Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

Queridos hermanos y hermanas:
Nuestro Seminario de San José cumplirá el próximo domingo 125 años formando sacerdotes a la medida del inmenso amor de Dios. Os invito a conocer los actos que han preparado para dicha efeméride y participar en ellos dando gracias a Dios por tantos dones recibidos.
Hoy recordamos, de manera muy especial, al cardenal fray Gregorio María Aguirre –entonces arzobispo de Burgos– y al hoy beato Manuel Domingo y Sol, quienes fundaron, en 1897, el Seminario Menor de San José. El 22 de abril de ese mismo año fue colocada la primera piedra del edificio. Tras concluir las obras, en noviembre de 1898, el centro formativo inició su andadura académica, encargando el cuidado y la formación de los jóvenes a la hermandad de sacerdotes Operarios Diocesanos.
La inauguración de aquel curso guarda un detalle imborrable: comenzó con la celebración de la Eucaristía y la posterior reserva del Santísimo Sacramento en el sagrario de su capilla. Desde entonces, el Seminario recuerda, cada segundo domingo de noviembre y con especial emoción, aquella primera reserva eucarística con su entrañable fiesta del Reservado, a la que asisten no solo los seminaristas y sus familias, sino también numerosos sacerdotes que se han formado entre los viejos muros del edificio del Paseo del Empecinado.
Qué importante es contemplar cómo permanece y sigue dando frutos en abundancia esta comunidad de vida: como semilla de futuros sacerdotes, como lugar de crecimiento interior, como comunidad educativa y misionera, como experiencia fuerte de Dios y como respuesta a una llamada que cambia por completo la mirada, el alma y el corazón para la tarea evangelizadora.
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Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

Queridos hermanos y hermanas:
El Señor nos eligió a cada uno de nosotros «para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1,4). Esta semana celebramos la festividad de Todos los Santos: aquellos que «ya han llegado a la presencia de Dios» y que mantienen con nosotros «lazos de amor y comunión», tal y como escribe el Papa Francisco en la exhortación apostólica Gaudate et exultate, donde hace una llamada a la santidad en el mundo actual.
Con la intención de prepararnos para este gran día que celebra la Iglesia, ponemos la mirada en las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12) con la intención de señalar el camino que el Señor propone para sus discípulos. En este sentido, el Papa destaca que en ellas «se dibuja el rostro del Maestro», que estamos llamados a transparentar «en lo cotidiano de nuestras vidas».
Qué importante es encarnar la santidad en el contexto actual; ya sea en nuestras familias, en nuestros trabajos o en nuestros ambientes. El Señor nos llama a caminar en su presencia y a ser santos (cf. Gn 17, 1). Lo que quiere es que crezcamos en santidad a su lado y gastemos hasta el último aliento en ser amados y amar como Él nos ha amado. Su lenguaje es la misericordia, la entrega y el perdón; y su medida es el amor con el que nos ha amado desde toda la eternidad: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1,5).
El Papa, en dicha exhortación, habla de «los santos de la puerta de al lado»; personas, como tú y como yo, que participan de la santidad del Pueblo de Dios. Una Iglesia peregrina que está inmersa en el mundo y que «viven cerca de nosotros» y «son un reflejo de la presencia de Dios».
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Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

Queridos hermanos y hermanas:
Un año más, y ya van 97, celebramos el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), organizado por Obras Misionales Pontificias. Un día especial para ponernos en camino –de la mano de los misioneros– hacia la Tierra Prometida y para dejar que nuestra vocación de bautizados arda en palabras y obras y nos impulse hacia una acción misionera que testimonie la alegría del Evangelio.
Corazones fervientes, pies en camino (cf. Lc 24,13-35). Este tema, inspirado en el relato de los discípulos de Emaús, ha sido el elegido por el Papa Francisco para esta jornada que hoy conmemoramos. «Aquellos dos discípulos estaban confundidos y desilusionados», subraya el Papa, pero el encuentro con Cristo «en la Palabra y en el Pan partido» encendió su entusiasmo «para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén» y «anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente».
Quien experimenta en su vida la acción del Espíritu, percibe que escuchar al Maestro transforma el corazón, reconocerle da un nuevo sentido a la mirada y seguirle insta a ponerse en camino.
Vuelvo la mirada a ese pasaje evangélico que nace en el camino de Emaús, con Jesús resucitado y el corazón de los discípulos que estaba apagado por la desilusión, pero vuelve a encenderse ante sus palabras… «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).
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Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

Queridos hermanos y hermanas:
Con el comienzo de un nuevo curso escolar, hoy deseo dirigirme, de manera especial, a los profesores de Religión Católica. Vuestra vocación, que responde a un servicio inmensamente generoso y a una llamada que viene de Dios, nos hace comprender que nadie puede transmitir con la palabra lo que no guarda en el corazón.
Vuestro servicio impagable a la Iglesia y a todos los que formamos parte de ella, desde una mirada profundamente enamorada de Jesús de Nazaret, coloca en el primer puesto a la persona humana y su inviolable dignidad. Ciertamente, como recordaba el Papa Benedicto XVI a un grupo de profesores de Religión en escuelas italianas pronunciado en abril de 2009, «poner en el centro al ser humano creado a imagen de Dios (cf. Gn 1, 27)» es, de hecho, «lo que caracteriza diariamente vuestro trabajo, en unidad de objetivos con los demás educadores y profesores».
La dimensión religiosa es intrínseca al hecho cultural porque, como insistía Joseph Ratzinger, «contribuye a la formación global de la persona» y «permite transformar el conocimiento en sabiduría de vida». Vosotros proporcionáis el alma necesaria a la escuela y, al mismo tiempo, dejáis un poso de amor en el aula que, quizá, no es posible testimoniar y desplegar de modo tan explícito en otras asignaturas. En este sentido, volviendo a las palabras del tan recordado Papa Benedicto XVI, gracias a vuestra enseñanza «la escuela y la sociedad se enriquecen con verdaderos laboratorios de cultura y de humanidad».
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