La espiritualidad cristiana y las «nuevas espiritualidades»

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Esta semana deseo comentar un tema que está alcanzando una notable actualidad en nuestra sociedad y que también tiene repercusiones en nuestra vida eclesial. De hecho algunas personas me han hecho llegar sus dudas e incertidumbres y considero una obligación mía, como pastor de la diócesis, ofrecer a todos los católicos una palabra de discernimiento y unos criterios que les permitan emitir un juicio de valor.

El fenómeno al que me refiero es la proliferación de «nuevas espiritualidades» o «espiritualidades alternativas». Aunque pueda parecer paradójico, resulta lógico que en nuestra sociedad secularizada, externamente caracterizada por la increencia y la indiferencia ante el hecho religioso, surja en muchas personas el anhelo de una experiencia espiritual que aporte sentido y calor a su existencia. Es comprensible, dado el estilo de vida dominado por el estrés, la competitividad, el hastío, el anonimato, la soledad... Y dada también la dimensión espiritual, reconocida o no, de los seres humanos.

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Eucaristía: fuente y cima de la vida cristiana

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

En el tiempo que he ido pa­sando con vosotros me he ido dando cuenta, con mucha sa­tisfacción, de la profunda es­piritualidad eucarística de nuestra Iglesia burgalesa. No solo por la importancia de los diferentes movimientos eu­carísticos que se han enraiza­do entre nosotros, como la Adoración Nocturna o la Ado­ración Perpetua, sino por la plasmación en su cultura he­cha fiesta, como lo testifican las fiestas del Corpus, del Cur­pillos o del Colacho. En nues­tra Iglesia local se hace reali­dad aquello que nos dice el Concilio de que «la Eucaristía es fuente y cima de toda la vi­da cristiana» (LGll).

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Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Celebramos hoy la solemnidad de la Ascensión. En nuestro peregrinar pascual a lo largo de este tiempo de Vida, escuchamos también hoy de los labios del Maestro la invitación a compartir esa experiencia con nuestros hermanos. También nosotros, como los apóstoles, acogemos el mandato misionero: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio». Lo hacemos teniendo como marco nuestro Plan Diocesano de Pastoral en el que venimos profundizando precisamente en nuestra realidad de «Discípulos Misioneros».

El Señor sube al cielo tras haber alimentado y guiado los primeros pasos de la Iglesia naciente. Pero, como escuchamos en el Evangelio, Él no nos deja huérfanos: nos regala el don de su Espíritu que alentará nuestro interior y nos guiará ante los retos de nuestra Iglesia. Es ese mismo Espíritu el que nos lanza con nuevo ardor y valentía a los límites de nuestro pequeño mundo. Tenemos que redescubrir con urgencia esta vocación misionera en la nueva etapa evangelizadora en la que nos encontramos: es necesario «salir» de nuestra comodidad, de nuestros esquemas y costumbres para tomarnos en serio el Evangelio y abrirnos, con esperanza y confianza, al nuevo horizonte de la evangelización.

A la luz del encargo del Señor en su Ascensión la Iglesia celebra en este día la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Y es que en esta tarea evangelizadora los medios de comunicación social son fundamentales. Éstos, tan variados en sus formas, juegan un papel importante en nuestro día a día y configuran nuestra cultura. Junto a los medios tradicionales como la prensa, la radio o la televisión, las redes sociales marcan nuestra vida, nuestras conversaciones, nuestra información, nuestras opiniones, nuestro entretenimiento...

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Iniciados en la Vida Pascual

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

En los primeros siglos de la vi­da de la Iglesia, la Vigilia Pas­cual y su desarrollo durante los cincuenta días siguientes era to­da una fiesta para los cristianos. Celebraban el mayor aconteci­miento: ¡Cristo, nuestra Pascua, ha resucitado! Pero profunda­mente unido a esta celebración, festejaban el hecho de que nue­vos miembros, que habían es­cuchado la buena nueva del Evangelio y habían recorrido el catecumenado, se incorpora­ban a la comunidad cristiana recibiendo el «gran sacramento de la nueva creación» para vivir la vida nueva y compartir su sa­via en la Iglesia y en el mundo.

No es casual que en nuestras comunidades este tiempo de Pascua sea tiempo de alegría y gozo, porque son muchas las familias que celebran el Bautis­mo de sus hijos; y en diversas parroquias se celebra también la Confirmación y las primeras Comuniones. Son estos los sa­cramentos de la iniciación cris­tiana.

Según expresa el Catecismo de la Iglesia Católica, «median­te los sacramentos de la inicia­ción cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de to­da la vida cristiana ... En efecto, los fieles renacidos en el Bau­tismo se fortalecen con el sa­cramento de la Confirmación, y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así... reci­ben cada vez con más abun­dancia los tesoros de la vida di­vina y avanzan oportunamente hacia la perfección de la cari­dad» (nº 1212).

Se trata de un proceso de iniciación en la fe que no ter­mina hasta que los niños lle­guen a entender en su juventud qué es ser discípulo de Jesús, y puedan vivir su fe libre y res­ponsablemente en la comuni­dad cristiana. Sé de vuestros es­fuerzos, padres, catequistas y sacerdotes, en las tareas que to­do esto implica. Ninguna es­cuela de fe es tan importante como la familia, pero también se necesita de la catequesis, de los educadores, de los sacerdo­tes, de la comunidad. Sé que hoy, cuando en nuestra socie­dad se respiran con frecuencia otros valores, no es fácil acom­pañar a nuestros niños y jóve­nes en su camino de crecimien­to en la fe; y que, a veces, cunde entre nosotros el desánimo. Pe­ro aun así y por ello mismo, os invito a situar esta tarea más en acoger, testimoniar y animar que en lamentar. Gracias a Dios y a todos vosotros nuestra Igle­sia de Burgos puede continuar la celebración pascual y la in­corporación de nuevos miem­bros que la van renovando y edificando.

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13 de mayo: evocamos a Nuestra Señora de Fátima

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

La Virgen María ocupa un pa­pel muy importante en la es­piritualidad del pueblo cristia­no en general y de nuestro pue­blo burgalés en particular. En su corazón maternal experi­mentamos de un modo espe­cial la cercanía y la providencia de un Dios vivo que no se des­preocupa nunca de su pueblo peregrino. Ella es la puerta por donde Dios quiso entrar en nuestro mundo. La criatura nueva. El primer eslabón de la historia cristiana. La Madre del Señor. Y también Madre nues­tra en la obra de la salvación, a quien veneramos y acudimos siempre con cariño y confianza de hijos, porque a través de los siglos siguen vivas las palabras de Jesús en la Cruz: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27). Paul Claudel llamaba a María «Sa­cramento de la ternura mater­nal de Dios» y así lo vive el pue­blo cristiano con sencilla y hon­da piedad filial.

El mes de mayo, desde el si­glo XVII se ha dedicado en la Iglesia a honrar a la Virgen, co­mo se evidencia en tantas ad­vocaciones, fiestas y romerías extendidas por toda nuestra geografía, a las que ya me he re­ferido en otras ocasiones. Hoy deseo dedicar mis palabras a la Virgen de Fátima, dado que es­tamos celebrando estos días el Centenario de las apariciones, en Cova de Iría, a los tres "pas­torcillos" que estaban cuidan­do el rebaño familiar: Lucía, Francisco y Jacinta.

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Parroquia Sagrada Familia