Confiar en que el camino es posible
En el patio de la escuela, durante el recreo, las maestras conversaban entre ellas mientras miraban jugar a los niños. Todas menos Laura, la maestra de Brian que no paraba de correr detrás de él, llamándole la atención porque pegaba a un compañero, le ponía la traba al otro, le tiraba del pelo a una compañera...
Todas, menos ella, descansaban en el recreo y cuidaban a los niños con una taza de té en la mano. Laura no se quedaba quieta ni un momento. A veces, cansada de darle oportunidades, sentaba a Brian en un banco que estaba cerca de donde estaban ellas y, desde ahí, lo miraba.
En el salón la situación no era mejor. Laura ya había probado todos los lugares y lo sentó con todo tipo de compañeros: tranquilos, movidos, de enfado fácil, le aguantaban... pero nada resultaba, en menos de dos minutos estaban a su lado para pedir cambio de lugar; no podían trabajar a su lado. Brian parecía disfrutar de la situación.