«El Efecto Ser Humano» El lema de Manos Unidas que quiere ponerse al lado de los «descartados climáticos»

Con esta Campaña, Manos Unidas quiere ponerse al lado de los llamados «descartados climáticos», aquellos que son más vulnerables a la variación y los efectos cambiantes del clima, pese a ser los que menos han contribuido a él.

Con esta nueva campaña, alzamos la voz por el cuidado del planeta porque es el camino para luchar por la dignidad de las personas. Se estima que entre 3.300 y 3.600 millones de personas —cerca de la mitad de la población mundial— viven en contextos «altamente vulnerables» a la inestabilidad climática.

Ni todos contaminamos igual ni a todos nos afecta esta crisis de la misma manera. Esto es INJUSTICIA CLIMÁTICA. Para Manos Unidas, la verdadera lucha contra la injusticia climática debe partir de la convicción tantas veces evidenciada por el papa Francisco de que existe una auténtica «deuda ecológica» entre los países del Norte y los del Sur.

El compromiso de justicia con los más vulnerables a los impactos climáticos arranca de nuestra propia fe en la Creación: «De Yahvé es la tierra y cuanto contiene» (Sal. 24,1), y nos la dio para que todos los seres vivamos con dignidad. También, en el Nuevo TestamentoJesús insiste en que los bienes de la tierra creada por Dios, están al servicio del amor al próximo.

Desde Manos Unidas, urgimos al compromiso personal con los «descartados climáticos», y reclamamos una implicación de la política global en la lucha contra el cambio climático que, para ser justa, debe centrarse en los más vulnerables. Como dice el papa Francisco, «se necesita una acción urgente, valiente y responsable».

Somos la única especie con el poder de frenar la desigualdad ante la injusticia climática, que hemos provocado también nosotros por nuestra forma de consumir y producir, para que podamos vivir en un planeta sostenible, sin pobreza, sin hambre ni desigualdad, convirtiéndolo en una casa común para una vida digna y sin exclusión.

«La vida consagrada: signo permanente de la fidelidad de Dios»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

El pasado 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, celebramos la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Con el lema Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad, nos adentramos en el templo, a los cuarenta días del nacimiento de Jesús, portado en los brazos de María y de José.

Hoy, también nosotros, como pueblo de Dios consagrado, somos llevados y presentados por nuestra madre, la Iglesia, ante el Dios vivo y verdadero.

Nuestro mundo anhela la luz, la esperanza y la fraternidad que nacen del Costado del Señor, en medio de tanto desencuentro y división. Y solo si hacemos la voluntad de Jesús Resucitado, bálsamo eterno de paz, podremos ahondar en el corazón de Dios.

La Jornada que celebramos, como manifiestan los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada, recuerda el don para la Iglesia y para el mundo de las personas consagradas «en su riqueza de modos y carismas», inspirados por el Espíritu Santo «a través de la escucha y el discernimiento comunitario».

En su carta, los obispos señalan que la Iglesia necesita la profecía de la Vida Consagrada: «“¡Aquí estoy!, “¡Aquí estamos!” y “¡Hágase tu voluntad!” encierran un compromiso profético para una Iglesia en misión». Una llamada que todos, cada uno desde su propia vocación, debemos hacer nuestra.

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Evangelio del domingo, 4 de febrero de 2024

La obra salvadora de Cristo, no se agota con su persona durante su vida terrena; ésta prosigue mediante la Iglesia, sacramento del amor y de la ternura de Dios hacia los hombres.

Al enviar en misión a sus discípulos, Jesús les confiere una doble misión: anunciar el Evangelio de la salvación y sanar a los enfermos. Fiel a esta enseñanza, la Iglesia siempre ha considerado la asistencia a los enfermos como parte integrante de su misión.

“Los pobres y los que sufren, los tendrán siempre”, advierte Jesús. Y la Iglesia continuamente les encuentra en la calle, considerando a las personas enfermas como una vía privilegiada para encontrar a Cristo, para acogerlo y servirlo.

Curar a un enfermo, acogerlo y servirlo es servir a Cristo, el enfermo es la carne de Cristo.

Esto sucede en nuestro tiempo, cuando a pesar de las diversas adquisiciones de la ciencia, el sufrimiento interior y físico de las personas despierta fuertes interrogantes sobre el sentido de la enfermedad y del dolor, y sobre el porqué de la muerte.

Son preguntas existenciales a las cuales la acción pastoral de la Iglesia debe responder a la luz de la fe, teniendo delante de los ojos al Crucifico, en el cual aparece todo el misterio de salvación de Dios padre, que por amor de los hombres no escatimó a su propio Hijo.

Por lo tanto cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz del evangelio y la fuerza de la gracia a quienes sufren y a todos aquellos que los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que el servicio al enfermo sea realizado cada vez con más humanidad, con dedicación generosa, con amor evangélico, y con ternura.

(Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

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«Llamados a vivir un auténtico ecumenismo»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo (cf. Lc 10,27). Con este tema, escogido por un equipo ecuménico de Burkina Faso, hemos celebrado –del 18 al 25 de enero– la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

La Iglesia «tiene que ser posada donde todos puedan refugiarse» y «lugar de acogida para los hombres y mujeres que buscan», destacan los obispos de la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales y el Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal Española.

Así, como «comunidad que sana», los cristianos de Burkina Faso han propuesto como tema de reflexión para esta Semana la parábola del buen samaritano, en la que Jesús revela el sentido de amar al prójimo hasta el último aliento.

San Juan Crisóstomo, en un momento muy especial de su vida, confesó que la Iglesia «es una posada colocada en el camino de la vida que recibe a todos los que vienen a ella, cansados del viaje o cargados con los sacos de su culpa».

El Amor es la fuente infinita de la gracia, el origen de todo, la raíz donde brota la vida en plenitud. Y solo ese amor conduce a la unidad: para cuidar las llagas de los caídos al borde del camino, para que todos seamos uno en Él (cf. Jn 17, 21).

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Evangelio del domingo, 28 de enero de 2024

El pasaje evangélico presenta a Jesús que, con su pequeña comunidad de discípulos, entra en Cafarnaún, la ciudad en la que vivía Pedro y que en aquellos tiempos era la más grande de Galilea. Y Él entra en aquella ciudad.

El evangelista Marcos relata que Jesús, siendo aquel día un sábado, fue inmediatamente a la sinagoga y se puso a enseñar. Esto hace pensar en la primacía de la Palabra de Dios, Palabra que hay que escuchar, Palabra que hay que acoger, Palabra que hay que anunciar.

Al llegar a Cafarnaún, Jesús no posterga el anuncio del Evangelio, no piensa primero en la disposición logística, ciertamente necesaria, de su pequeña comunidad, no se detiene en la organización. Su preocupación principal es la de comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Y la gente en la sinagoga permanece asombrada, porque Jesús "les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas".

¿Qué significa "con autoridad"? Quiere decir que en las palabras humanas de Jesús se sentía toda la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la misma autoridad de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que realiza lo que dice. Porque la Palabra de Dios corresponde a su voluntad. En cambio, nosotros con frecuencia pronunciamos palabras vacías, sin raíz, o palabras superfluas, palabras que no corresponden a la verdad.

Angelus, S.S. Francisco, 1 de febrero de 2015

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Parroquia Sagrada Familia