En el patio de la escuela, durante el recreo, las maestras conversaban entre ellas mientras miraban jugar a los niños. Todas menos Laura, la maestra de Brian que no paraba de correr detrás de él, llamándole la atención porque pegaba a un compañero, le ponía la traba al otro, le tiraba del pelo a una compañera...
Todas, menos ella, descansaban en el recreo y cuidaban a los niños con una taza de té en la mano. Laura no se quedaba quieta ni un momento. A veces, cansada de darle oportunidades, sentaba a Brian en un banco que estaba cerca de donde estaban ellas y, desde ahí, lo miraba.
En el salón la situación no era mejor. Laura ya había probado todos los lugares y lo sentó con todo tipo de compañeros: tranquilos, movidos, de enfado fácil, le aguantaban... pero nada resultaba, en menos de dos minutos estaban a su lado para pedir cambio de lugar; no podían trabajar a su lado. Brian parecía disfrutar de la situación.
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Cuenta la historia que cuando Jesús era niño, acompañaba a la Virgen María, cada mañana, hasta el pozo, en busca de agua. El pequeñín miraba cómo su madre llenaba el cubo y cómo con gran esfuerzo lo levantaba por encima de su cabeza para transportarlo con perfecto equilibrio hasta su casa. Pero cierto día, el infante le dijo a su madre: -Mamá, déjame que te ayude, por favor. La Santísima Virgen se rehusó al principio por ser aún tan pequeño. -No, hijo. El cubo es pesado y te puedes hacer daño.
Pero como insistiera su hijo, la Virgen dejó el cubo a medio llenar y lo ayudó a cargarlo sobre el hombro, apoyándose con la cabeza y el brazo. Caminaron largo y cuando llegaron, la Virgen María se angustió porque el niño tenía una enorme llaga en el hombro. -¡Hijo, te has lastimado! ¡Te dije que no lo hicieras! ¡Mira qué herida te has hecho! -No te angusties, mamá, tranquila -repuso el niño-. Es necesario que me vaya preparando... -le respondió.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

La Iglesia celebra este domingo 17 de enero la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado. Se trata de una fecha, instituida hace ya muchos años, que nos ayuda a tomar conciencia de que los migrantes y los refugiados son consecuencia de un fenómeno que afecta a tantos hermanos nuestros: la movilidad humana. Las causas y las consecuencias jurídicas son ciertamente diversas en uno o en otro caso; pero ambos fenómenos deben verse en un mismo marco explicativo para que no surjan en nuestra sociedad movimientos de apoyo a unos y de rechazo de otros.
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El evangelio de este domingo es el episodio de la boda de Caná de Galilea, en la que Jesús hizo su primer milagro. Tres son las ideas fundamentales que aparecen en él: el milagro-signo, la intervención de María y el vino de la Eucaristía. El milagro-signo consistió en convertir unos seiscientos litros de agua en un vino exquisito. Llama la atención que Jesús hiciera el milagro para evitar un mal trago a los nuevos esposos.
Si en Occidente se haría el ridículo si en una boda no hubiese champán para todos los invitados, en Oriente hubiera sido bochornoso que faltase el vino, pues es inconcebible una fiesta sin vino. Ahora bien, Jesús no realizó el milagro por propia iniciativa. Más aún, parece que no lo habría hecho por iniciativa propia, dada la respuesta que dio a su Madre. Fue ésta la que hizo adelantar “la hora” de Jesús con esta sencilla pero eficaz presentación de cargos: “No tienen vino”. Jesús comprendió que su Madre le pedía que hiciera un milagro en favor de aquellos novios.
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