Vigilia Pascual 2017, en imágenes

Para que tengan vida

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Hoy estamos celebrando el Domingo de Pascua. Quiero, en primer lugar, que os llegue mi entrañable saludo y felicitación pascual, deseándoos a todos y cada uno la alegría, la paz y la vida nueva del Señor Resucitado. «Buscáis a Jesús, el crucificado... No está aquí, HA RESUCITADO, id a contárselo a los discípulos... Ellas, llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos». Con estas palabras podemos resumir el Evangelio de la Vigilia Pascual. Es el mensaje que el ángel comunica a las mujeres que habían acudido al sepulcro de Jesús. Como cuenta el evangelista, ellas fueron a anunciarlo rápidamente, porque el gozo pascual empuja al anuncio, a la evangelización.

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Evangelio del Domingo, 16 de abril de 2017, Pascua de Resurrección

«En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro» (Mt 28,1). Podemos imaginar esos pasos..., el típico paso de quien va al cementerio, paso cansado de confusión, paso debilitado de quien no se convence de que todo haya terminado de esa forma... Podemos imaginar sus rostros pálidos... bañados por las lágrimas y la pregunta, ¿cómo puede ser que el Amor esté muerto?

A diferencia de los discípulos, ellas están ahí —como también acompañaron el último respiro de su Maestro en la cruz y luego a José de Arimatea a darle sepultura—; dos mujeres capaces de no evadirse, capaces de aguantar, de asumir la vida como se presenta y de resistir el sabor amargo de las injusticias. Y allí están, frente al sepulcro, entre el dolor y la incapacidad de resignarse, de aceptar que todo siempre tenga que terminar igual.

Y si hacemos un esfuerzo con nuestra imaginación, en el rostro de estas mujeres podemos encontrar los rostros de tantas madres y abuelas, el rostro de niños y jóvenes que resisten el peso y el dolor de tanta injusticia inhumana. Vemos reflejados en ellas el rostro de todos aquellos que caminando por la ciudad sienten el dolor de la miseria, el dolor por la explotación y la trata. En ellas también vemos el rostro de aquellos que sufren el desprecio por ser inmigrantes, huérfanos de tierra, de casa, de familia; el rostro de aquellos que su mirada revela soledad y abandono por tener las manos demasiado arrugadas. Ellas son el rostro de mujeres, madres que lloran por ver cómo la vida de sus hijos queda sepultada bajo el peso de la corrupción, que quita derechos y rompe tantos anhelos, bajo el egoísmo cotidiano que crucifica y sepulta la esperanza de muchos, bajo la burocracia paralizante y estéril que no permite que las cosas cambien. Ellas, en su dolor, son el rostro de todos aquellos que, caminando por la ciudad, ven crucificada la dignidad.

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Contemplar al crucificado

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Cada domingo los cristianos nos reunimos en el ‘Día del Señor’ para celebrar gozosos el misterio de la muerte y de la resurrección de Jesús. Una vez al año, en estas fechas de Semana Santa que nos disponemos a vivir, celebraremos de forma solemne y pausada cada uno de estos misterios donde se nos manifiesta hasta qué punto llega el amor de Dios.

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Evangelio del Domingo, 9 de abril de 2017

El rey David cometió un doble gravísi­mo pecado: adulteró con la mujer de Urías, su más valiente general, y mandó matar a éste para casarse con su esposa. El profeta Natán vino a su encuentro y le contó que en una ciudad había dos hom­bres: uno rico que tenía muchas ovejas y vacas y uno pobre que tenía sólo una ove­ja. Llegó un peregrino a casa del rico y no quiso coger una de sus ovejas para darle de comer sino la oveja del pobre. David montó en cólera y preguntó: ¿Dónde está ese hombre, para acabar con él? Natán le contestó: "Ese hombre eres tú".

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Parroquia Sagrada Familia