Evangelio del Domingo, 10 de Mayo de 2015

Todos sabemos cómo funciona un pozo artesano. Hay un manantial que origina el agua, un tubo que la extrae al exterior y un receptor que se beneficia del agua extraída. Lo más importante es, sin duda, el manantial. Pero de poco serviría disponer de una imponente bolsa de agua si no tenemos para sacarla a la superficie. Y de poco serviría sacarla como agua de primera calidad si nadie quiere aprovecharla Manantial, tubo de extracción y algo/alguien que recoja el agua son realidades íntimamente unidas.

El evangelio de este domingo lo refleja perfectamente. Hay un manantial de amor: el Padre. Hay un instrumento que lo trae a la tierra: Jesucristo. Y hay unos receptores: los sarmientos que están unidos a la vid -los bautizados- y se benefician de ella. Jesús lo dice con toda sencillez: "Como el Padre me amó, así os he amado Yo. Permaneced en mí amor". La cadena es perfecta: el Padre genera el amor, ese amor lo recibe y trasmite el Hijo y nosotros lo hacernos nuestro y lo comunicarnos a los demás. Para ello es indispensable permanecer unidos a Jesús: "Permaneced en mi amor".

Permanecer en el amor que nos trasmite Jesús es no salirse de él por el egoísmo, el pecado y cualquier comportamiento indigno de la vocación cristiana. Pero hay que entenderlo bien: permanecer en el amor de Jesús no es sólo profesarle un amor afectivo. Es amarle con amor efectivo, con obras concretas de amor. Guardar los mandamientos: ',esta es la clave para saber que nuestro amor es verdadero!. Guardar todos los mandamientos, pero especialmente los dos que son principales: el amor a Dios y el amor a los demás. Ahora se comprende bien lo que decía el evangelio del domingo anterior: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Si el sarmiento permanece en la vid, da fruto abundante. Si no está unido a la vid, se seca y lo cortan". Nosotros no podemos amar a Dios y al prójimo con nuestras propias fuerzas. Sin estar unidos a Jesús por la Eucaristía y la oración, nuestro amor será una quimera.

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Estuve enfermo y me visitasteis

Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)

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Hoy celebramos la Pascua del Enfermo. Con ella concluimos un camino que comenzó el pasado 11 de febrero, Jornada Mundial del enfermo. Estamos, por tanto, ante una hermosa realidad. Porque los enfermos son los más pobres entre los pobres y, por ello, los preferidos de Jesucristo.


Gracias a Dios es inmensa la labor que los poderes públicos, los profesionales de la sanidad, los voluntarios, las órdenes religiosas especializadas, los familiares y tantas buenas personas realizan a favor de los enfermos. Entre todos ellos, merece una mención especial la de quienes están al lado de enfermos que necesitan una asistencia permanente y una ayuda continua para lavarse, vestirse, alimentarse. Sobre todo, cuando esto se prolonga durante mucho tiempo. Porque es fácil servir algunos días o algunas horas. Pero cuidar a los enfermos durante meses e incluso durante años entraña una gran dificultad. Más aún, en muchos casos una verdadera heroicidad. Desde aquí quiero agradecer a estas personas, especialmente si son creyentes, su valiosísima atención a los familiares enfermos. El Señor se lo pagará como él sabe hacerlo.

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Evangelio del Domingo, 3 de Mayo de 2015

El evangelio de este domingo lo entenderán especialmente bien los de la Ribera. Porque habla de algo que ellos conocen a la perfección: las viñas. Más en concreto, del fruto que deben dar las viñas, de las condiciones para lograrlo y del modo de proceder del agricultor cuando una viña no da fruto. Jesús dice que él es “la Viña verdadera” y nosotros, los sarmientos destinados a dar “fruto abundante”. Condición indispensable para ello es que estemos unidos a la Vid. Porque si un sarmiento se separa de la vid, se seca y se echa el fuego. El sarmiento se separa de la vid de dos maneras: una, si se le corta o arranca; otra, si se permanece en la vid pero sufre un percance que lo priva de su sabia.

Nosotros nos separamos de la Vid de Cristo si rompemos con los compromisos bautismales y renegamos de nuestra fe. Pero también nos separamos de la Vid si cometamos un pecado grave contra Dios o contra el prójimo. En ese preciso momento, somos sarmientos “separados” de la vid, aunque externamente permanezcamos unidos a ella. Y no daremos fruto de vida cristiana. Llevaremos la etiqueta de “cristianos” pero nuestra vida no será lo que se espera de nosotros: una vida fecunda como la de Cristo. Para nuestra fortuna, si nos encontramos en esa situación de “sarmientos separados de la vid”, podemos ser reinjertados en ella por el sacramento de la Penitencia.

Este sacramento nos devuelve la unión con Jesucristo. Luego viene la Eucaristía, que la robustece. Y la poda, que también la robustece. La poda son las pruebas de la vida cristiana, que son una condición necesaria para ser más fecundos. Todos los santos han tenido pruebas. Más aún, muchas pruebas. Las acogieron no sólo con resignación sino con gratitud. Porque sabían que así se unían más a Jesucristo, muerto y resucitado, y podían más fruto de amor a Dios y al prójimo. La pregunta es ineludible: en este preciso momento, ¿estoy unido o separado de Cristo? ¿Mi vida está cuajada de frutos o es una vida estéril? Cuando deje este mundo, ¿habré dejado huella o habré sido un sarmiento infecundo y apto para ser arrojado fuera y quemado?

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Romeros de mayo

Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)

gil hellinLa llegada de la primavera vuelve a recordarnos que la geografía burgalesa es una geografía de peregrinación. Nos topamos de nuevo con los rostros cansados pero alegres de gente que viene de cualquier parte de Europa camino de Santiago de Compostela. Incluso comienzan a ser frecuentes peregrinos de allende los océanos. Como es lógico predominan los jóvenes, pero también hay muchos adultos y hasta de la tercera edad. El Santo Cristo de nuestra Catedral es una etapa que recorren muchos de ellos. La Virgen del Manzano, en Castrojeriz, también es paso obligado y lugar propicio para recabar de María su maternal bendición y protección.

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Evangelio del Domingo, 26 de Abril de 2015

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,11-18):

En aquel tiempo dijo Jesús:

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

Parroquia Sagrada Familia