Mito Narciso
Sandra paseaba con la abuela por las calles de la ciudad de Buenos Aires. En un momento se detuvo y se puso a contemplar un negocio que nunca había visto antes. Ella vivía en un pequeño pueblo de Catamarca y las únicas flores que conocía eran las que estaban en los jardines. Nunca había visto una floristería. Pero, entre la gran variedad de flores que había, algunas dentro de una heladera y otras con carteles que decían “prohibido tocar”, aquellas le llamaron especialmente la atención.
—Son narcisos, —le explicó la abuela—. El narciso es una flor muy bella, delicada, frágil…
Sandra insistió para entrar a la floristería y verlas más de cerca. La encargada, al ver su interés, le explicó:
—Existe un mito que aparece en culturas diferentes con algunas variantes y que explica la belleza de estas flores.
Cuentan que Narciso era un joven, hijo de un dios y de una ninfa. A la madre se le había prometido que su hijo viviría muchos años si no se conocía a sí mismo.
Narciso era muy bello y, los que lo veían, quedaban impresionados con su belleza. Sin embargo, Narciso despreciaba a todos. No sólo los rechazaba, sino que los trataba mal, creyéndose superior a ellos.
Cierta vez, caminando por el bosque, encontró un arroyo de aguas cristalinas. Se acercó para beber y, por primera vez, vio su rostro reflejado en el agua. Narciso no sabía que ese joven que estaba viendo era él mismo porque no conocía su rostro. Obviamente, por más que le hablaba, su imagen no respondía. Se estiró entonces para tocar a aquel joven que parecía vivir bajo la superficie del agua. Al hacerlo, perdió el equilibrio y cayó hacia las profundidades. Como no sabía nadar se ahogó y, cuenta la leyenda que en ese lugar brotó una flor tan bella como Narciso.
Cuando salieron de la floristería, Sandra y su abuela siguieron hablando del mito y pensaron que, aunque muchas veces se cuenta este relato para hablar de la vanidad, el verdadero problema de Narciso era que no se conocía a sí mismo.
¿Nos conocemos? ¿Qué le contestarías a alguien que te pregunta quién eres?
¿Quién es Jesús para mí? Puede ser un gran amigo, un consejero, alguien que entregó su vida por amor, el Salvador, Dios entre nosotros, el Maestro, quien nos sostiene y enseña… Seguramente encontremos diferentes respuestas. Cada día lo vamos conociendo más, porque él quiere que lo conozcamos, lo amemos y lo sigamos.