Una jornada diocesana especial

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Estamos empezando el curso pastoral y nos disponemos a acogerlo como don y tarea. Porque Dios Padre, Hijo y Espíritu nos lo regala como gracia y tiempo oportuno para que sigamos escribiendo en nuestra diócesis su historia de salvación. Este año lo iniciaremos oficialmente también con una Jornada Diocesana de Formación, que tendrá lugar el próximo viernes, día 27 por la tarde, en la Facultad de Teología.

Algo que viene siendo habitual, en esta ocasión tiene un carácter especial que deseo subrayar y comentar brevemente hoy en mi mensaje dominical. La Jornada estará centrada en la presentación pública y en la puesta en marcha efectiva del proyecto que nos va a ocupar durante los próximos años: la Asamblea Diocesana unida al Año Jubilar concedido por el Papa con motivo del VIII Centenario de nuestra Catedral.

Deberemos vivir este proyecto como un auténtico acontecimiento eclesial, protagonizado por todos los que nos sentimos miembros de la Iglesia de Jesucristo en Burgos. Ese acontecimiento nos hará profundizar en el manantial de la alegría de nuestra vida cristiana, en la eclesialidad de nuestra fe y en el sentido de nuestro testimonio evangélico en el mundo.

A lo largo de los próximos meses iremos comentando diversos aspectos de esta Asamblea al ritmo de sus distintas fases. En este itinerario nos encontraremos todos juntos en un proyecto compartido. Cada uno con su carisma, cada uno desde su lugar, cada uno con sus programas propios, pero viviendo todos lo que algunos denominan la «mística del nosotros»: decir «nosotros» en un acto eclesial puede ser una experiencia mística comunitaria si nos sentimos convocados por el Señor Resucitado, presente en medio de la comunidad y alentados por su Espíritu.

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Evangelio del domingo, 22 de septiembre de 2019

El evan­ge­lio de es­te do­min­go ha­bla de al­go muy ha­bi­tual en nues­tro tiem­po: la co­rrup­ción de un ad­mi­nis­tra­dor. Quien lo lea o es­cu­che sin es­pe­cial aten­ción, pue­de sor­pren­der­se, pues da la im­pre­sión de que Je­sús aplau­de la con­duc­ta de es­te hom­bre. Una conduc­ta to­tal­men­te re­pro­ba­ble, por­que, ade­más de mal­gas­tar los bie­nes que de­bía ad­mi­nis­trar, fal­si­fi­có a la ba­ja los re­ci­bos de los deu­do­res de su amo. Sin em­bar­go, Je­sús no ala­ba es­te so­borno ni el de­rro­che an­te­rior. Lo que ala­ba es la sa­ga­ci­dad que de­mostró el ad­mi­nis­tra­dor. Por­que al en­te­rar­se de su des­pi­do, apro­ve­chó el po­co tiem­po que le que­da­ba pa­ra lla­mar a los deu­do­res, ha­cer­les fir­mar muy a la ba­ja los re­ci­bos de su deu­da y así ga­nar­se su sim­pa­tía y ayu­da al que­dar­se en pa­ro. Es es­ta as­tu­cia, es­ta sa­ga­ci­dad la que ala­ba Je­sús y de ella se sir­ve pa­ra dar una gran lec­ción a sus oyen­tes.

Una lec­ción tan sen­ci­lla co­mo im­por­tan­te: em­plead vo­so­tros –les di­ce- la mis­ma sa­ga­ci­dad con vues­tros bie­nes mien­tras vi­vís, pa­ra que, cuan­do no los ten­gáis des­pués de la muer­te, seáis re­ci­bi­dos en el Cie­lo. Esos “bie­nes” son muy va­ria­dos. Je­sús men­cio­na ex­pre­sa­men­te el di­ne­ro. Em­plear con sa­ga­ci­dad y as­tu­cia el di­ne­ro no es ha­cer­lo ren­dir ca­da vez más o apro­ve­char­se de él pa­ra lle­var una vi­da ca­da vez más có­mo­da y egoís­ta sino em­plear­lo pa­ra ga­nar­se la vi­da eter­na. ¿Có­mo ha­cer­lo? Un mo­do bien con­cre­to y sen­ci­llo es des­ti­nar­lo a sa­car ade­lan­te la fa­mi­lia y a Cá­ri­tas pa­ra ayu­dar a los ne­ce­si­ta­dos.

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Les aseguro que, de la misma manera se alegran los ángeles por un solo pecador que se convierte

El abuelo era fanático del ajedrez. Tenía varios tableros. Uno de estos, de piezas de madera, grande, era su preferido.

Cierto día, al abrir la caja, faltaba un peón.

—Ya no se puede jugar. ¿Cómo puede desaparecer una ficha? —dijo mientras se agarraba la cabeza. El abuelo buscó el escobillón y barrió toda la casa. Se agachó, miró debajo de los muebles y no encontró la ficha.
—Dale, Abuelo, pongamos una piedrita en lugar del peón y jugamos igual, —dijo una de sus nietas que había heredado la misma pasión.
—Sí, pero no es lo mismo, me distrae, dónde estará esa ficha. ¿Cómo se va a perder una ficha? ¡Por eso me ganas, porque estoy distraído!. A la noche, dentro de la caja, la torre blanca comentaba con el rey negro.
—Al final, un simple peón parece imprescindible.
—Sí, ¿nosotros qué somos? Sería mucho peor que no estuviera yo —dijo el rey. La torre pensó que mucho peor sería que faltara la reina. De hecho, era la pieza que se podía mover para todos lados, la más peligrosa.
—Y cada vez juega menos con nosotros —dijo un alfil metiéndose en la conversación.
—El otro día, vi que estaba por coger nuestra caja para repetir las partidas que mira en el periódico y nos cambió por ese ajedrez de plástico que tiene desde niño. Sólo juega con nosotros cuando está con la nieta porque ella nos quiere mucho. Un día, mientras la abuela buscaba una moneda, vio algo negro en un rincón.
—¡Una cucaracha! —gritó y salió corriendo a buscar una escoba para matarla. Corrió el sillón y ahí estaba mirándola el peón que se había perdido, justo entre la pata del sillón y la pared. Por eso, no lo encontraban cuando barrían.
La alegría del abuelo cuando la abuela le dio el peón, fue inmensa. Lo agarró con las dos manos, buscó una franela para limpiarlo, lo acaricio, abrió la caja y lo guardó con muchísimo cuidado.
El nieto que estaba mirando, le dijo mientras sonreía
—Abuelo, si el resto de las piezas hablaran dirían que preferís a ese peón. ¡Tenías 31 piezas, pero te preocupabas por una!
—Querido nieto, no es sólo la pieza, es que, cuando falta una pieza, todo pierde sentido.

El cuento plantea el problema que se nos presenta cuando a uno solo de nosotros le va mal. Todo está mal, la felicidad no es completa. Pensamos si dentro de nuestro grupo quedó alguno o alguna en el camino. ¿Por qué sucedió eso? ¿Cómo lo vivimos?. Todas las lecturas de hoy nos hablan de la inmensa misericordia de Dios. Dios siempre perdona al que se arrepiente, y se alegra de que pueda modificar sus acciones. Él mismo sale a nuestro encuentro. Dios nos ayuda a cambiar, a vivir en el amor. Aunque nos equivoquemos, aunque pequemos, él siempre nos ama y nos salva.

Congreso Nacional de Misiones: Bautizados y enviados

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Estamos estrenando un nuevo curso pastoral que se presenta muy intenso y que exigirá de nosotros, como venimos comentando, muchas respuestas responsables para ir siendo mejores discípulos que caminan alegres con Jesús, y mejores misioneros que anuncian con la palabra y con la vida su Evangelio. Con la ayuda del Señor iremos recorriendo la planificación pastoral diocesana, atentos igualmente a las propuestas y convocatorias de la Iglesia, que susciten en nosotros la revitalización de la fe y del compromiso cristiano.

Una de estas propuestas es el Congreso Nacional de Misiones, un evento importante que la Iglesia española ha organizado de cara al Mes Misionero Extraordinario que fue convocado por el Papa Francisco para este próximo mes de octubre. De esta convocatoria ya os he hablado en alguna ocasión, pero ahora quiero recordar que, según desea el Papa, se pretende «que este Mes Misionero Extraordinario sea un tiempo de gracia intensa y fecunda para promover iniciativas e intensificar de manera especial la oración –alma de toda misión–, el anuncio del Evangelio, la reflexión bíblica y teológica sobre la misión, las obras de caridad cristiana y las acciones concretas de colaboración y de solidaridad entre las Iglesias, de modo que se avive el entusiasmo misionero».

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Evangelio del domingo, 15 de septiembre de 2019

 

El mensaje que predomina hoy en todas las lecturas es: la MISERICORDIA de Dios. De una manera especial en el evangelio, en que Jesús nos describe algo esencial en Dios, como es el perdón y la acogida hacia el pecador, de modo que el hecho de volver a la casa paterna de un solo pecador causa en Dios una gran ALEGRIA. Jesús nos lo mostró con parábolas y con el mismo ejemplo de su vida.

La ocasión para exponer estas hermosas parábolas fue el hecho de que los fariseos y los escribas andaban murmurando porque junto a Jesús se reunían pecadores y publicanos y él los trataba con bondad. No comprendían que uno que se tuviera como portavoz de Dios pudiera sentarse a la mesa con pecadores. Los fariseos creían en Dios justo; pero confundían la justicia con el castigo y la venganza. Creían en un Dios grande; pero de tal manera que le sentían alejado. Para ellos Dios era demasiado severo y aburrido, preocupado sobre todo de su gloria y honor. Para Jesús Dios está a favor de los pequeños, los humillados y despreciados., Es sobre todo AMOR y por eso se alegra, cuando alguien apartado vuelve al amor. Lo único que le molesta de verdad a Dios es el sufrimiento que unos hombres causan a otros.

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Parroquia Sagrada Familia