ORACIÓN POR LA FAMILIA
Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre, que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.
Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia.
Tú, que eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu santo.
San Juan Pablo II
(Fotografías del Belén Navideño de la parroquia Sagrada Familia)
La organización de la fiesta de los 15 años andaba muy bien. Tenían el lugar y la lista de invitados. En el fondo de la casa, ya estaban los materiales para hacer el merendero, y la mano de obra la pondrían familiares y amigos de sus padres. Faltaban varios meses, y todo iba a estar listo para principios de noviembre. Les iba a quedar tiempo para limpiar, adornar, preparar todo para la fiesta.
Un día, Antonia encontró a sus padres en la cocina haciendo cuentas con expresión de preocupación. —¿Qué os pasa? ¿Por qué estáis tan serios? —Estamos haciendo cuentas y viendo cómo vamos a pagar los gastos del cumpleaños. Entre la comida, la música, la ropa... Pero tú no te preocupes, lo vamos a solucionar de alguna forma —dijo el padre. —Como dice la abuela, no hay que preocuparse, hay que ocuparse —dijo Antonia y puso agua para el café.
Continuar leyendo
Este tercer domingo se llama: “Domingo de la alegría”. Todos nos sentimos un poco motivados a ella, porque está ya cerca la Navidad. Pero muchas veces nos basamos en la alegría barata y hueca que nos quieren dar los anuncios de compras y de fiestas mundanas. Hoy la liturgia nos invita a una alegría sincera y profunda, que es un don del Espíritu, que no tiene directa relación con el placer o la comodidad o la fortuna, ni es cuestión de temperamento, sino de la gracia y del saber que “el Señor está cerca”.
Ya en la primera lectura de la misa el profeta Sofonías alienta a la alegría, porque después de muchas calamidades, el Señor se iba a hacer presente con sus dones. Pero es san Pablo, en la segunda lectura, quien de una manera más imperiosa y urgente nos dice que debemos estar alegres. Y lo repite. Ya veía él lo que es una realidad entre nosotros: que es muy frecuente la tentación de la tristeza, del pesimismo. Y por lo tanto no se puede seguir a Cristo estando tristes. Santa Teresa decía: “Un santo triste es un triste santo”. Quería decir que era un santo falso o que no lo era.
Continuar leyendo
Al día siguiente de decidir dónde haría la fiesta de los 15 años, Antonia fue a la casa de la abuela a almorzar. Tenía muchas ganas de contarle cómo estaban organizando la fiesta y de preguntarle cómo había celebrado ella sus 15. La abuela la esperaba con su comida preferida: patatas fritas con huevo frito y pan tostado, calentito con aceite de oliva y rodajitas de salamín. No era una comida muy sana, pero la abuela se había criado con esa comida y gozaba de muy buena salud. —No es para comer todos los días —decía la abuela—, pero, de vez en cuando y con muy buena compañía y buena charla, la comida siempre cae bien.
Continuar leyendo