«La Palabra de Dios ilumina el camino»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, una invitación a escuchar con atención, cuidado y delicadeza la Palabra que Él nos dirige para, así, responder a su infinito amor con agradecimiento, entusiasmo y esperanza.

El lema Permaneced en mi Palabra, tomado del evangelio según san Juan (cf. Jn 8, 31), nos anima a abrir nuestros corazones hasta que el Espíritu Santo los ilumine y seamos capaces de escuchar la voz de Cristo en lo más profundo de nuestra alma.

En medio del remolino existencial en el que nos encontramos, es esencial hacer un ejercicio de escucha orante y de lectura creyente de la Palabra de Dios. Una Palabra que no solo se puede meditar personalmente, sino que es iluminada de modo particular al calor de una comunidad que vive bajo el abrazo de la fraternidad.

En este domingo de «celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios» (Aperuit illis, 3, Papa Francisco), no olvidemos que el Señor jamás realiza su misión en solitario, sino que se rodea de personas que embellecen poco a poco el rostro de la Iglesia.

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Evangelio del domingo, 21 de enero de 2024

Jesús inicia su predicación anunciando la llegada del Reino. Interpela al mundo con la necesidad de la conversión. Recluta a sus primeros seguidores... Reino, conversión y llamada, son realidades inseparables que desde entonces vivimos en la Iglesia.

Desde que Cristo nace, se ha cumplido el tiempo. Dios interviene en la historia del hombre fundando su Reino en el corazón de cada discípulo. Y desde entonces hasta hoy, el mensaje, no ha sido otro sino la preparación para le llegada definitiva del Reino de Dios. Para ello, se ha querido valer de tantas almas consagradas a su servicio. Los sacerdotes, los diáconos, obispos y papas, las religiosas y religiosos dedicados a la vida contemplativa o al apostolado, a la educación o a las misiones en tierras lejanas... Todos ellos han sido la prolongación de las obras de Nuestro Señor.

Pero la hora aún no ha llegado, ni parece venir pronto. Es obvio que no conoceremos el día ni la hora del final de los tiempos. Y por eso mismo, es necesario vivir preparados. Debemos entender, que cuando Cristo proclama el Reino, como un tiempo cumplido, se trata igualmente del tiempo concedido a cada uno de nosotros. El tiempo de nuestra vida, en la que debemos obrar siempre el bien. Pero no un bien ideal. El bien que tiene el rostro de cuantos nos rodean: hermanos, amigos, hijos, esposo, empleados y compañeros de trabajo; pobres y enfermos... Darse a sí mismo para procurar el bien de los demás. De ésto se nos pedirán cuentas al final de nuestra vida.

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Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos del 18 al 25 de enero de 2024

La Iglesia celebra la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos del 18 al 25 de enero de 2024 este año con el lema «Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo» (cf. Lc 10,27).

El Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y la Comisión fe y constitución del Consejo Ecuménico de Iglesias elaboran conjuntamente unos materiales para ayudar a la reflexión y para preparar las celebraciones del Octavario.

Una de las novedades de este año es SOUC, una APP para rezar cada día de la Semana de Oración por la Unidad.

Puedes encontrar toda la información en la página web de la Conferencia Episcopal Española.

«Hacia un mañana que nos renueve en el Amor»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

«Es necesario crear una cultura que en lugar de pensar en cómo dejar a los niños de lado, excluidos con paredes y cerraduras, se preocupe por ofrecer cuidados y belleza». Con estas palabras pronunciadas por el papa Francisco en 2018 en el Instituto de los Inocentes de Florencia, el Santo Padre reclamaba una vida digna para los más pequeños: «A los débiles, especialmente a los niños, hemos de darles lo mejor que tenemos».

Hoy, cinco años más tarde del citado discurso, sería preciso reiterar su mensaje a esta humanidad tan necesitada de atención y cuidado. Cuando celebramos hoy la Jornada de la Infancia Misionera, reavivamos esa invitación a ayudar a los niños, «especialmente a los que no tienen lo necesario para vivir o no conocen a Dios», tal y como señalan desde Obras Misionales Pontificias.

El lema –Comparto lo que soy– implica a todos, niños, jóvenes y adultos, y desea recordar nuestra vocación bautismal como misioneros para ayudar a quienes menos tienen, con nuestra oración y nuestra ofrenda, para que los misioneros continúen proveyendo educación, salud y formación cristiana a más de 4 millones de niños en 120 países del mundo.

Compartir lo que somos supone caminar hacia un mañana que nos renueve en el Amor; un amor vivido en el abrigo acogedor de una comunidad que no deja a nadie a un lado, que comparte hasta lo último que tiene y rompe con la barrera del individualismo porque desea entregarse hasta la última gota, como lo hizo el Señor Jesús.

Cada persona es creada a imagen y semejanza de Dios, y solo haciéndonos como niños podremos habitar la morada celestial (cf. Mt 18, 1-3) Y este mandamiento, esencial en el credo que nos hermana, no puede ser sustituido por ninguno de los demás. Un detalle que no solo refleja nuestra misión, sino también nuestra cultura: «Una cultura –sostiene el Papa Francisco– que reconozca en todos los rost­­­­­ros, también en el de los más pequeños, el rostro de Jesús». En este sentido, «debemos imaginar que nuestros pobres tienen una medalla rota, y que nosotros tenemos la otra mitad».

Qué importante es, en medio de tanto ruido, el cuidado de la infancia y la adolescencia para forjar una humanidad verdadera y plena. Por eso, el carisma de la Infancia Misionera propone y testimonia el Evangelio en cualquier lugar de la Tierra donde haya un solo niño necesitado.

Porque cuidar no es solo proteger, es también entregarse, darse por entero aun cuando se agotan las fuerzas. Es lo que hacen los misioneros y que hemos de hacer, también, cada uno de nosotros: hasta vivir plenamente el discipulado misionero, a la luz del Espíritu Santo y a imagen y semejanza de Jesús.

Ojalá tengamos muy presente, cada día de nuestra vida, que nuestras manos han de ser las del Señor. Seamos discípulos de corazón misionero y evangélico, atravesemos los muros del egoísmo, recorramos los corazones varados en tantos desiertos que nos rodean sin apenas luz, vistamos a los desnudos de fe, vayamos a donde nadie quiere estar para ofrecer compañía, abramos caminos de esperanza, desatemos tantos sueños mudos y quebremos muros imposibles.

Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las Misiones, dedicó su existencia a orar y a entregarse por los sacerdotes, especialmente los misioneros. Su sencillez, sin salir siquiera del convento, manifiestan que la oración es el abrazo eterno que anhela la Iglesia para desarrollar la labor misionera cada día. Ella, nuestra intercesora para recordar a los misioneros, nos lleva a esos rincones tan necesitados del Evangelio de la misericordia y del amor.

Le pedimos a la Virgen María, mediante la intercesión de Teresita de Lisieux, que nos ayude a ser promotores del carisma y la espiritualidad de la Infancia misionera. Para que podamos testimoniar, sin complejos y sin miedos, con los más necesitados en el centro de nuestro corazón, las palabras que esta santa dejó escritas con el reflejo de su vida: «En el corazón de la Iglesia, yo seré el Amor».

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Evangelio del domingo, 14 de enero de 2024

Juan es generoso en la realización de su misión. Él también tiene discípulos, pero ahora debe aceptar que algunos de estos se van detrás de otro maestro. Juan ha sido realmente el precursor: con su mensaje y con su testimonio de vida, ha preparado los corazones para que estos hombres lleguen a reconocer quién es Jesús.
Resulta interesante cómo en este encuentro surge por parte del Señor una pregunta que interpela “¿qué buscan?” De algún modo esta pregunta se nos dirige hoy a nosotros -¿responderemos quedándonos con el Señor o diciendo hemos encontrado al Mesías?
Los discípulos realizan un bellísimo camino espiritual, evidenciado por los verbos “oyeron, siguieron, vieron, se quedaron”. Hoy ¿tengo los oídos abiertos, los ojos atentos para poder escuchar y reconocer al Señor en mi camino?

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Parroquia Sagrada Familia