Estamos caminando hacia Cafarnaúm, junto al mar de Tiberiades. Más en concreto, hacia la casa de un tal Miro, persona desconocida para nosotros pero muy conocida en la ciudad, pues no es vano es el Jefe de la sinagoga.
Ha venido a jesús porque tiene una hija que se está muriendo y sabe que él puede curarla. Jesús no se ha hecho de rogar y se ha puesto en camino para realizar el milagro. Pero es ya tan grande su fama a estas alturas, que se ha reunido en tomo a él una gran muchedumbre. Tanta, que le "estrujan".
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Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
El jueves 18 de junio, el papa Francisco publicó su segunda encíclica, titulada 'Laudato si', mi Signore' (Alabado seas, mi Señor). El tema que aborda es muy actual: El cuidado de la casa común, es decir, de la creación. Esto explica que los destinatarios sean, a diferencia de lo que suele ocurrir con la mayor parte de las encíclicas, no sólo los católicos sino todos los hombres. El Papa ha querido que en sus reflexiones sobre lo creado quepan todos sin excepción alguna, como todos cupieron en el proyecto creatural de Dios.
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El evangelio de este domingo es el de la tempestad calmada. Después de una jornada de intenso trabajó Jesús sube a una barca para atravesar a la otra orilla. Rendido por el trabajo, duerme profundamente en la popa.
Mientras tanto, se levanta una gran tempestad y los apóstoles temen el naufragio. Ante tan gran peligro, despiertan a Jesús, gritándole: "Sálvanos, que nos hundirnos". Jesús manda que el mar se calme, cesa el viento y viene una gran bonanza.
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Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
La Iglesia ha tenido siempre una gran preocupación por los más pobres y marginados de la sociedad. Es lógico, porque Jesucristo, su Fundador, privilegió en su trato y en sus acciones a los enfermos, leprosos, pobres y pecadores.
Esta preocupación no tardó en institucionalizarse, hasta el punto que pronto creó un cuerpo de personas con el encargo específico de atender a los pobres y necesitados. Esta institución –los diáconos- llegó a tener tal peso, que, durante mucho tiempo, a la muerte del Papa era elegido para sucederle el primero de los diáconos.
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