Era domingo, y la familia salió a pasear por el barrio hasta la plaza. Unos bocaditos y refrescos. La pelota y... la tablet –gritaron los niños–. ¡En la plaza hay internet! —Bueno, pero con la tablet, solo un rato. Llegaron a la plaza y se encontraron con algunos vecinos y compañeros de la escuela. Era un bonito día, después de una semana de lluvia, y eran muchas las familias que habían decidido salir a tomar un poco de sol. Niños y niñas corrían, jugaban a la pelota, se ensuciaban con el barro y disfrutaban del aire libre y la compañía. —Mamá, ¿podemos ver la tablet? —Ahora, con este sol, mejor vais a jugar. Cuando volvamos, vemos algo. —Bueno, pero bájanos la peli esa en que la Tierra se vuelve inhabitable y tienen que ir a otro planeta. ¡Es buenísima! Cuando empezó a oscurecer, recogieron las cosas y volvieron a casa. Se bañaron y se sentaron a ver la película.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Al finalizar el descanso veraniego, como un pequeño alto en el camino, nuestro recorrido prosigue y volvemos a retomar las ocupaciones habituales. El mes de septiembre, sobre todo con el inicio del curso escolar, nos introduce en el ritmo ordinario de las familias, de los pueblos, de los diversos trabajos y actividades. También en la vida diocesana estamos comenzando el curso pastoral.
Con mis primeras palabras deseo que os llegue hoy un saludo muy cordial a cada uno de cuantos seguís semana tras semana el sencillo mensaje dominical de vuestro obispo, hermano y servidor. Para mí, como os he dicho ya en alguna ocasión, es una gran satisfacción poder tener con vosotros este breve contacto semanal. Por un lado ello me permite, junto otras formas de hacerlo, acompañar al pueblo cristiano en su camino y en su testimonio. Por otro, yo también me siento acompañado por cada uno de vosotros. Es un modo magnífico y concreto, entre otros, de sentirnos comunidad diocesana. Esta experiencia de cercanía nos ayudará sin duda a crecer como grupo humano y cristiano, unido por la misma fe y la misma misión, y por ello hospitalario, acogedor y abierto hacia los otros. Os confieso desde lo hondo de mi corazón que siento de verdad el gozo de que sigamos caminando juntos como Iglesia, como familia.
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Hoy, la Palabra del Señor nos ayuda a discernir que por encima de las costumbres humanas están los Mandamientos de Dios. De hecho, con el paso del tiempo, es fácil que distorsionemos los consejos evangélicos y, dándonos o no cuenta, substituimos los Mandamientos o bien los ahogamos con una exagerada meticulosidad: «Al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas...» (Mc 7,4).
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Hoy, el Evangelio nos sitúa en Cafarnaúm, donde Jesús es seguido por muchos por haber visto sus milagros, en especial por la multiplicación espectacular de los panes. Socialmente, Jesús allí tiene el riesgo de morir de éxito, como se dice frecuentemente; incluso lo quieren nombrar rey. Es un momento clave dentro de la catequesis de Jesús. Es el momento en el que comienza a exponer con toda claridad la dimensión sobrenatural de su mensaje. Y, como que Jesús es tan buen catequista, sacerdote perfecto, el mejor obispo y papa, les deja marchar, siente pena, pero Él es fiel a su mensaje, el éxito popular no lo ciega.
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