Evangelio del domingo de Resurrección, 1 de abril de 2018

Evangelio significa Buena Noticia. Hoy se nos da la mejor de las noticias: Cristo ha resucitado. Si Cristo no hubiera resucitado nuestra fe sería vana, descansaría en el vacío y en la muerte. Pero Cristo resucitó y nuestra fe se acrecienta en la esperanza de que nosotros también un día podemos resucitar y entrar en la vida definitiva. Proclamar la Resurrección es anunciar que la muerte está vencida, que la muerte no es el final.

Nadie fue testigo del momento de la resurrección del Señor, porque no fue un hecho físico y sensible como el de levantarse del sepulcro para vivir la vida de antes. Fue un hecho estrictamente sobrenatural. Los apóstoles no vieron el hecho transformante, pero fueron testigos de los efectos: Vieron a Jesús, le palparon, y este acontecimiento les trasformó totalmente la vida. Hay personas que quizá piensen que la resurrección de Jesús fue como un revivir, como fue lo de Lázaro, la hija de Jairo o el joven de Naín. En ese caso después tendría que volver a morir. Lo de Jesús fue un paso adelante hacia otra vida superior, hacia una vida para siempre, una vida que será para nosotros.
Hoy lo primero que se nos pide es un acto de fe: creemos que Cristo resucitó, que vive entre nosotros. Cristo resucitó y por lo tanto vive para nosotros y en nosotros. La Resurrección del Señor no es un acto que pasó. Es actual, porque vive y lo debemos sentir que está con nosotros. La Resurrección nos revela que Dios no nos abandona, sino que está con nosotros en nuestro caminar de la vida. Por eso es un día de acción de gracias y de alegría. La alegría es un fruto del Espíritu Santo. No debemos ahogarla aunque hayamos sufrido con Cristo clavado en la cruz el Viernes Santo. Precisamente a aquellos que más unidos estuvieron con el dolor de Jesús en su muerte, en el día de su resurrección Jesús les quiere dar una mayor alegría. Sentir la alegría de Cristo resucitado sería una gracia que debemos pedir a Dios vivamente en este día.

El evangelio de este domingo nos cuenta cómo María Magdalena, al ver el sepulcro vacío, va a contárselo a los apóstoles. Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, marchan a toda prisa al sepulcro. Los dos ven lo mismo: que el cuerpo del Maestro no está, que las vendas y ropa están bien colocadas, cosa que no harían unos ladrones, y el que más ama cree. La fe verdadera es una mezcla de razones y de amor. En este día se nos dan razones para creer, sobre todo por el testimonio de los apóstoles y otras personas, que sintieron transformada su vida y con su predicación comenzaron a transformar al mundo. Así nuestra vida de cristianos tiene que ser también un testimonio de que Cristo vive entre nosotros. Y esto será verdad, si nuestra vida es una vida de seres resucitados o vivificados por el impulso de Jesucristo.

Como al discípulo amado también nuestro amor debe llevarnos a la fe. La alegría de la Pascua madura sólo en el terreno de un amor fiel. También nuestro apostolado será más eficaz, si vivimos como personas resucitadas con Cristo. Hoy san Pablo nos dice en la segunda lectura que, si hemos resucitado con Cristo, debemos aspirar a los bienes de arriba. Es lo mismo que cuando pedimos que “venga su Reino”. En primer lugar ese reino pedimos que venga sobre nosotros y también sobre los demás.

Cuando comenzaron a predicar los apóstoles, como se dice en la primera lectura, el principal mensaje era la Resurrección de Jesús: que El vive. Esta es nuestra gran persuasión. Por eso se enciende el cirio pascual en la liturgia: para recordarnos que Cristo está vivo entre nosotros. En verdad, como decía san Pablo, si Cristo no hubiera resucitado seríamos “los más miserables de los hombres”. Es el día de reavivar el compromiso bautismal para estar más unidos a Cristo, como se hacía anoche en la Vigilia. Hoy saludamos con alegría a la Virgen María, que fue la que más se alegró en ese día. Y la pedimos que nos ayude a que vivamos en nuestro corazón el misterio de esta alegría, para que podamos dar testimonio en nuestro trabajo de cada día del amor y la esperanza que Cristo resucitado nos da en nuestro caminar.

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Viernes Santo

Cristo abraza el dolor de la cruz para salvarnos a todos.

En el Viernes Santo celebramos la Pasión y Muerte de Jesucristo. Celebramos la muerte de Jesús, quien ha muerto por cada uno de nosotros y por toda la humanidad para reconciliarnos con el padre. En este día se conmemora el amor extremo de Cristo para rescatarnos.

Hoy no se celebra la Eucaristía. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni adornos. Recordamos la muerte de Jesús. Los ministros se postran en el suelo ante el altar al comienzo de la ceremonia. Son la imagen de la humanidad hundida y oprimida, y al tiempo penitente que implora perdón por sus pecados.

En la vida de un cristiano, la luz tiene que estar presente y tiene que doblegarnos bajo su peso. No pensemos nunca en una vida fácil, lejos del sufrimiento y del sacrificio. La vida terrena es para luchar, para caer en el polvo mil veces y levantarse otras mil veces, es una vida para ser humillados por amor a Cristo.

No soñéis con vidas sin cruces. Porque la cruz es un instrumento connatural a la vida del hombre y en especial para aquellos que, por vocación hemos aceptado seguir a Cristo por los caminos del Calvario.

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Un emocionante encuentro de amor y lágrimas

128La cofradía de Cristo Resucitado sale de San Gil acompañando a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores.

El hermoso encuentro entre las imágenes de Jesús con la Cruz a Cuestas y Nuestra Señora de los Dolores fue acogido multitudinariamente con más expectación que nunca.

Sonó la carraca y tras ella las primeras melodías de las cornetas que daban comienzo a una sentida procesión del encuentro de Jesús con la Cruz a Cuestas que salía de la iglesia de San Cosme y Nuestra Señora de los Dolores que partía de la iglesia de San Gil pasadas las 19:45 horas.

La cofradía de Cristo Resucitado de nuestra parroquia, junto a otras cofradías, también quiso acompañar a la cofradía Nuestra Señora de los Dolores que portaba la imagen de la Dolorosa acompañada por fieles devotos.

Una hora y media más tarde las tallas llegaban a la plaza y las agrupaciones musicales comenzaron a entonar la melodía del acercamiento. Un momento emotivo de intercambio de flores blancas y rojas que simbolizan la pureza de María y la sangre de Jesucristo.

Jueves Santo

Hoy celebramos la alegría de saber que esa muerte del Señor, que no terminó en el fracaso sino en el éxito, tuvo un por qué y para qué: fue una "entrega", un "darse", fue "por algo" o, mejor dicho, "por alguien" y nada menos que por "nosotros y por nuestra salvación" (Credo).

"Nadie me quita la vida, había dicho Jesús, sino que Yo la entrego libremente. Yo tengo poder para entregarla." (Jn 10,16), y hoy nos dice que fue para "remisión de los pecados" (Mt 26,28).

El mundo vive sumido en las tinieblas del egoísmo de una cultura de la muerte. El Jueves Santo es un día en el que Dios nos invita por medio del servicio a ser esas lámparas que lleven la luz de Cristo al mundo. También este día debemos reconocer el amor de todos esos hombres que deciden dejarlo todo por seguir a Cristo en la entrega total al servicio de los demás: religiosas, religiosos, misioneros, hombres y mujeres consagrados a Dios.

“El cristiano, es pecador –todos lo somos, yo lo soy– pero tenemos la seguridad de que cuando pedimos perdón el Señor nos perdona”.
Papa Francisco

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La Borriquilla procesiona ante miles de burgaleses

Pasadas las 11:45 de un domingo lluvioso, daba comienzo en la Plaza Mayor la bendición de las Palmas y Ramos por el arzobispo de Burgos, Fidel Herráez. Seguidamente, dio comienzo la procesión por algunas calles del centro histórico hasta culminar mas allá de las 13:15 en La Catedral para dar comienzo a la eucaristía presidida por el Arzobispo.

A pesar de la intermitente lluvia, miles de burgaleses no quisieron perderse este tradicional acto, que portando sus Palmas y Ramos arroparon a La Borriquilla al ritmo de las bandas de música 'Círculo Musical Burgos' y 'Ciudad de Burgos'. El paso fue acompañado por todas las cofradías y hermandades penitenciales de la ciudad, entre las que se encontraba la cofradía del Cristo Resucitado, perteneciente a nuestra parroquia de la Sagrada Familia.

‟¡Qué difícil es poder compartir esta alegría para quienes solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros!”

Papa Francisco

El Papa Francisco celebró el Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro ante miles de personas y recordó que ante las calumnias siempre hay que mirar a la Cruz.

“La liturgia nos invitó a hacernos partícipes y tomar parte de la alegría y fiesta del pueblo que es capaz de gritar y alabar a su Señor; alegría que se empaña y deja un sabor amargo y doloroso al terminar de escuchar el relato de la Pasión”, explicó el Santo Padre.

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Parroquia Sagrada Familia