Evangelio del domingo, 21 de febrero de 2021

Escuchar lecturas y homilía

Oración

Puedes ver la misa de la tarde aquí:

 

Antes de comenzar a narrar la actividad profética de Jesús, Marcos nos dice que el Espíritu lo impulsó hacia el desierto. Se quedó allí cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Estas breves líneas son un resumen de las tentaciones o pruebas básicas vividas por Jesús hasta su ejecución en la cruz.

Jesús no ha conocido una vida fácil ni tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios le ha llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba.

La vida de Jesús ha sido una lucha. Él ha venido a vencer el mal, a vencer al príncipe de este mundo, a vencer al demonio. Y la lucha contra el demonio la debe afrontar cada cristiano.
El demonio ha tentado a Jesús muchas veces y Jesús ha sentido en su vida las tentaciones como también las persecuciones. También nosotros somos tentados, también nosotros somos objeto del ataque del demonio, porque el espíritu del Mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere que nosotros seamos discípulos de Jesús. ¿Y cómo hace el espíritu del mal para alejarnos del camino de Jesús con su tentación?

La tentación del demonio tiene tres características y nosotros debemos conocerlas para no caer en las trampas. ¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Segundo, crece y contagia a otro, se transmite a otro, intenta ser comunitaria. Y al final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se justifica.

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La Cuaresma: el camino bautismal a Jerusalén

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

 

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20,18). Estas palabras que el Señor les dice a los doce apóstoles nos abren el camino de este tiempo de Cuaresma que hemos comenzado con el Miércoles de Ceniza. Es un camino de cuarenta días a imagen del pueblo judío, cuarenta años camino de la liberación definitiva. Y también un camino bautismal que nos hace criaturas nuevas.

Pasión, muerte y resurrección. Un camino que hemos de recorrer junto a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). Un tiempo de conversión para renovar la fe, avivar la esperanza y ensanchar la caridad. Así nos lo recuerda la imposición de la ceniza: nuestra propia fragilidad que necesita del Espíritu de Dios que es fuerza, vida y amor.

El Papa Francisco, en su mensaje cuaresmal para este año, nos anima a dejarnos seducir por la grandeza de ese Dios «que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello». En este sentido, nos alienta a que «recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo».

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Evangelio del domingo, 14 de febrero de 2021

Señor, si quieres, puedes limpiarme…” Jesús, sintiendo lástima; extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio”. La compasión de Jesús. Ese padecer con que lo acercaba a cada persona que sufre. Jesús, se da completamente, se involucra en el dolor y la necesidad de la gente… simplemente, porque Él sabe y quiere padecer con, porque tiene un corazón que no se avergüenza de tener compasión.

“No podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado”. Esto significa que, además de curar al leproso, Jesús ha tomado sobre sí la marginación que la ley de Moisés imponía. Jesús no tiene miedo del riesgo que supone asumir el sufrimiento de otro, pero paga el precio con todas las consecuencias.

La compasión lleva a Jesús a actuar concretamente: a reintegrar al marginado. Y éstos son los tres conceptos claves que la Iglesia nos propone hoy en la liturgia de la palabra: la compasión de Jesús ante la marginación y su voluntad de integración.

Marginación: Moisés, tratando jurídicamente la cuestión de los leprosos, pide que sean alejados y marginados por la comunidad, mientras dure su mal, y los declara: “Impuros”. Imaginen cuánto sufrimiento y cuánta vergüenza debía de sentir un leproso: físicamente, socialmente, psicológicamente y espiritualmente. No es sólo víctima de una enfermedad, sino que también se siente culpable, castigado por sus pecados. Es un muerto viviente, como "si su padre le hubiera escupido en la cara".

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Contagia solidaridad para acabar con el hambre. Manos Unidas y el virus de la solidaridad

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy, un domingo más, celebramos el Amor de Dios que se entrega por nosotros para que lo hagamos vida dándonos a los demás. Sin reservas. Sin barreras. Sin más medidas que su sangre derramada a cuerpo entero para nuestra salvación.

Y qué mejor manera de hacerlo que con la Jornada Nacional de Manos Unidas, que conmemoramos hoy. Contagia solidaridad para acabar con el hambre. Con el Evangelio en una mano y con el corazón que se ofrece en la otra, debemos volcarnos en la ayuda a las personas más vulnerables del planeta.

En este arduo caminar, con el hambre y la pobreza castigando tantas vidas por vivir, Dios nos llama –con todas sus fuerzas– a promover el amor, a desvestir nuestros miedos, a ser abrazo compasivo ante quienes alzan sus manos en medio de tantas necesidades.

La campaña de Manos Unidas de este año enciende una luz en medio de esos sembradíos que necesitan el agua viva de la fe para conservar su belleza. Una campaña que desea dotar a los empobrecidos con mejores y mayores recursos para acceder a una alimentación sana, al agua potable, a la educación, a la sanidad… Recursos fundamentales y, sobre todo, humanos. Porque «el bien común solo lo construiremos al sentir al otro tan importante como a nosotros mismos», tal y como nos recuerda el Papa Francisco en Fratelli tutti.

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Evangelio del domingo, 7 de febrero de 2021

El Evangelio de hoy narra una especie de “24 horas de Jesús”: a mediodía, en casa de Simón y Andrés. Tras la comida, por la tarde, le vemos rodeado de gente, aportándoles salud. Después de la noche, madruga para orar en un lugar apartado. Cuando le encuentran sus discípulos para decirle que todos le buscan, se pone de nuevo en camino… “Jesús no para”, es tal la caridad pastoral que lo mueve que podemos decir que lleva un fuego en el corazón que le mueve constantemente.

¿Qué nos dice el Señor hoy? – parece un desafío, una invitación a “hacer lío”, a no conformarnos ni dejarnos estar… Jesús nos invita hoy a apostar por metas altas. Hemos sido hechos para cosas grandes: vivir, crecer, amar, servir, entregar… No nos conformemos con las migajas del banquete de la vida. Dios nos ha sentado a su mesa y Jesucristo cuenta con nosotros.

Llamados a que con la ayuda del Señor superemos nuestras flaquezas ¿cómo estamos poniéndonos al servicio de la misión? ¿tengo conciencia de cuál es mi misión?

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Parroquia Sagrada Familia