Nuestro compromiso ante la pobreza

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

«El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre». Hoy, a través de este profundo pensamiento nacido del corazón de santa Clara de Asís, deseo agradecer el trabajo de aquellos que –merced a una labor incansable– luchan porque otros dejen de sufrir y convierten este mundo en la verdadera casa del Padre.

Un año más, Cáritas ha presentado el Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en Castilla y León de la Fundación FOESSA (Fomento de Estudios Sociales y de la Sociología Aplicada). Dicho Informe revela que, tras la pandemia de la COVID-19, uno de cada seis habitantes (18 %) de nuestra comunidad autónoma se encuentra en situación de exclusión social. Este dato refleja que 426.000 personas sufren una «situación de importante desventaja». Además, el Informe refleja que la exclusión severa ha aumentado en esta crisis sanitaria.

Los datos presentados nos hablan de 120.000 familias castellanoleonesas que viven en situación de pobreza severa una vez realizado el pago del alquiler o la hipoteca. Conjuntamente, la crisis provocada por la pandemia está afectando más a la mujer, así como a las personas de procedencias concretas (que constituye un rasgo diferencial en el caso de las brechas de exclusión) y a la juventud (uno de cada cuatro jóvenes menores de 30 años está afectado por la falta o precariedad del empleo).

Ante estas situaciones de pobreza, renace –de entre las grietas– el alma de la Iglesia que por medio de su Cáritas continúa reduciendo los efectos negativos de esta crisis social. Merced a los programas de atención a necesidades básicas, ha aumentado sobremanera el número de personas acompañadas en sus problemas de desempleo, de salud mental y de vivienda. FOESSA observa que la crisis de la COVID-19 ha dejado una huella importante en Castilla y León, donde se ha duplicado la precariedad laboral alcanzando a un 11 % de los hogares.

Este Informe encargado por Cáritas nos anima a trabajar para evitar nuevas situaciones de exclusión y que las existentes no se vuelvan crónicas, a mejorar la cobertura del Ingreso Mínimo Vital, a implementar medidas que reduzcan la precariedad laboral, a garantizar la adecuada asistencia sanitaria, a hacer frente a los problemas de vivienda, a superar la brecha digital de familias empobrecidas y a asegurar la necesaria cobertura social que requiere nuestra situación actual.

Decía san Francisco de Asís que «toda la oscuridad del mundo no puede extinguir la luz de una sola vela». Y, ciertamente, hemos de luchar porque estos datos (que claman misericordia y que esconden rostros concretos, necesitados de manos que aseguren su dignidad) encuentren la respuesta adecuada. Ante la oscuridad, hemos de irradiar la luz de Cristo, Quien venció las tinieblas (Mt, 4,16). Pero no podemos hacerlo de cualquier manera, sino a la manera de Jesús: quien pagó el precio de nuestras vidas con Su propia sangre.

Los pobres, como ha señalado el Papa Francisco en más de una ocasión, son los eslabones más débiles de la cadena. Y, a partir de este Informe FOESSA, Cáritas vuelve a poner en el centro a los preferidos del Padre, nuestros hermanos más necesitados. Con ellos en el corazón y en las manos, acudimos a la Virgen María, la Virgen pobre y humilde, la Madre de los hambrientos de justicia. Que Ella, quien vivió en sencillez y servicio, siendo la Madre del Creador de todas las cosas, nos ayude a convertir en realidad –con el testimonio vivo de nuestras vidas– que de los pobres es el Reino de los Cielos.

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Evangelio del domingo, 3 de abril de 2022

Puedes ver la misa del domingo aquí:

 

Jesús estaba en uno de los patios exteriores del templo enseñando a bastantes personas, cuando llega un grupo de escribas y fariseos trayendo una mujer adúltera. Ellos, según sus leyes, ya habían determinado matarla; pero les parece que es buena ocasión para poner una trampa a Jesús. Le dicen que la ley de Moisés ordena apedrearla; pero él qué dice. El evangelista acentúa que se trataba de una trampa.

Esa trampa se parece al momento en que le dijeron si era lícito pagar el tributo al César. Si Jesús la condena va contra la autoridad romana, pues el procurador romano era el único que podía condenar a muerte; pero si la perdona, va contra la ley de los judíos. Dicen algunos que la pregunta trataba sobre el modo de matarla, ya que había diversos pareceres, si apedreamiento o estrangulación, ya que ellos daban por supuesto que merecía la muerte. De todas las maneras el pecado de aquellos era muy grande, porque no sólo querían matar por una ley externa, sin mirar las intenciones y otras leyes positivas, sino que querían hacer caer a Jesús. No buscaban un parecer, pues ya sabían lo que debían hacer. Hoy también se dan leyes a veces que van contra la dignidad humana, sabiendo que por encima está la ley del amor y la caridad. Hoy se siguen condenando a mujeres a ser apedreadas por adúlteras, sin examinar los motivos y mucho menos sin ser justos cuando salvan a quienes han sido peores.

Tampoco se puede matar en nombre de Dios, que es sobre todo bondad y misericordia. Y sin embargo es un pecado muy actual: Muchos  se “inmolan” para matar a muchas personas, cuantas más mejor para su causa. Matar en nombre de Dios es una contradicción. Nosotros a veces nos parecemos a aquellos fariseos cuando buscamos y nos alegramos en sorprender a los demás en acciones malas, cuando enjuiciamos vanamente a los demás o aireamos en la conversación estas acciones, sin examinar los problemas de la persona que ha hecho el mal. Y quizá somos peores. ¿Quién puede tirar la primera piedra?

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Padre, pequé contra el cielo y ante ti

Hoy, domingo Laetare (“Alegraos”), cuarto de Cuaresma, escuchamos nuevamente este fragmento entrañable del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús justifica su práctica inaudita de perdonar los pecados y recuperar a los hombres para Dios.

Siempre me he preguntado si la mayoría de la gente entendía bien la expresión “el hijo pródigo” con la cual se designa esta parábola. Yo creo que deberíamos rebautizarla con el nombre de la parábola del “Padre prodigioso”.

Efectivamente, el Padre de la parábola —que se conmueve viendo que vuelve aquel hijo perdido por el pecado— es un icono del Padre del Cielo reflejado en el rostro de Cristo: «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente» (Lc 15,20). Jesús nos da a entender claramente que todo hombre, incluso el más pecador, es para Dios una realidad muy importante que no quiere perder de ninguna manera; y que Él siempre está dispuesto a concedernos con gozo inefable su perdón (hasta el punto de no ahorrar la vida de su Hijo).

Este domingo tiene un matiz de serena alegría y, por eso, es designado como el domingo “alegraos”, palabra presente en la antífona de entrada de la Misa de hoy: «Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría». Dios se ha compadecido del hombre perdido y extraviado, y le ha manifestado en Jesucristo —muerto y resucitado— su misericordia.

San Juan Pablo II decía en su encíclica Dives in misericordia que el amor de Dios, en una historia herida por el pecado, se ha convertido en misericordia, compasión. La Pasión de Jesús es la medida de esta misericordia. Así entenderemos que la alegría más grande que damos a Dios es dejarnos perdonar presentando a su misericordia nuestra miseria, nuestro pecado. A las puertas de la Pascua acudimos de buen grado al sacramento de la penitencia, a la fuente de la divina misericordia: daremos a Dios una gran alegría, quedaremos llenos de paz y seremos más misericordiosos con los otros. ¡Nunca es tarde para levantarnos y volver al Padre que nos ama!

Acoger y cuidar la vida es el comienzo de la salvación

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Con el lema «Acoger y cuidar la vida, don de Dios», la Iglesia ha celebrado esta semana, en la solemnidad de la Anunciación del Señor, la Jornada por la Vida.

Entrar en este misterio del Verbo encarnado nos lleva a tomar conciencia del gran amor del Padre que «tanto amó al mundo que entregó a su Unigénito» (Jn 3, 16) para salvarnos. De esta manera lo afirman los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su mensaje para esta jornada, añadiendo que el «sí» de la Virgen María «se ha convertido en la puerta que nos ha abierto todos los tesoros de la redención».

La vida humana siempre ha de ser acogida y protegida y cada uno de los hijos de Dios estamos llamados a respetarla y cuidarla. Acoger la vida humana «es el comienzo de la salvación», porque «supone acoger el primer don de Dios, fundamento de todos los dones de la salvación». De ahí el empeño de la Iglesia en defender el don de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural», puesto que «cada vida es un don de Dios» y «está llamada a alcanzar la plenitud del amor».

El Papa Francisco, en su discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de enero de 2018, expuso que se ha llegado a considerar el poner fin intencionadamente a la vida humana, con el aborto, la eutanasia y otras formas que la lesionan, «como una elección de civilización». Sin embargo, allí donde la vida vale no por su dignidad, sino por su eficacia, su utilidad o por su productividad, el valor intangible de la vida humana es eclipsado y no percibimos su inmarcesible belleza y bondad. En este escenario, destacó el Pontífice, «es necesario reiterar que la vida humana posee una dignidad que la hace intangible».

Cada vida humana es pensada y amada por Dios desde siempre. Por eso, acoger a los más débiles de la tierra, en esa lucha y en ese esfuerzo admirables, incluye proteger al ser humano indefenso. ¿Acaso no es precioso todo ser humano, más allá de sus circunstancias y condiciones? Ciertamente, en ocasiones no resulta sencillo. Y la dificultad o la limitación, cuando las hay, no deben coartar nunca el maravilloso regalo de vivir.

Vivimos en una sociedad de profundas contradicciones: somos sensibles y generosos para acoger a los expulsados de sus raíces a causa de la guerra, el hambre y la miseria, a ayudar a los descartados por la pobreza, la falta de trabajo, la soledad, la trata o la desesperanza; pero hemos aceptado como si fuera signo de progreso el aborto o la reciente aprobación de la ley que regula la eutanasia. Olvidamos que existen caminos que podemos impulsar y dar a conocer, que acompañan eficazmente las dificultades de una madre con la gestación de su hijo o de un enfermo en el combate duro y doloroso de la enfermedad y que son siempre respetuosos con toda vida humana.

Acoger y cuidar cada vida, especialmente en los momentos en los que la persona es más vulnerable, «se convierte en signo de apertura a todos los dones de Dios y testimonio de humanidad», tal y como recuerda el mensaje de los obispos; lo que implica defenderla en sus inicios y en su final terrenal y también, custodiar la dignidad de la vida humana, «luchando por erradicar situaciones en las que es puesta en riesgo: esclavitud, trata, cárceles inhumanas, guerras, delincuencia o maltrato».

La Iglesia es la gran valedora de la vida: se pone del lado de los más débiles e indefensos porque es sacramento del amor de Dios, y el amor siempre es fuente de luz, de cuidado, de cercanía, de acogida, de protección y de caridad. En María, modelo de acogida y cuidado del don de Dios, ponemos los frutos de esta Jornada por la Vida. Y cuando nos acechen el cansancio, la tribulación o la duda, acudamos a Ella: sus manos y su mirada de Madre son el mejor refugio donde redescubrir, más allá de las dificultades, la inmensa belleza de vivir.

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Evangelio del domingo, 27 de marzo de 2022

Escuchar lecturas y homilía

Oración

Puedes ver la misa del domingo aquí:

 

Hoy se nos presenta a consideración la parábola del hijo pródigo, que mejor podríamos llamar del padre bondadoso. Dice al comienzo del evangelio que Jesús dijo esa parábola porque los fariseos y publicanos criticaban a Jesús por el hecho de que acogía con cariño a los pecadores, a los que lo eran de verdad y otros que sólo lo eran en la mente de aquellos fariseos. De hecho estos fariseos, que parecían buenos, porque cumplían externamente la ley, no lo eran para Jesús, ya que despreciaban a otros, que al final resultaban ser mejores que ellos.

Hay tres protagonistas en la parábola, que es una de las páginas más hermosas del evangelio. El hermano menor o hijo pródigo parece perverso. En realidad tiene mucho de atolondrado y se ve engañado por las apariencias de placeres mundanos. El hecho es que hace algo muy malo, que es el pedir la herencia, como desconfiando de su padre y se marcha lejos para gozar “a lo grande”. Allí despilfarra todo el dinero y cuando está en la mayor postración, que para un israelita era el cuidar cerdos, sin tener ni qué comer, piensa volver a su casa. Su arrepentimiento no era muy perfecto, ya que su decisión de volver no está motivada por el recuerdo de la bondad de su padre, sino por lo mal que lo está pasando. Hace un examen de conciencia (“volviendo en sí”) y prepara una fórmula de confesión, que luego diría a medias.

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Parroquia Sagrada Familia