La Eucaristía: amados para aprender a amar

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy celebramos la festividad del Corpus Christi, el Día de la Caridad: una gran oportunidad, como destacan los obispos de la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social, «para tocar las llagas de Cristo y descubrir que, detrás de sus heridas, encontramos el dolor y el sufrimiento de nuestros hermanos, abriéndonos al misterio de Cristo crucificado y resucitado donde resplandece la gloria de Dios».

Cuando uno se adentra en el corazón de la Eucaristía, en la inmensidad de este precioso sacramento, descubre que solo existe una verdadera asamblea eucarística cuando existe una comunidad que comparte en Cristo la propia vida. Con sus luchas y fracasos, con sus gozos y desiertos, con sus avances y cansancios. Una comunidad que vive en torno al Amor, en una fraternidad fraguada a base de esperanzas, consuelos y servicio.

La Eucaristía es una Comunión de Vida que implica también la comunicación de bienes, en torno a un Pan partido que entraña un compromiso en favor de los necesitados. «Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres sus hermanos» (n. 1397). Y no solo lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica, lo reza –en la Palabra– la promesa del Dios de Jesucristo: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos» (Mt 28, 20).

La Tradición de la Iglesia reconoce en los pobres la presencia del rostro de Cristo. Y qué importante es hacernos prójimos, cercanos, hermanos; darnos, partirnos y compartirnos; hacernos Eucaristía y saciar el hambre del necesitado según la humanidad de Jesús de Nazaret…

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Evangelio del domingo, 30 de mayo de 2021

Puedes ver la misa de la tarde aquí:

En muchas regiones escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. A menudo esto se debe a que en las comunidades no hay un fervor apostólico contagioso, por lo que les falta entusiasmo y no despiertan ningún atractivo. La alegría del Evangelio nace del encuentro con Cristo y del compartir con los pobres. Por tanto, animo a las comunidades parroquiales, asociaciones y grupos a vivir una vida fraterna intensa, basada en el amor a Jesús y atenta a las necesidades de los más desfavorecidos. Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz.

Papa Francisco, Vaticano, 8 de junio de 2014, Solemnidad de Pentecostés

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El Globo de Pentecostés

La metáfora de viajar en globo es bien bonita y sugerente. Nos habla de un fuego que va por dentro y te eleva, un viento invisible que te mueve… Nos habla también de no contaminar, ir silencio, ir ligero de equipaje soltando lastre…

Esta metáfora nos inspira para sentir que el fuego del Espíritu Santo nos eleva y nos mueve. Solo así podemos ser enviados. Porque realmente necesitamos ser enviados, impulsados por el Espíritu de Jesús Resucitado, para ser Iglesia misionera, “en salida”, que se pone en marcha para vivir con la alegría del Evangelio. Iglesia que conoce sus dones y su debilidad, pero que sabe Quién la impulsa y por eso se muestra con una sonrisa de par en par. Iglesia de colores, porque no concibe una vida en blanco y negro sino cargada de esperanza.

Por eso, se nos dice: “Ningún engranaje, sistema, método, estructura, congregación, delegación, grupo, movimiento, diócesis, sínodo, cónclave… funcionará si no se deja mover por el Espíritu”.

Evangelio del domingo, 23 de mayo de 2021

Puedes ver la misa de la tarde aquí:

Esta palabra de Pentecostés quiere decir: cincuenta días. Era una de las tres principales fiestas de los judíos. A los cincuenta días de la Pascua celebraban en cuanto a lo material el hecho de que la cosecha estaba ya crecida, por lo que daban gracias a Dios, y en cuanto a la historia celebraban el recuerdo de la llegada de los israelitas al monte Sinaí y la entrega de las tablas de la Ley a Moisés entre truenos y relámpagos. Con ese motivo tocaban fuertemente las trompetas del templo.

Ese es el día en que los apóstoles reciben de una manera grandiosa al Espíritu Santo. Según lo narra san Lucas, autor de los “Hechos de los Apóstoles”, Dios aprovecha el ambiente de fiesta popular y bulliciosa para ese acontecimiento. Algunos datos podemos decir que son simbólicos, expresión de lo que sucedía en el alma o el corazón de los que recibían el Espíritu Santo. Los principales signos fueron el viento impetuoso y el fuego, que da luz y calor: Luz que les ilumina la mente para comprender mejor los mensajes de Jesús y fuego para darles energías para seguir sin miedo la misión de Jesús de predicar el Evangelio por todo el mundo. El viento precisamente significa el Espíritu y es expresión de una nueva creación, recordando el soplo creador.

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Pentecostés, el Espíritu que edifica el Reino de Dios

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

«Los sueños se construyen juntos». Con este lema, inspirado en la carta encíclica del Papa Francisco, Fratelli tutti, celebramos hoy, en la solemnidad de Pentecostés, el Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar.

¡Qué importante es soñar juntos!, recuerda el Santo Padre en el pasaje número 8 de esta exhortación que pone en la fraternidad y en la amistad el rostro profundo del Evangelio. Juntos, haciendo visible la alegría de la Resurrección, siendo todos uno en el Amor. Juntos, para cumplir –en un renovado Pentecostés– el sueño infinito de Dios. Juntos, en definitiva, formando un solo corazón, siendo una sola carne, viviendo un mismo sentir.

La Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida enmarca esta Jornada en el Congreso de Laicos que celebramos a principios del año pasado. A la luz de aquellos días, vividos en torno a la Palabra, y en este contexto actual marcado por esta pandemia que ahora nos abate, debemos continuar remando como Iglesia con el fin de hacer realidad los deseos, las esperanzas y los sueños expresados en aquel Congreso.

Sueños que no terminan, porque no son nuestros, sino de Dios; y Él, cada día, los hace nuevos en su presencia. Sueños para la Iglesia que peregrina en España y que anhela alcanzar un renovado Pentecostés. Sueños sellados, a corazón abierto, por la senda del discernimiento, de la corresponsabilidad y de la sinodalidad, como nos indica el Papa Francisco.

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Parroquia Sagrada Familia