Estamos en el monte Tabor, donde Jesús ha subido con sus tres discípulos predilectos: Pedro, Santiago y Juan. Quiere hacerles testigos de algo excepcionalmente importante, porque pronto serán también testigos de un acontecimiento que removerá los cimientos de su vida de apóstoles: su muerte en la Cruz. Tiene que mostrarles que “eso” es necesario, más aún, imprescindible. Pues el Mesías que ha previsto el Padre es un Mesías que llegará a la exaltación suprema después de y a causa de una humillación suprema.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre". Estas palabras de la Bula de convocatoria del Año Santo de la Misericordia, bien pueden aplicarse al tiempo de Cuaresma que estamos viviendo. Tiempo especialmente propicio para reflexionar y sobre todo para aprender en la escuela de Misericordia de Jesucristo crucificado.
En este marco quiero recordar con gratitud y esperanza la estrecha vinculación que el Papa Francisco ha establecido entre el Concilio Vaticano II y la convocatoria del Año Santo que estamos celebrando.
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Todos los años en el primer domingo de Cuaresma la Iglesia nos pone a considerar las tentaciones que Jesús tuvo en el desierto, donde se retiró a orar y hacer penitencia para prepararse a su inmediata predicación. El miércoles pasado, por medio del rito de la imposición de la ceniza, comenzábamos estos cuarenta días que deben ser para nosotros preparación también para vivir más santamente los misterios de la pasión de Cristo y sobre todo de su resurrección. Pero son también unos días como símbolo de toda nuestra vida, que es una preparación para vivir con Dios la vida eterna del cielo.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Acabamos de comenzar la Cuaresma en este año jubilar de la misericordia. Es el tiempo de acoger de manera especial la misericordia de Dios porque es el tiempo más propicio para la conversión y el perdón; lo es, en consecuencia, para ser misericordiosos con todos como lo es con nosotros nuestro Padre Celestial. La Cuaresma que está muy relacionada con la conversión personal y comunitaria, con la contemplación del misterio del amor de Cristo derramado en la Cruz, con las prácticas de la oración, del ayuno y de la limosna, tiene en esta ocasión el acento especial de la misericordia, que hoy quiero concretar en una de las obras en las que vamos profundizando a lo largo de este año: “dar de comer al hambriento”.
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