Misa del martes 28 abril 2020

Escuchar lecturas y homilía

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,30-35):

En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».
Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

Oración-Reflexión 25

Oración y reflexión para el día de hoy

Oración-Reflexión 24

Oración y reflexión para el día de hoy

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Grupo de la Renovación Carismática "Fray Escoba"

Misa del domingo 26 abril 2020

Escuchar lecturas y homilía

Muchas veces habían hecho este camino Cleofás y su compañero, dejando atrás la Ciudad Santa. Hoy no sucede así. Ca­minan cabizbajos y el corazón no les responde con la alegría del retorno a casa. Quien les observa, de inmediato percibe que están tristes. Mejor: hundidos. De pronto se les une un viajero, al que le falta tiempo para preguntarles: ¿De qué habláis? - De qué vamos a hablar sino de lo que ha pasado estos días en Jerusalén. - ¿Qué es lo que ha pasado?, replica el viajero como si fuese ignorante de todo. Ellos vuelven a contestar: ''Lo de Jesús el Nazareno, que fue un gran profeta ante Dios y ante los hombres, cómo lo entregaron los sumos sacer­dotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros esperábamos que iba a liberar a Israel, pero ya estamos en el ter­cer día y no ha pasado nada''. Es verdad que unas mujeres han venido diciendo que había resucitado y le habían visto. Pero ya sabes cómo son las muje­res.

El viajero no aguanta más. Toma la palabra y les recuerda con calma lo que habían predicho los profetas y los salmos y cómo todo se ha cumplido al pie de la letra. Ellos no dicen nada, pero su cora­zón ya es otro. Llegados a Emaús, él hace ademán de proseguir el camino. Pero la hospitalidad orien­tal se impone: "Quédate con nosotros, que la tarde ya va de caída''. No se hace de rogar.

Ya a la mesa, parte el pan, ellos le reconocen pero él desaparece. Sin pensárselo, los dos dicen al unísono: ¡hay que volver a Jerusalén a contárselo a los demás"! Ya no les importa que haya once kilómetros de distancia y esté anocheciendo. La noticia es una bomba que devolverá la alegría de vivir a los Apóstoles, como se la ha devuelto a ellos. Cuando llegan, ya no pue­den contar su primicia, porque ellos también han visto al Resucitado.

Siempre ocurre igual. Cuando estamos tristes, cuando titubeamos en la fe, cuan­do parece todo un sinsentido, cuando tenemos la tentación de echarlo todo por la borda, el remedio no es alejarse más, sino ir a Jesús, escucharle en el Evangelio y dejarle hacer. Por eso es tan importan­te ir a misa cada domingo. ¡Cuántos podrían con­firmarlo con su experiencia!

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