Evangelio del domingo, 12 de agosto de 2018

 

Las palabras del evangelio de hoy son una parte del llamado “discurso del Pan de vida” de Jesús en que anuncia y proclama lo que será la Eucaristía. El domingo pasado veíamos la primera parte. Hoy vemos la continuación dentro de esa conversación realizada en Cafarnaún. El día anterior había sido la multiplicación de panes y peces. Jesús despidió a la gente, que quería hacerle rey, y se marchó solo al monte a orar. Muchos se marcharon por la orilla a uno de los pueblos más importantes, que era Cafarnaún, y otros lo hicieron al día siguiente al ver que no estaba Jesús ni los apóstoles. En Cafarnaún se suscitó una viva discusión, pues la gente quería más alimento o algún hecho más espectacular. Jesús les dice que tiene un alimento mucho más importante que el que les ha dado el día anterior y mucho más importante que el maná, que Dios les había dado por Moisés en el desierto.
Y comenzamos con las palabras del evangelio de hoy. La gente duda y murmura, porque Jesús ha dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y no le cree porque muchos conocen a la familia de Jesús, a sus padres y familiares. Por eso se dicen: “¿Cómo puede haber bajado del cielo?” Estamos en la primera parte de este “discurso del Pan de vida”. Hoy vamos a considerar sobre todo la necesidad de creer en Jesús para podernos alimentar dignamente de este “Pan de vida”. Al final de las palabras de hoy comienza la segunda parte en que declarará Jesús más abiertamente que este Pan es su propio Cuerpo y Sangre. Esa segunda parte la consideraremos el próximo domingo.

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Evangelio del domingo, 5 de agosto de 2018

En este evangelio Jesús deja las cosas bien claras. No todo sirve en el cristianismo. Hay que bajar al fondo de nuestro ser y descubrir las motivaciones profundas de nuestro seguimiento a Jesús. Hoy, en la segunda lectura, San Pablo nos propone que nos revistamos “de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios”. Hemos sido configurados con Cristo por el bautismo y estamos llamados a vivir la vida misma de Cristo; de tal manera que Cristo sea para nosotros criterio de verdad, más aún la Verdad misma, y por tanto norma de nuestro actuar. Porque “la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor” (San Juan Pablo II, Encíclica “Veritatis splendor”, 1). San Pablo nos exhorta a que no andemos “ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios”.Es decir que acomodan la verdad a sus apetencias, apartándose de Dios fuente y origen de toda verdad y cayendo en la esclavitud del individualismo y del hombre viejo “corrompido por sus apetencias seductoras”.

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¿Una chica inapropiada?

Celia y Adrián eran dos hermanos que, en general, se llevaban muy bien. Celia había esperado por su hermano toda su vida, es decir, cuatro años. Se lo había pedido a sus padres con insistencia. Lo que Celia no había pensado era que su hermanito iba a crecer y apropiarse de, además del tiempo y la atención de la familia, sus juguetes y su espacio en la casa.

Una mañana, ella estaba jugando con muñequitos y bloques. Había armado una hermosa ciudad y disfrutaba de colocar animalitos y otros juguetes en las calles o en las casas; hasta que llegó su hermano, que quería armar otra ciudad para que sus autos corrieran una carrera. Su madre escuchó los gritos y corrió a la habitación. Los encontró amurallados detrás de una pila de bloques. —Si cada uno acapara los juguetes, al final, en vez de jugar, están sólo cuidando lo que cada uno tiene. ¡Eso no es muy divertido! Se nota en sus rostros. La mamá los convenció de que fueran con ella a la cocina. Estaba haciendo ñoquis, y la podían ayudar a cortar los choricitos de masa. Los juguetes quedaron desparramados por la habitación. Mientras cocinaban, la mamá les contó una historia de la familia. —Mi mamá, es decir, la abuela vuestra, tenía 5 hermanas. Eran seis mujeres; su papá trabajaba en un hospital y la mamá se quedaba en la casa. No era sencillo ocuparse de lo que necesitaba cada una. Los regalos de los cumpleaños eran ropa o zapatos; sólo en Navidad recibían un juguete.

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Feliz tiempo de descanso

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Es frecuente oír en estas fechas el saludo y el deseo que también quiero hacer mío al dirigirme hoy a todos vosotros: ¡Feliz verano!, ¡Felices vacaciones!, ¡Felices días de descanso! Es cierto que el período vacacional se reparte con frecuencia a lo largo del año. Pero sin duda en estos meses cambian sustancialmente el ritmo vital y el escenario social, porque se multiplican los desplazamientos, se intensifican los viajes, la población se concentra en las playas y en lugares turísticos, nuestros pueblos se animan con numerosos visitantes...

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Evangelio del domingo, 29 de julio de 2018

 

El domingo pasado veíamos cómo Jesús, después del trabajo misionero de los apóstoles por aquellos pueblos, les quiso dar unas pequeñas vacaciones retirándose a un lugar tranquilo; pero veíamos cómo la multitud de gente, deseosa de escuchar la palabra de Jesús, les fue siguiendo, de modo que Jesús tuvo que comenzar de nuevo a enseñar su palabra y a instruirles sobre las cosas del Reino de Dios. Pues bien, así siguieron todo el día y, como estaban en terreno más bien desierto, se encontraron con un problema. Y es que la mayoría de la gente, por el deseo de seguir a Jesús, no había llevado comida y el hambre se cebaba en toda aquella multitud.

Hoy se nos narra el gran milagro de la multiplicación de panes y peces. Tuvo que hacer mucho impacto entre la primitiva cristiandad, pues es de las pocas cosas que narran los cuatro evangelistas, y dos lo narran dos veces. Hoy, después de la narración el día anterior del evangelio de Marcos, se nos expone este milagro narrado por san Juan. La razón principal es para continuar en los domingos siguientes exponiéndonos la proclamación de la Eucaristía que hará Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. San Juan emplea el milagro como un signo que le sirve para introducir esa proclama.

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Parroquia Sagrada Familia