El capítulo está dividido en dos partes: la pesca milagrosa y el diálogo entre Jesús y Pedro. En la primera parte es de nuevo el Discípulo Amado el que primero reconoce a Jesús como “el Señor”. La historia usa los símbolos de noche y día para destacar que lo que no se logró en la oscuridad se hace ahora posible al amanecer. El evangelista usa los temas de noche y día, tinieblas y luz a través de todo su Evangelio. El fuego preparado por Jesús nos recuerda su papel de servidor de todos y prepara el escenario para el diálogo que sigue. Pedro negó a Jesús tres veces (18:16-25) y ahora Jesús le da la oportunidad de profesarle su amor tres veces también.
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—Dale, levántate, vístete, mira cómo está el día. Te dije que iba a estar bonito. Ya te preparé la comida, la mochila y el zumo. Apúrate que el autobús sale en unos minutos. La madre de Marta hacía el mayor esfuerzo para convencer a su hija de que fuera al campamento. Marta no disfrutaba de esos viajes. Prefería quedarse en su cuarto, con el ordenador, leyendo, sentada en algún lugar sin hierba, ni barro, ni hormigas.
—Eres un bicho de ciudad -le decían sus padres. —Y sí, nací aquí y pasé toda mi vida en este apartamento. Lo único que conozco de tierra es la maceta del balcón. —Va a ser un día espectacular. El sol brilla con fuerza. Todavía no llegó el frío del invierno. El otoño es hermoso. Las hojas sobre la hierba, de diferentes colores... Ideal para hacer un picnic. Cada palabra que decía su madre llenaba más de temor y de seguridad a Marta. Temor por lo mal que lo iba a pasar y seguridad de que no quería ir. Pero esto último no era discutible. Conocía a su madre y sabía que, cuando se le metía algo en la cabeza, era imposible hacerla cambiar de opinión. La consolaba la idea de que sólo serían unas horas de pasarlo mal.
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Evangelio significa Buena Noticia. Hoy se nos da la mejor de las noticias: Cristo ha resucitado. Si Cristo no hubiera resucitado nuestra fe sería vana, descansaría en el vacío y en la muerte. Pero Cristo resucitó y nuestra fe se acrecienta en la esperanza de que nosotros también un día podemos resucitar y entrar en la vida definitiva. Proclamar la Resurrección es anunciar que la muerte está vencida, que la muerte no es el final.
Nadie fue testigo del momento de la resurrección del Señor, porque no fue un hecho físico y sensible como el de levantarse del sepulcro para vivir la vida de antes. Fue un hecho estrictamente sobrenatural. Los apóstoles no vieron el hecho transformante, pero fueron testigos de los efectos: Vieron a Jesús, le palparon, y este acontecimiento les trasformó totalmente la vida. Hay personas que quizá piensen que la resurrección de Jesús fue como un revivir, como fue lo de Lázaro, la hija de Jairo o el joven de Naín. En ese caso después tendría que volver a morir. Lo de Jesús fue un paso adelante hacia otra vida superior, hacia una vida para siempre, una vida que será para nosotros.
Hoy lo primero que se nos pide es un acto de fe: creemos que Cristo resucitó, que vive entre nosotros. Cristo resucitó y por lo tanto vive para nosotros y en nosotros. La Resurrección del Señor no es un acto que pasó. Es actual, porque vive y lo debemos sentir que está con nosotros. La Resurrección nos revela que Dios no nos abandona, sino que está con nosotros en nuestro caminar de la vida. Por eso es un día de acción de gracias y de alegría. La alegría es un fruto del Espíritu Santo. No debemos ahogarla aunque hayamos sufrido con Cristo clavado en la cruz el Viernes Santo. Precisamente a aquellos que más unidos estuvieron con el dolor de Jesús en su muerte, en el día de su resurrección Jesús les quiere dar una mayor alegría. Sentir la alegría de Cristo resucitado sería una gracia que debemos pedir a Dios vivamente en este día.
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Los chicos y chicas de sexto curso habían ido de campamento. Todo había salido muy bien, hasta la última noche. En medio de la oscuridad, cuando se suponía que todos dormían, se escuchó un grito: "¡Gooool!". EL grito fue tan fuerte que los chicos y los profesores se despertaron. Una profesora, por salir corriendo de la carpa, se tropezó y cayó de cara sobre un tronco, y comenzó a salirle sangre de la nariz. Una chica se despertó de golpe y pisó la mano de su compañera. Uno de los chicos que estaba soñando, comenzó a gritar y no podían calmarlo. En breves instantes el campamento fue un caos. Algunos gritaban, otros lloraban, otros miraban medio dormidos y sin saber qué había pasado. ¿Se viene una tormenta? ¿Hubo un terremoto? —¿Dónde estoy? -preguntó Mariela que era bastante despistada.
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