El Papa Francisco en Vigilia Pascual: “Ánimo, con Dios nada está perdido"

Recordando las palabras del Papa Francisco en la Vigilia Pascual del pasado año, durante la que se refirió a la lectura del evangelio (Mt, 28,1-10) y refiriéndose a los primeros personajes que aparecen en el relato afirmó: “Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día”. Y continúa: “Vieron la muerte y tenían la muerte en el corazón. Al dolor se unía el miedo, ¿tendrían también ellas el mismo fin que el Maestro?” (…) “La memoria herida, la esperanza sofocada. Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura”.

Ante esta escena, el Papa afirmó con fuerza: “las mujeres no se quedaron paralizadas”. Por esta razón, “No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón”. Por eso, María “rezaba y esperaba”; las otras mujeres se preparaban para ir al sepulcro al día siguiente: “esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer día de la semana», día que cambiaría la historia”.

En ese contexto, ante el sepulcro, decía el Papa: “encontraron a Jesús, el autor de la esperanza, que confirmó el anuncio y les dijo: «No teman» (v. 10). No teman, no tengan miedo: He aquí el anuncio de la esperanza. Que es también para nosotros, hoy. Son las palabras que Dios nos repite en la noche que estamos atravesando”; y prosigue: “En esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios”.

Las esperanzas superficiales se evaporan con el pasar de los días, por eso el Papa afirma: “La esperanza de Jesús es distinta, infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida. El sepulcro es el lugar donde quien entra no sale. Pero Jesús salió por nosotros, resucitó por nosotros, para llevar vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia que había sido clausurada, tapándola con una piedra”.

“No cedamos a la resignación, no depositemos la esperanza bajo una piedra. Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel, no nos ha dejado solos”; y reafirma con fuerza: “La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido”.

“Si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: «Ánimo” y nos invita a decirle a Jesús, para superar nuestros miedos: “Ven, Jesús, en medio de mis miedos, y dime también: Ánimo”. Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados” (…) “porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes”.

Francisco insistió en que un servicio grande que todos los cristianos podemos hacer por la humanidad y enumera cuatro acciones a emprender: “Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario”.

Oficio de viernes santo 2 abril 2021

Viacrucis del viernes santo 2 abril 2021

«Mis heridas son las tuyas: yo te he asumido en la cruz»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

Postrado en tierra y envuelto de un silencio estremecedor. El arzobispo, don Mario Iceta Gavicagogeascoa, ha presidido hoy en la Catedral la celebración de la Pasión del Señor en el que ha sido su primer Viernes Santo en Burgos. La sobriedad de la liturgia llamaba al recogimiento y la oración y el silencio reinante solo ha sido interrumpido en contadas ocasiones con la interpretación del grupo vocal Coda. El covid ha impedido que los burgaleses se acercaran a besar la cruz, pero desde su asiento han mostrado su adoración con una profunda inclinación de cabeza o poniéndose de rodillas. La crisis sanitaria y los problemas sociales de ella derivada parecían en esta tarde coincidir con «el misterio de amor» oculto en la muerte de Jesús.

«El Señor, en su Pasión, asume todos nuestros males», ha subrayado el arzobispo en su homilía. «Jesús te dice: «mírame y mírate a ti en mí, mis heridas son las tuyas, yo te he asumido en la cruz». Para el pastor de la archidiócesis, «en Jesús están todos nuestros sufrimientos y pasiones», de los que ha dado debida cuenta en su alocución. El «dolor físico» de Cristo coincide con con los enfermos que, en las ucis, sobreviven con respiradores. «La angustia, la soledad y la oscuridad» que sintió Jesús en la cruz, sus «dolores psicológicos», son la asunción de «nuestras noches sin dormir, las dudas sobre el mañana porque nuestra empresa está quebrada». Mientras que sus «sufrimientos espirituales» son los de «nuestros juicios inicuos», «el sentir la lejanía de Dios y su silencio en nuestra vida», «la traición de los amigos y la familia, el desamor, el preferir al malvado, la saña». Y, también, el de las mujeres que, como María al pie de la cruz, soportan estoicas el dolor del «maltrato o el rechazo social de sus grandes dones».

Para don Mario ese es el misterio de la Pasión del Señor, «un sacrificio, el asumir un mal por un bien mayor»; un sufrimiento en el que «siempre triunfa el amor, porque el amor siempre sana las heridas, el amor ensancha el corazón». «Hay dos modos de entender la Pasión: el de quien ve a Jesús como un fracasado, o quien, como el Buen Ladrón, lo percibe como el Rey de reyes, el triunfador, porque su poder es el del amor, el perdón y la misericordia», ha sostenido.

 

Reflexión para el Domingo de Ramos

El Domingo de Ramos viviremos el contraste de lo que es la vida: la acogida y el rechazo. Jesús se acerca más todavía a nuestra humanidad, nos conoce mejor subido en la borriquita y el sufrimiento en Cruz. Nadie como él se ha metido mejor en la piel de lo que los hombres somos capaces de amar y, al mismo tiempo, nuestras contradicciones que llevan a la muerte del Inocente.

En una Semana Santa vivida de puertas adentro, con el corazón de puertas para afuera, estaremos atentos al dolor de la humanidad, revestida con los ornamentos de la bata médica o de los guantes de aquellos que continúan retirando la basura de las calles para que todo ayude en la batalla.

Una Semana Santa en la que Cristo sigue procesionando por las residencias de ancianos, por los barrios de África en los que comienzan los estragos de la pandemia, por aquellos que perdieron sus seres queridos sin poder despedirlos… En tantas situaciones, hoy Jesús se hace todavía más cercano y sigue llevando la Cruz por incontables lugares.

Ojalá que esta Semana Santa pudiéramos tener también la mirada de María y Jesús con María: “Era un hijo muriendo que sabía que su madre lo veía”. En nuestra impotencia siempre podemos ayudar al otro: María ayudó al hijo niño en su fragilidad. Al finalizar su vida, el Crucificado sin ningún poder se preocupa de su madre.

Vivamos estos días en comunión, unidos en la oración y en las pequeñas-grandes cosas que hemos de hacer en esta cuarentena pre-pascual.

Parroquia Sagrada Familia