Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

Nuestra diócesis tiene un marcado carácter rural que la configura profundamente. Por eso la fiesta de San Isidro Labrador, que celebraremos a mitad de mayo, hace que volvamos la mirada a nuestros queridos pueblos, descubriendo las luces y las sombras de la realidad que en ellos se encierra. En torno a ese día, la mayoría de estos pueblos recobran vida para compartir una bella jornada de encuentro y celebración. Me alegra mucho por lo que supone de oración, bendición y acción de gracias al Dios Padre Creador que nos ha dado la tierra como un hermoso jardín para cuidarlo, disfrutarlo y colaborar en su proyecto de amor.
Yo mismo voy conociendo poco a poco la belleza de los muchos pueblos de nuestra geografía burgalesa en sus diferentes comarcas. Y la dureza, a la vez, de las zonas marcadas por la despoblación progresiva con todas sus consecuencias. En la Visita Pastoral tengo la posibilidad de encontrarme con muchos de vosotros y de compartir vuestros deseos, afanes y trabajos en la vida de cada día. Descubro y valoro que cada pueblo encierra una historia, una belleza que le hace ser rico y singular. Pero lo mejor de estos pueblos son sus gentes, muchas de ellas curtidas por los años y las dificultades de una vida para nada fácil y sencilla. Gentes, castellanas recias, que saben de disponibilidad, de sacrificio, de gratuidad, de servicio, de fe. Gentes sencillas que, como el Evangelio, nos hablan de la cercanía de un Dios que ha escogido escenas y realidades del campo para manifestarse a sí mismo: el sembrador, el viñador, el pastor...
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La Iglesia celebra este cuarto domingo de Pascua, el día del Buen Pastor, tradicionalmente llamamos pastores a la jerarquía, sin darnos cuenta, que el trabajo pastoral de la Iglesia, corresponde a todos los bautizados. Y lo que es más importante, el único pastor y Señor de la comunidad cristiana, es Jesucristo. Por eso, la única manera de ejercer la pastoral, es haciéndolo como él la ejerció: como un servicio a la comunidad, ésto queda resaltado en el Evangelio, la lectura de los Hechos y la primera Carta de San Pedro, que proclamamos en este día.
Está claro, que la Iglesia necesita como cualquier organización o grupo humano, un mínimo de organización. Pero en ella, no es la comunidad la que debe estar al servicio de la organización, ni al servicio de la autoridad. Es la autoridad, la que está al servicio de la comunidad, son numerosas las ocasiones, en las que Jesús indica cómo debe ejercerse la autoridad entre nosotros y quizás la más importante, la escuchamos y visualizamos el día de Jueves Santo.
Hoy día, en el mundo, hay tanto ruido que impide escuchar su voz; son tantas las voces que se levantan alrededor pidiendo que las siga: mi soberbia, mi vanidad, mi orgullo... ¿Cuáles son las voces que me acechan?, ¿sé reconocerlas y diferenciarlas de tu voz, Jesús?
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

El tiempo de Pascua es el tiempo de la Vida. Es tiempo de acoger la vida nueva que se nos da en Jesucristo Resucitado, para identificarnos cada vez más con Él, compartiendo sus actitudes y sus mismos sentimientos de amor al Padre y a la humanidad. Y es tiempo también de animar tantas semillas de vida que existen y germinan en nuestra sociedad, en nuestro mundo y a nuestro alrededor. En mi reciente Carta Pastoral os decía que: «nuestra defensa y cuidado de la vida ha de ir más allá, no puede limitarse al ámbito privado o a las relaciones interpersonales. La integridad de la vida, la aspiración a una vida buena desde el punto de vista ético y colectivo, debe incluir las estructuras sociales, políticas y económicas, para generar una cultura de la vida que encarne la novedad del Evangelio. Los cristianos nos hemos de hacer presentes en la sociedad de modo activo, como protagonistas, con la decisión y el coraje que en ocasiones nos falta».
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Tarde de Resurrección. Dos discípulos de Jesús caminan de Jerusalén a Emaús, un pueblo a ocho kilómetros. Llevan el alma destrozada. Van comentando la noticia del día: la muerte y sepultura del que había sido su héroe. De pronto se les une un caminante y pregunta: ¿De qué habláis? ¿De qué podemos hablar que no sea de Jesús, profeta grande en obras y palabras, al que han dado muerte los jefes del pueblo? Él había dicho que resucitaría pero, ya ves, hace de esto tres días y no ha tenido lugar. Es verdad que unas mujeres han ido al sepulcro, lo han encontrado vacío y dicen que unos ángeles les han dicho que ha resucitado, pero a él no le han visto. Ya sabes, cosas de mujeres. Les escucha atentamente y deja que saquen a superficie lo que les oprime el alma.
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