La Divina Misericordia
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
El próximo fin de semana, los días 20 y 21, se va a celebrar en Burgos el XI Encuentro Nacional de la Divina Misericordia. Los Movimientos de Apostolado de la Divina Misericordia han querido darse cita este año aquí, entre nosotros. El encuentro contará con la asistencia de numerosos participantes procedentes de las diócesis de España, unidos por su devoción a la Divina Misericordia, en estas dos jornadas de oración y fraternidad.
La organización ha previsto diversos actos para que los participantes ahonden en ese manantial que nos acerca más y más al rostro misericordioso de nuestro Dios. Qué duda cabe que es buen motivo para que todos y cada uno de nosotros, diocesanos, acojamos este evento, participemos en lo posible y profundicemos en las entrañas mismas del Evangelio de la misericordia, para poder ser «misericordiosos en la acción», como dice el eslogan que ellos han escogido para este año. Las personas, grupos y asociaciones que giran en torno a esta convocatoria pretenden ir transformando sus vidas, la Iglesia y el mundo. Tienen un gran referente en santa Faustina Kowalska, fallecida en Polonia el año 1938, a quien Nuestro Señor se reveló confiándole la difusión de la devoción a su Divina Misericordia, según consta en su diario. Es una devoción centrada en la enseñanza de la misericordia de Dios y su amor infinito por la humanidad; misericordia y amor que Jesucristo ofrece a todos, especialmente a los más pecadores.
El mensaje no contiene nada nuevo: es lo que la Iglesia siempre ha enseñado. Es nuclear en la Revelación que Dios es esencialmente misericordioso («compasivo y misericordioso», cf. Ex 34, 6); que Jesucristo es el rostro misericordioso del Padre (cf. Lc 10, 33-37); que Él quiere que nosotros confiemos en su misericordia, que la recibamos y que la dejemos fluir siendo misericordiosos con los demás. Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje tiene un enfoque intenso e insistente, que nos llama a una comprensión más profunda del amor y del perdón de Dios, que no tiene límites y que siempre es más grande que nuestros pecados. Santa Faustina escribe en su diario expresiones reveladas tales como: «Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a mi Misericordia»; o «Yo no quiero castigar a la humanidad dolorida sino curarla abrazándola sobre mi corazón misericordioso».
Esta santa señaló una serie de ejercicios de piedad cristiana para vivir y testimoniar la misericordia. Invitaba a la veneración de la imagen conocida de Jesús misericordioso, que ella misma pintó. Junto a esto, está también el rezo de la coronilla de la misericordia, y otras oraciones y promesas. Pero los elementos principales de la devoción de la misericordia son la confianza y las obras de misericordia.
San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina Kowalska en el año 2000 y ese mismo año instituyó la Solemnidad del Domingo de la Divina Misericordia, para que se celebrara cada año el domingo siguiente al Domingo de Resurrección. Sin duda, esta devoción contó con el fuerte apoyo de este Papa. Recordemos su Encíclica «Rico en Misericordia» (1980), donde presenta a Jesucristo como revelación y encarnación de la misericordia del Padre y dice: «Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Cabalmente el modo y el ámbito en que se manifiesta el amor, en el lenguaje bíblico, es llamado “misericordia”» (n. 3).
También el Papa Francisco nos invitó a celebrar el Jubileo de la Misericordia en 2015. En su convocatoria, y posteriormente en la clausura donde nos lo presentaba como «el camino que estamos llamados a seguir en el futuro», insistía en que «la Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios. Su vida es auténtica y creíble cuando con convicción hace de la misericordia su anuncio. Ella sabe que la primera tarea, sobre todo en un momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo. La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo» (nº 25).
Me gustaría que de este «XI Encuentro Nacional de la Divina Misericordia» en Burgos, nos quedásemos con el lema «Misericordiosos en la acción»; y que lo que vivamos estos días nos ayude a seguir por la andadura de la misericordia en nuestro actuar personal, comunitario y diocesano.