Domingo Mundial de las Misiones, DOMUND 2023

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

Un año más, y ya van 97, celebramos el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), organizado por Obras Misionales Pontificias.  Un día especial para ponernos en camino –de la mano de los misioneros– hacia la Tierra Prometida y para dejar que nuestra vocación de bautizados arda en palabras y obras y nos impulse hacia una acción misionera que testimonie la alegría del Evangelio.

Corazones fervientes, pies en camino (cf. Lc 24,13-35). Este tema, inspirado en el relato de los discípulos de Emaús, ha sido el elegido por el Papa Francisco para esta jornada que hoy conmemoramos. «Aquellos dos discípulos estaban confundidos y desilusionados», subraya el Papa, pero el encuentro con Cristo «en la Palabra y en el Pan partido» encendió su entusiasmo «para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén» y «anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente».

Quien experimenta en su vida la acción del Espíritu, percibe que escuchar al Maestro transforma el corazón, reconocerle da un nuevo sentido a la mirada y seguirle insta a ponerse en camino.

Vuelvo la mirada a ese pasaje evangélico que nace en el camino de Emaús, con Jesús resucitado y el corazón de los discípulos que estaba apagado por la desilusión, pero vuelve a encenderse ante sus palabras… «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).

Hoy, como entonces, «el Señor resucitado es cercano a sus discípulos misioneros y camina con ellos», especialmente «cuando se sienten perdidos, desanimados, amedrentados ante el misterio de la iniquidad que los rodea y los quiere sofocar», recuerda el Papa en su carta. Por ello, cada discípulo misionero está llamado a ser, como Jesús y en Él, gracias a la acción del Espíritu Santo, «aquel que parte el pan y aquel que es pan partido para el mundo».

La esperanza de que Cristo venció el mal y el pecado del mundo (cf. 16, 33) nos trae una enseñanza mayor: que los sufrimientos comienzan a encontrar un sentido cuando ponemos en la Eucaristía la razón de nuestra vida. Una Iglesia «auténticamente eucarística» es «una Iglesia misionera», como subraya la exhortación apostólica Sacramentum caritatis, del Papa Benedicto XVI (n. 84).

Verdaderamente, poniendo el corazón en algunas pinceladas de aquella carta postsinodal que nos recuerda que la Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, descubrimos que «no podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión» que, partiendo del corazón mismo de Dios, «tiende a llegar a todos». Así pues, insiste Benedicto XVI, «el impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana».

Como los discípulos de Emaús, los misioneros son enviados por el Padre para la redención del mundo (cf. Jn 3, 16-17). Además de ensalzar y proclamar su labor evangelizadora en todos los rincones de la Tierra, hemos de colaborar con ellos –mediante la oración, y el compartir nuestro tiempo y nuestros bienes– para el sostenimiento de la acción misionera, de modo que la Palabra de salvación, que es Cristo, llegue a todos los confines de la tierra.

Según el anuario pontificio, actualmente hay 1.119 territorios de misión. Lo que supone que, además de todos los templos y centros de catequesis, más de la mitad de las escuelas católicas están en las misiones y que la Iglesia construye de media dos instituciones sociales y seis educativas al día en las misiones.

España, con san Francisco Javier al frente como patrón de las misiones, es uno de los países que más misioneros envía a estos lugares donde el Señor es anunciado compartiendo la fe y la vida. Actualmente, son 10.000 los misioneros españoles que, como discípulos, actualizan cada día el Sacramento que hace presente la donación de amor que Jesús nos confió en la Última Cena.

Queridos misioneros, ¡gracias por vuestra vida entregada! Que María, modelo de evangelización para ofrecer a Cristo a toda la humanidad, sea el cuidado maternal que acompañe vuestros corazones y vuestros pies. Y que vuestro ejemplo perseverante y tenaz como discípulos misioneros inunde nuestras vidas. Gracias por ser esa luz –siempre prendida, delicada y dispuesta– que mantiene viva nuestra esperanza…

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

 
Parroquia Sagrada Familia