Jornada de oración por la creación
Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
El papa Francisco acaba de instituir una Jornada Mundial de oración por la creación. A partir de este año se celebrará el uno de septiembre, en concomitancia con la que celebra la Iglesia Ortodoxa. La iniciativa acoge una sugerencia del actual Metropolita de Pérgamo en la presentación de la encíclica del Papa, Laudato si.
El objetivo de esta Jornada es suscitar en los fieles una profunda conversión espiritual, como respuesta teológica a la actual crisis ecológica. En efecto, hay muchos, incluso cristianos, que se burlan cuando oyen hablar de esto o se encogen de hombros. Otros no le dan ninguna importancia. Sin contar los que sólo ven en la creación un medio de disfrute personal, con independencia de cualquier referencia ética. La consecuencia de todo esto es que nos encontramos sumidos en una profunda crisis ecológica, que amenaza la misma existencia humana.
La cuestión de fondo es que los hombres y mujeres de hoy pensamos que somos dueños y señores de la creación y que ésta es un patrimonio nuestro. Como consecuencia manejamos la naturaleza sin miramiento alguno y la explotamos sin l a menor consideración. El resultado final es que la vamos destruyendo poco a poco pero de modo inexorable. El así el llamado "cambio climático" es una de sus manifestaciones.
Pensar que podemos maltratar o hacer de la creación lo que nos plazca, es un error y un pecado. En efecto, nosotros no somos dueños de la creación sino administradores. Además, el mundo ha sido creado por Dios no sólo para disfrute de nuestra generación sino para que sea un espacio habitable para todas las generaciones que han de existir hasta el fin del mundo. Destruir este proyecto de Dios es ir en contra de lo que Dios quiere. Ahí es donde radica su malicia. Como ha señalado el Patriarca Bartolomé, "que los seres humanos destruyen la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados".
Por eso, el Papa, que hace suya esta valoración, pide en la encíclica Laudato si no sólo un cambio técnico sino ético y teológico. Adoptar todos los recursos técnicos disponibles y los que irán surgiendo, aunque sea necesario, no resuelve el problema. Porque es quedarse en los síntomas. Lo que importa es un cambio moral, un cambio de la mente y del corazón, fruto de considerar la creación como lo que realmente es: un don de Dios que no podemos derrochar, maltratar y destruir. El derroche "comienza cuando no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos" (Benedicto XVI). A nadie se le escapa que esta mentalidad y comportamiento es un intento más de ser como Dios; más aún, más que Dios. Al menos, nos hacen incoherentes y egoístas.
El Papa Francisco nos traza en su encíclica Laudato si el camino que hemos de seguir. Necesitamos "una conversión ecológica, que implica dejar brotar todas las consecuencias de nuestro encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea. Vivir la vocación de ser proyectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no es algo opcional ni un aspecto secundario de la experiencia cristiana" (n. 217).
Sea bienvenida, pues, la Jornada que acaba de instaurar el Papa. Pidamos a Dios que seamos capaces de ver en la naturaleza la obra que él creó pensando en el bien de todos sus hijos –no sólo de nosotros- y comprender cada vez mejor la huella que él ha dejado impresa en la creación.