
Evangelio del Domingo, 13 de agosto de 2017
Es una evidencia. La barca de Pedro de hoy – la Iglesia- se encuentra en una situación similar a la que describe el evangelio de este domingo 19 del Tiempo Ordinario. Ahora, como entonces, se cierne sobre ella una tormenta tan fuerte que da la impresión de irse a pique. Pero ni entonces se hundió ni ahora se hundirá. Ciertamente no la salvará, como entonces no la salvó, la pericia y las cualidades de Pedro y de los demás apóstoles, ahora del Papa y de los Obispos, sus sucesores.
Entonces se salvó y ahora se salvará por el poder de Jesús, infinitamente superior al de este mundo y sus representantes. Pedro y los demás Apóstoles eran totalmente impotentes para hacer frente al oleaje, a la tempestad. Pero su impotencia se convirtió en su fuerza. Porque, al comprobar su absoluta incapacidad para resolver la situación y, la vez, la no menor necesidad de hacerlo, hicieron lo único que podían hacer: gritar al Señor pidiendo auxilio. Y, tras su “Señor, sálvanos, que nos hundimos”, Jesús intervino y llegó la calma.