Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
El viernes día 13 de abril, el Papa anunció de modo oficial un Año Santo Extraordinario dedicado a la misericordia. Como se sabe, un Año Santo es una iniciativa pastoral que toma la Iglesia con el fin de llevar a sus hijos a vivir una experiencia religiosa con especial intensidad y renovación espiritual. Hunde sus raíces en el Antiguo Testamento, en el cual se establecía que cada 50 años se celebrase uno en el que se debía restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas oportunidades a las familias que habían perdido sus posibilidades.
La Iglesia comenzó a celebrar 'años santos' durante el pontificado de Bonifacio VIII, el año 1300. Este Papa estableció que se celebrasen cada 100 años, pero desde 1475 el tiempo se redujo a 25 años, con el fin de hacer posible que cada generación pudiese vivir, al menos, uno durante su vida. Por otra parte, el Papa suele proclamar un Año Santo Extraordinario con ocasión de un acontecimiento especial. Es lo que hizo, por ejemplo, san Juan Pablo II el año 2000 para conmemorar los dos mil años de la Redención y lo que hace ahora el papa Francisco para ofrecer a la Humanidad 'la vía del perdón y de la misericordia'.
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Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
El Evangelio tiene páginas enternecedoras sobre el cariño que Jesús sentía hacia los niños. Una de ellas es la que narra la regañina que echó a los apóstoles porque no querían que los niños le 'molestasen'. Su respuesta no pudo ser más contundente: «Dejad que los niños se acerquen a mí. De los que se hacen como ellos es el Reino de Dios».
El papa Francisco también participa de esta predilección hacia los niños. La última vez que habló de ellos fue el pasado miércoles, durante la audiencia en la Plaza de San Pedro. Decía el Papa: «Muchos niños desde el principio son rechazados, abandonados, despojados de su infancia y de su futuro. Alguno osa decir, casi para justificarse, que ha sido un error hacerles venir al mundo. ¡Esto es vergonzoso!». El Papa tenía delante los países subdesarrollados o en vías de desarrollo. En esos mundos hay -¡todavía hoy! muchos niños marginados, abandonados, mendigando por las calles, intentando a su manera sobrevivir, sin escuela, sin atención médica. Y lo que todavía es más grave: siendo «presa de criminales, que les explotan para el tráfico y el comercio indigno, y los adiestran para la guerra y la violencia».
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Jesús María Villaverde Beato (Sacerdote)
Al unísono, como si alguien hubiese hecho el disparo de salida y ese mismo alguien hubiese repartido entre los participantes unas octavillas precisando lo que hay que gritar para mantener acompasadas las filas, algunos se han puesto a resumir el currículo de religión católica con frases como «se va a volver a hacer rezar a los niños en los colegios», «no se va hablar de otras religiones en las clases de religión católica» o «se va a volver a decir a los niños que Dios existe y que nos quiere»... Estamos, dicen, en la sociedad de la información pero se ve que algunos se han apuntado a transmitir lo que otros dicen sin tomarse la precaución de acudir antes a las fuentes para beber y... entender. Los currículos de religión católica han sido publicados en el BOE del pasado día 24 de febrero. Y a lo largo del texto se expresan, en acertada síntesis, lo que importa enseñar en materia de Religión en los distintos niveles de la enseñanza.
Lean, por favor, el texto; verán que en ningún momento se dice que vaya a ser un estándar de aprendizaje el que los niños recen en clase; lo único que dice -léanlo, por favor- es que, entre otras muchas cosas, el alumno debe ser «capaz de memorizar y reproducir fórmulas sencillas de petición y agradecimiento».
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