Evangelio del domingo, 23 de mayo de 2021

Puedes ver la misa de la tarde aquí:

Esta palabra de Pentecostés quiere decir: cincuenta días. Era una de las tres principales fiestas de los judíos. A los cincuenta días de la Pascua celebraban en cuanto a lo material el hecho de que la cosecha estaba ya crecida, por lo que daban gracias a Dios, y en cuanto a la historia celebraban el recuerdo de la llegada de los israelitas al monte Sinaí y la entrega de las tablas de la Ley a Moisés entre truenos y relámpagos. Con ese motivo tocaban fuertemente las trompetas del templo.

Ese es el día en que los apóstoles reciben de una manera grandiosa al Espíritu Santo. Según lo narra san Lucas, autor de los “Hechos de los Apóstoles”, Dios aprovecha el ambiente de fiesta popular y bulliciosa para ese acontecimiento. Algunos datos podemos decir que son simbólicos, expresión de lo que sucedía en el alma o el corazón de los que recibían el Espíritu Santo. Los principales signos fueron el viento impetuoso y el fuego, que da luz y calor: Luz que les ilumina la mente para comprender mejor los mensajes de Jesús y fuego para darles energías para seguir sin miedo la misión de Jesús de predicar el Evangelio por todo el mundo. El viento precisamente significa el Espíritu y es expresión de una nueva creación, recordando el soplo creador.

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Pentecostés, el Espíritu que edifica el Reino de Dios

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Los sueños se construyen juntos». Con este lema, inspirado en la carta encíclica del Papa Francisco, Fratelli tutti, celebramos hoy, en la solemnidad de Pentecostés, el Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar.

¡Qué importante es soñar juntos!, recuerda el Santo Padre en el pasaje número 8 de esta exhortación que pone en la fraternidad y en la amistad el rostro profundo del Evangelio. Juntos, haciendo visible la alegría de la Resurrección, siendo todos uno en el Amor. Juntos, para cumplir –en un renovado Pentecostés– el sueño infinito de Dios. Juntos, en definitiva, formando un solo corazón, siendo una sola carne, viviendo un mismo sentir.

La Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida enmarca esta Jornada en el Congreso de Laicos que celebramos a principios del año pasado. A la luz de aquellos días, vividos en torno a la Palabra, y en este contexto actual marcado por esta pandemia que ahora nos abate, debemos continuar remando como Iglesia con el fin de hacer realidad los deseos, las esperanzas y los sueños expresados en aquel Congreso.

Sueños que no terminan, porque no son nuestros, sino de Dios; y Él, cada día, los hace nuevos en su presencia. Sueños para la Iglesia que peregrina en España y que anhela alcanzar un renovado Pentecostés. Sueños sellados, a corazón abierto, por la senda del discernimiento, de la corresponsabilidad y de la sinodalidad, como nos indica el Papa Francisco.

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El Señor se va…

El Señor se va y se queda. No, no es el juego del escondite. Es una manera de decirnos que es “nuestro tiempo”: el tiempo de actuar, de comprometernos, de vivir lo que significa la alegría de la Resurrección… Y anunciarlo incansablemente.
El Señor se va, pero permanece en nuestro corazón, para transformar nuestra mente y activar nuestras manos en la entrega diaria hasta el final.
El Señor se va, pero lo tenemos tan cerca que en cualquier bombeo del corazón lo podemos sentir latir, especialmente en los pequeños, los que no cuentan, los pobres…
El Señor se va, pero nosotros nos quedamos con Él. No hay forma que abandone el cuerpo el que es su cabeza, su motor, su Vida.
El Señor se va, pero aquí está la Iglesia servidora de los pobres para hacerlo presente.
El Señor se va. Es nuestro turno. No lo olvidemos. Está sentado a la derecha del Padre y quiere que este mundo nuestro suba hacia Él.

Evangelio del domingo, 16 de mayo de 2021

Puedes ver la misa de la tarde aquí:

En la primera lectura de este día todos los años nos cuenta san Lucas en los Hechos de los Apóstoles la subida de Jesús al cielo: un hecho contemplado por testigos, pero que no deja de ser un misterio. Es un suceso querido por Jesús para que sirva de enseñanza simbólica y visual de la verdadera Ascensión que para Jesús fue en el momento de la Resurrección. Por el hecho de resucitar, ya Jesús vuelve al Padre y “está sentado a su derecha”. Esto significa que ya goza de toda la grandeza y gloria de Dios. Hoy es el día de la expresión de esa glorificación total de Jesús.

Durante 40 días Jesús se fue apareciendo a los apóstoles instruyéndoles más sobre las cosas que ya les había enseñado. No es que estuviera en un lugar determinado escondido. Estaba ya con su Padre en el cielo, pero se hacía presente durante un tiempo para reafirmar la fe de los suyos. Al final les envía a predicar por todo el mundo. La Ascensión de Jesús al cielo y el envío de los apóstoles son inseparables. Allí no sólo estaban los apóstoles, sino que en símbolo estaban sus sucesores y toda la Iglesia. Hay una unión total entre la misión evangelizadora de Jesús y la continuación de esa misión en la Iglesia. Para el apostolado nosotros nos apoyamos en Jesús, vencedor de la muerte, que se fue al cielo, pero permanece con nosotros. El es nuestra esperanza, pero es también nuestra seguridad de que nos acompaña con su Espíritu.

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Una mirada al mundo rural desde el corazón

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Acabamos de bendecir nuestros campos en la festividad de San Isidro Labrador. La tierra extensa que cultivamos y los pequeños núcleos rurales que lo jalonan nos recuerdan a Nazaret, el lugar donde Jesús creció y aprendió el arte de vivir su humanidad junto a María y a José; era un pequeño pueblo asentado en la ladera de una colina, habitado por pocas familias. Hoy, desde lo humilde, lo sencillo y lo pequeño, ponemos la mirada desde el corazón al mundo rural. La pastoral que en él se desarrolla está arraigada en el cuidado de comunidades pequeñas, en el servicio silencioso y constante de sacerdotes que se multiplican en sus tareas y laicos que colaboran generosamente para que la llama de la fe continúe iluminando los campos y sus gentes.

La pastoral en el mundo rural es una escuela inestimable de generosidad. Un Evangelio escrito desde la escucha, desde la confianza y desde pequeños detalles de amor y de servicio que, como decía san Juan de la Cruz, «solo con amor se pagan». La Iglesia, como madre, esposa y maestra, se hace camino, verdad y vida en esta realidad humilde a la que Dios nos envía como pastores, discípulos y misioneros para nutrir de su vida nueva la capilaridad del Pueblo de Dios con la savia del Evangelio que inunda los pliegues y llanuras de nuestra tierra.

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Parroquia Sagrada Familia