este año quisiera invitaros a vivir la Navidad contemplando con fe el hermoso y popular signo del belén, que por estas fechas se pone en casi todos nuestros hogares y en otros muchos lugares de nuestro entorno navideño. Y lo voy a realizar siguiendo y compartiendo con vosotros la Carta Apostólica que nuestro Papa Francisco nos ofrecía a comienzos de este mes de diciembre, «Sobre el significado y el valor del belén».
Dice el Papa que el hermoso signo del belén, «tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración», pues se trata, en cierto modo, de «un Evangelio vivo»; y su contemplación «nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Así descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él». ¿Por qué la preparación y contemplación de los belenes, con la escena del Portal, nos alegra y conmueve tanto a los niños como a los mayores? Porque nos ayuda a revivir la historia que ocurrió en Belén; y fundamentalmente porque nos hace comprender una vez más el amor y la ternura de Dios. «En Jesús, el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que está siempre cerca de nosotros»
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