En el templo de un lejano pueblo perdido entre las heladas montañas, vivía una gran maestra. Todos los años, numerosas mujeres se apuntaban para ser sus discípulas.
Amira, una joven que cuidaba las cabras se apuntó sin ninguna esperanza de ser seleccionada. Su sorpresa fue muy grande cuando se enteró que la habían elegido. No se creía digna de eso. Se enojaba fácilmente y tenía muchos otros defectos. Como tardaba en presentarse, la maestra envió otro emisario para que la conduzca al templo.
Continuar leyendo
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Hoy se conmemora la fiesta de San Vicente de Paúl. Y me parece importante traer aquí su memoria y su recuerdo, porque su intuición, tan evangélica y tan fundamental en el camino de la santidad, nos puede iluminar para acercarnos a dos realidades que se hacen presentes en esta semana: el mundo de los privados de libertad y el mundo de los migrantes y refugiados.
Se trata de uno de los grandes santos que supieron imitar a Jesucristo en su entrega y amor a los más pobres. A caballo entre el siglo XVI y XVII, en una Francia rural y empobrecida, San Vicente de Paúl prolongó su mirada más allá de sí mismo y de su entorno inmediato, para percibir así la dura realidad en la que vivían miles de personas junto a él. De esta manera se hizo buen samaritano con los hombres y mujeres de su tiempo para, desde la caridad, alcanzar la necesaria justicia. Se empeñó en defender la dignidad de cada persona, que siempre y en cualquier circunstancia está marcada por la huella misma de Dios; y a su desarrollo y promoción dedicó su esfuerzo, su tiempo y su imaginación.
Continuar leyendo
Sandra paseaba con la abuela por las calles de la ciudad de Buenos Aires. En un momento se detuvo y se puso a contemplar un negocio que nunca había visto antes. Ella vivía en un pequeño pueblo de Catamarca y las únicas flores que conocía eran las que estaban en los jardines. Nunca había visto una floristería. Pero, entre la gran variedad de flores que había, algunas dentro de una heladera y otras con carteles que decían “prohibido tocar”, aquellas le llamaron especialmente la atención.
—Son narcisos, —le explicó la abuela—. El narciso es una flor muy bella, delicada, frágil…
Sandra insistió para entrar a la floristería y verlas más de cerca. La encargada, al ver su interés, le explicó:
—Existe un mito que aparece en culturas diferentes con algunas variantes y que explica la belleza de estas flores.
Cuentan que Narciso era un joven, hijo de un dios y de una ninfa. A la madre se le había prometido que su hijo viviría muchos años si no se conocía a sí mismo.
Narciso era muy bello y, los que lo veían, quedaban impresionados con su belleza. Sin embargo, Narciso despreciaba a todos. No sólo los rechazaba, sino que los trataba mal, creyéndose superior a ellos.
Continuar leyendo
Eran las semanas últimas de la vida de Jesús, cuando en sus enseñanzas muestra más claramente que su mensaje es para todos y que, precisamente por culpa de los jefes religiosos del pueblo de Israel, pueblo que había sido elegido por Dios, sería puesto al mismo nivel o estaría por detrás de otros muchos venidos a la fe después.
Esto es algo de lo que Jesús nos enseña en esta parábola. Para muchos sorprende el final. Esto suele pasar en varias parábolas. A veces habla Jesús de forma sorpresiva para que se capte mejor el mensaje que quiere darnos. Por de pronto Jesús no está hablando de relaciones económicas o laborales. Cuando alguien se sorprende o se escandaliza, es porque no ha comprendido el sentido del Reino de Dios. Nosotros tenemos un concepto de justicia que no es lo mismo que la justicia de Dios. Hoy en la primera lectura el profeta Isaías, hablando de parte de Dios, nos dice: “mis pensamientos no son vuestros pensamientos, mis caminos no son vuestros caminos”. Él mismo nos dice que los caminos de Dios son más altos, como los planes de Dios son más altos. Claro que debemos trabajar para tener justicia; pero no debemos quedarnos ahí, sino que por encima está la caridad, y la fraternidad, la generosidad, la gratuidad, el compartir. Hay quienes sólo hacen tratos con la fórmula: “te doy para que me des”. Y normalmente somos muy mezquinos, porque somos egoístas.
Continuar leyendo