Frenar la desigualdad está en tus manos
Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas:
Hace algunos años, por estas mismas fechas, visitaba una misión en un lugar muy empobrecido de África. Al llegar, tras saludar a los misioneros, un cartel que colgaba de una pared de barro llamó poderosamente mi atención. Decía: «La vida pasa para todos, pero no para todos pasa igual».
Hoy, cuando celebramos la Jornada Nacional de Manos Unidas, recuerdo aquel momento de una manera especial. Esas palabras, escritas desde un corazón fracturado que llama a la solidaridad, resuenan en mis entrañas como un signo eficaz de la presencia del Señor Jesús en medio de los que más sufren.
Para promover sociedades más justas, «no basta con reducir la pobreza y el hambre, o mejorar la calidad de la educación o del medioambiente», sino que «es necesario apostar decididamente por la eliminación de las iniquidades que atentan contra la vida digna de millones de personas». Con esta apuesta, Manos Unidas desea poner en el centro el problema de la desigualdad, que se ha convertido en la mayor amenaza a nivel mundial: «Provoca que millones de seres humanos vivan en la pobreza y mueran de hambre».
El lema de este año –Frenar la desigualdad está en tus manos– requiere de unas manos que sumen, que cuenten, que tomen rostro humano y empapen de belleza tantos rostros destrozados por la miseria.
Unos 8,7 millones de personas mueren de hambre al año, 24.000 al día, una cada 4 segundos. Y se calcula que al menos una tercera parte fallecen en edad infantil (Save The Children, septiembre 2022).
¿Cómo es posible que hoy, en pleno siglo XXI, haya personas que sigan muriendo por carencias básicas y de primera necesidad?