El quehacer de la pastoral obrera
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
El próximo sábado vamos a celebrar en nuestra diócesis el tradicional Encuentro Diocesano de Pastoral Obrera bajo el lema ‘Ante el futuro del trabajo, quehacer de la pastoral obrera’. Será un tiempo para la reflexión, para el encuentro y el diálogo, para el discernimiento, para el compromiso. Pero, sobre todo, será una ocasión para poner rostros y nombres al sufrimiento concreto que, en torno al trabajo, viven hombres y mujeres de nuestra tierra. Y junto a los nombres, la preocupación, la ternura y la cercanía de la Iglesia. Porque donde hay un trabajador, especialmente un trabajador que sufre, ahí está el interés y la mirada de amor del Señor y de la Iglesia.
El trabajo sigue jugando un papel fundamental en la vida personal, familiar y social. Sin embargo, nos encontramos en una encrucijada histórica, en lo que se refiere al mundo del trabajo, que no sabemos a ciencia cierta a dónde nos lleva. Los cambios tras la crisis económica son significativos. Las ideologías que los provocan, por el contrario, sostienen la primacía del dinero sobre la persona. Y el sistema económico, en general, impide el trabajo decente que hace posible una vida digna; construye una forma de ser que deshumaniza y empobrece; y niega, con ello, el proyecto de Dios para los hombres y mujeres en el mundo del trabajo.
El Papa Francisco, hace pocos días, resumía en breves palabras esta situación sangrante: «No hay paz, ni desarrollo, nos decía, si el hombre se ve privado de la posibilidad de contribuir personalmente, a través de su trabajo, en la construcción del bien común. En cambio, es triste ver cómo el trabajo en muchas partes del mundo es un bien escaso. Hay pocas oportunidades para encontrar trabajo, especialmente para los jóvenes. Con frecuencia resulta fácil perderlo, no sólo por las consecuencias de la alternancia de los ciclos económicos, sino también por el recurso progresivo a tecnologías y maquinarias cada vez más perfectas y precisas que reemplazan al hombre. Y aunque, por un lado, hay una distribución desigual de las oportunidades de trabajo, por el otro, existe una tendencia a exigir a los trabajadores ritmos cada vez más estresantes».