Evangelio del Domingo, 3 de septiembre de 2017
"Apártate de Mi, Satanás, Tú piensas como los hombres, no como Dios". El contraste no puede ser más grande con lo que hace poco decía Jesús a Pedro. Porque mientras le alaba y hace la gran promesa de convertirle en el cimiento de su Iglesia cuando confiesa abiertamente que es el Mesías y el Hijo de Dios, ahora le rechaza de modo radical. Tanto, que es lo más duro y encendido del Evangelio.
¿Qué ha pasado para que Jesús haya cambiado tanto en su actitud respecto a Pedro? Algo demasiado serio. Pedro, en efecto, cuando Jesús ha anunciado que subía a Jerusalén para sufrir mucho, ser llevado a una cruz y, finalmente, morir a manos de sus enemigos se ha opuesto violentamente y ha dicho: "Esto no puede ser". Pedro acepta que Jesús es el Mesías. Pero no acepta que sea un mesías humillado, derrotado y muerto. Él piensa en un mesías que triunfe, que sea glorioso y conquistador, un mesías ante quien todos y todo se rinda. Por eso, cuando le ha oído a Jesús hablar de un Mesías perseguido, desechado y crucificado ha reaccionado como al que le han echado abajo todo el edificio, todos sus esquemas y todos sus proyectos de futuro.
Por eso se revuelve y protesta. Pedro no acepta la pasión de Jesús, sólo acepta su gloria. El fracaso y el dolor no entra en sus cálculos. Pedro se ha convertido en un gran tentador para Jesús. Está jugando el mismo papel que el demonio en el desierto. Como él quiere apartarle del cumplimiento de su misión, quiere que no realice aquello para lo cual ha venido a este mundo: entregar su vida en rescate por todos. Morir por amor para librar al hombre del pozo de egoísmo y vileza en que lo había metido el pecado.
Eso explica que Jesús se encare con Pedro con la misma radicalidad con que se había opuesto en el desierto al demonio. Mientras esto escribo me pregunto si Pedro no es un buen representante nuestro. ¿Aceptamos ir detrás de un Jesús que nos ofrece, sí, la resurrección y la gloria, pero después de haber pasado por el sufrimiento, la humillación, el rechazo y hasta la misma muerte? Si ahora nos encontráramos frente a frente con Jesús ¿tendría que hacernos la misma dura reprensión que a Pedro?
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16,21-27):
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos:
«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»