El espantapájaros

En un lejano pueblo vivía un labrador muy avaro. Era tanta su avaricia que cuando un pajarito comía un grano de trigo encontrado en el suelo, se ponía furioso y pasaba los días vigilando para que nadie tocara su huerto.
Un día tuvo una idea. Ya sé, construiré un espantapájaros. Así alejaré los animales de mi huerto.
Cogió tres cañas y con ellas hizo los brazos y las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo. Una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de maíz de ojos, por nariz puso una zanahoria y en la boca una hilera de granos de trigo.
Cuando terminó el espantapájaros le colocó unas ropas rotas y feas y de un golpe seco lo hincó en la tierra. Pero se percató de que le faltaba un corazón y cogió el mejor fruto del peral, lo metió entre la paja y se fue a su casa.
Allí quedó el espantapájaros moviéndose al ritmo del viento. Más tarde un gorrión voló despacio sobre el huerto buscando dónde podía encontrar trigo. El espantapájaros al verle quiso ahuyentarle dando gritos, pero el pájaro se posó en un árbol y dijo:

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Todos somos necesarios

Si la nota dijese: una nota no hace melodía... no habría sinfonía.
Si la palabra dijese: una palabra no puede hacer una página... no habría libro.
Si la piedra dijese: una piedra no puede levantar una pared... no habría casa.
Si la gota de agua dijese: una gota de agua no puede formar un río... no habría océano.
Si el grano de trigo dijese: un grano no puede sembrar un campo... no habría cosecha.
Si el hombre dijese: un gesto de amor no puede salvar a la humanidad... nunca habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra de los hombres.
Si María dijese: una mujer pobre y virgen no puede ser madre... no habría salvación.
Como la sinfonía necesita de cada nota, como el libro necesita de cada palabra, como la casa necesita de cada piedra, como el océano necesita de cada gota de agua, como la cosecha necesita de cada grano de trigo... la humanidad entera necesita de ti, allí donde estés, único y por tanto irremplazable.

Jesús, María y el padre protector

En estos días de Navidad, celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, y os invito a pararnos a pensar en esa estampa maravillosa, en ese cuadro idílico de José, María y el niño Jesús. Frente a Dios, María cobra protagonismo en esta familia, Jesús podría haber nacido en cualquier familia, pero ¡no! eligió a María para ser la madre de Jesús, llena de virtudes y valores, de entereza, fe, confianza y esperanza, que sólo busca la voluntad de Dios. Jesús al encarnarse tenía que recorrer el camino humano, sentir en sus carnes el amor de su padre adoptivo, y empaparse de la ternura y cariño de su madre. ¡Qué olvidado tenemos a José! apenas hablamos de él, solo nos acordamos en Navidad, para ponerlo como figurita en nuestro Belén ¿por qué? Es como si no hubiese hecho nada, como si no hubiese influido en Jesús y tan sólo fuera un adorno.

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Evangelio del domingo, 27 de diciembre de 2020

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Oración

Puedes ver la misa del sábado tarde aquí:

Todos los años, el último domingo del año, a no ser que coincida el mismo día de Navidad, celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Estamos en el ambiente de Navidad, en que revivimos la venida de Dios hecho hombre para salvarnos. Pero este Dios hecho hombre, que es Jesús, no fue un hombre venido de otro planeta, sino que nació en una familia y vivió como miembro de una familia, aunque fuese algo especial. Así, viviendo en familia, es un modelo para todos nosotros.

Dios en sí es una familia de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Un día, así lo esperamos, contemplaremos la maravilla de esa Familia de Dios y seremos felices al vivir la gran realidad del amor infinito. Nosotros hemos sido creados “a imagen y semejanza de Dios”. Y esta imagen se hace patente en una digna vida familiar. La imitación de Dios como familia se nos hace un poco lejana. Por eso hoy la Iglesia nos invita a contemplar esta otra familia terrena, donde está realmente presente Dios en la persona de Jesús; pero que como hombre va creciendo en los valores humanos.

Nosotros nacemos en una familia. Pero según las condiciones de vida, las familias tienen rumbos muy diferentes y a veces tan difíciles que parece imposible poder imitar a la familia de Nazaret. Sin embargo, hay algo esencial, que debe ir creciendo siempre, y que nos debe llevar hacia el ideal, que es la Sda, Familia y Dios mismo. Es el amor. Él es la esencia del cristianismo y es la esencia de una familia cristiana.
Estamos en el ciclo B de nuestra liturgia y en este año se nos muestra en el evangelio el pasaje de la Presentación de Jesús en el templo. Todas las familias debían realizar este rito a los cuarenta días de nacer el primer hijo. No podían faltar José y María, ya que eran personas religiosas y justas, según la ley. Este dato nos enseña lo hermoso y grato que es a Dios el hecho de que una familia entera y unida cumpla con los deberes religiosos. De suyo Jesús, que era Dios, no necesitaba ser presentado ni ser rescatado, y sin embargo, José y María cumplen con la ley. ¡Cuántas veces ponemos excusas para evitar actos que son del agrado divino!

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Desear, esperar y acoger el amor de Dios

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

Queridos hermanos y hermanas.

Nos hemos adentrado en el misterio de la Navidad. No podemos acostumbrarnos a este acontecimiento admirable que supera toda expectativa e imaginación. Dios ha tomado nuestra carne y nace niño como nosotros. El relato de san Lucas está lleno de indicaciones preciosas que sitúan al Hijo de Dios en el tiempo y en la historia: en tiempos del emperador Augusto siendo Cirino gobernador de Siria. Y en Belén por la obligación de empadronarse en la ciudad de la que procede la familia, en el caso de José.

También Lucas relata que el nacimiento de Jesús sucedió en la noche, que hace referencia a la situación de una humanidad que desorientada y a oscuras busca el camino del progreso, la vida y la plenitud. En esta noche santa, el nacimiento del Niño constituye el ofrecimiento del don que nuestra humanidad ardientemente busca muchas veces sin saberlo. Una luz que es amor, presentes en este Niño, porque es el amor lo que nos permite reconocer la verdad de las cosas, el rostro de las personas, y plenifica nuestra vida. Por eso, el nacimiento de este Niño constituye la verdadera esperanza y vida para la humanidad. Y el mundo le saluda llenando de luces en calles y plazas. Porque es la buena noticia proclamada a los pobres, a los cansados de esperar, a los defraudados de tantas promesas incumplidas, a los descartados, a los que no cuentan.

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Parroquia Sagrada Familia