El evangelio de hoy nos sitúa ante una cuestión de gran actualidad: ¿hay que ser flexibles o intransigentes? El punto de partida es la reacción del discípulo Juan frente a la actuación de uno que no es del grupo de los apóstoles: "hemos visto que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido prohibir", dice a Jesús.
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Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
El pasado 9 de septiembre, el periodista y escritor italiano Vittorio Messori visitó a Benedicto XVI, de quien es amigo personal. En un momento de la charla, le animó a que escribiera un libro sobre los Novísimos, “ahora que están tan olvidados”. El anciano expontífice le contestó que le encantaría pero que ya no tiene fuerzas para un compromiso de esa envergadura. Luego le confió: “Mi deber hacia la Iglesia y el mundo intento hacerlo con una oración que ocupa toda mi jornada». El periodista insistió: “¿Oración mental o verbal, Santidad?”. Su respuesta fue inmediata: «Verbal sobre todo: el rosario completo, con sus tres coronas (150 avemarías) y los salmos”.
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La comunidad parroquial ha celebrado a las 13h. de hoy una eucaristía de homenaje y despedida del que ha sido hasta hoy y durante los 10 últimos años párroco de la Sagrada Familia.
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Había una vez un pincel que era la admiración de todos los demás lápices, pinceles y crayones, puesto que con él habían sido pintados los cuadros más hermosos que habían salido de ese taller. Cuando el pintor tenía que realizar una obra de calidad o un trabajo muy importante, siempre acudía a él, puesto que sus suaves cerdas eran las que más finos y delicados trazos imprimían sobre el lienzo, y le daban un toque especial a cada detalle de la obra. Esto llenaba de orgullo a nuestro amiguito, que solía pasearse orondo por el taller, mirando por encima del hombro a los demás elementos de dibujo, puesto que sabía que él era el mejor. Todas las fibras y acuarelas del taller suspiraban por el galán.
Cierto día, un viejo plumín de tinta china, envidioso porque nuestro amiguito era el centro de la atención femenina del taller, sembró en él una inquietante cizañita. Le dijo: "¿Tú te crees muy bueno? Pues lamento informarte que tú solo no vales nada. Jamás decides tú qué es lo que pintarás, o qué colores utilizarás, sino que eres un miserable esclavo del pintor que es quien te usa como a él se le da la gana". Esto inquietó al pincelito. ¿Sería verdad lo que el plumín había dicho? ¡No! El pintor era bueno... Pero... si era así, ¿qué derecho tenía el pintor de hacer con él lo que quisiera? ¡El pincelito era el que se ensuciaba y el que se desgastaba al raspar contra el lienzo. ¿Por qué había de llevarse los laureles el pintor?
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