Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Nuestro ritmo vital, familiar y social hace que estos días estemos recuperando ya el paso cotidiano y la cuesta de enero. Sin embargo, según el calendario de la Iglesia, hoy nos encontramos aún en el tiempo de Navidad, que lo concluimos celebrando la fiesta del Bautismo del Señor.
Aunque han transcurrido muy pocos días, hemos pasado de contemplar al Niño-Dios a centrarnos en el inicio de la vida pública del Señor, del Mesías, del Ungido. La razón es clara: junto al hecho, impensable por nuestra parte, de que Dios asumiera en todo menos en el pecado nuestra condición humana, hemos de admirar que llevara adelante el anuncio del Evangelio de la buena noticia de la salvación.
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Estamos en las orillas del río Jordán. Juan Bautista predica y bautiza. Predica a la gente que cambie de vida, que pida perdón a Dios de sus culpas y reinicie el camino de los mandamientos.
Porque hay que preparar el camino moral al que todos están esperando: el Mesías anunciado desde hace siglos por los Profetas. La gente se conmueve ante las palabras del Bautista, pues están avaladas por una vida de gran coherencia y sacrificio. Y, como signo de que quieren cambiar de vida, se meten en el agua y él les bautiza. Hoy ha venido Jesús de Nazaret y se ha puesto en la cola como uno más.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Una semana después de celebrar la Navidad, mientras estamos envueltos en el misterio de la presencia y de la misericordia de Dios, comenzamos un año nuevo, el año 2016. La cercanía de estas dos fechas parece querernos recordar que es la presencia de Dios en el mundo lo que hace que el tiempo sea nuevo, que verdaderamente podamos vivir un año “nuevo”.
El tiempo nuevo que se abre ante nuestra vida es una ocasión que se nos ofrece para dejar atrás pesimismos, cobardías, indiferencias, intereses egoístas, que son siempre fuente de amargura y que tanto daño hacen en la vida personal y social. Si no salimos de estas actitudes el tiempo seguirá siendo “viejo”, por más que pasen las fechas del calendario. Pero Dios nos ofrece la posibilidad de que nuestro tiempo sea verdaderamente “nuevo”, si convertimos nuestro corazón al amor de Dios y de nuestros hermanos. “He aquí, dice el Señor, que yo hago nuevas todas las cosas” (Ap. 21,5).
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Modos los caminos de salvación propuestos por el hombre, sean filosóficos o religiosos, antiguos o modernos, siempre han colocado a Dios encima de una pirámide ideal, tratando de llegar a la cumbre por medio de grandes esfuerzos especulativos o ascéticos. Nunca lo han logrado y, si lo han logrado, nunca han alcanzado al Dios vivo y santo que nos propone la Biblia sino a un simulacro.
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