Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Celebramos hoy la solemnidad de la Ascensión. En nuestro peregrinar pascual a lo largo de este tiempo de Vida, escuchamos también hoy de los labios del Maestro la invitación a compartir esa experiencia con nuestros hermanos. También nosotros, como los apóstoles, acogemos el mandato misionero: «Id al mundo entero y predicad el Evangelio». Lo hacemos teniendo como marco nuestro Plan Diocesano de Pastoral en el que venimos profundizando precisamente en nuestra realidad de «Discípulos Misioneros».

El Señor sube al cielo tras haber alimentado y guiado los primeros pasos de la Iglesia naciente. Pero, como escuchamos en el Evangelio, Él no nos deja huérfanos: nos regala el don de su Espíritu que alentará nuestro interior y nos guiará ante los retos de nuestra Iglesia. Es ese mismo Espíritu el que nos lanza con nuevo ardor y valentía a los límites de nuestro pequeño mundo. Tenemos que redescubrir con urgencia esta vocación misionera en la nueva etapa evangelizadora en la que nos encontramos: es necesario «salir» de nuestra comodidad, de nuestros esquemas y costumbres para tomarnos en serio el Evangelio y abrirnos, con esperanza y confianza, al nuevo horizonte de la evangelización.

A la luz del encargo del Señor en su Ascensión la Iglesia celebra en este día la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Y es que en esta tarea evangelizadora los medios de comunicación social son fundamentales. Éstos, tan variados en sus formas, juegan un papel importante en nuestro día a día y configuran nuestra cultura. Junto a los medios tradicionales como la prensa, la radio o la televisión, las redes sociales marcan nuestra vida, nuestras conversaciones, nuestra información, nuestras opiniones, nuestro entretenimiento...

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Evangelio del Domingo, 28 de mayo de 2017

El evangelio de hoy, día de la Ascensión, es extremadamente corto. “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Y sabed que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”.

Son cuatro mandatos a cual más exigentes: Id, haced discípulos, bautizad, enseñad. “Id” ¿A dónde? “Al mundo entero”. Pero no pensemos que nos manda ir a China, Nigeria o Guatemala. Ahí tienen que ir los que viven allí. También algunos de nosotros. Pero para la mayoría, nuestro “id” se concreta en algo tan próximo y cercano como la propia familia, el lugar donde trabajamos, el espacio y las personas con quienes nos divertimos, el sindicato y partido político en que militamos

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Iniciados en la Vida Pascual

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

En los primeros siglos de la vi­da de la Iglesia, la Vigilia Pas­cual y su desarrollo durante los cincuenta días siguientes era to­da una fiesta para los cristianos. Celebraban el mayor aconteci­miento: ¡Cristo, nuestra Pascua, ha resucitado! Pero profunda­mente unido a esta celebración, festejaban el hecho de que nue­vos miembros, que habían es­cuchado la buena nueva del Evangelio y habían recorrido el catecumenado, se incorpora­ban a la comunidad cristiana recibiendo el «gran sacramento de la nueva creación» para vivir la vida nueva y compartir su sa­via en la Iglesia y en el mundo.

No es casual que en nuestras comunidades este tiempo de Pascua sea tiempo de alegría y gozo, porque son muchas las familias que celebran el Bautis­mo de sus hijos; y en diversas parroquias se celebra también la Confirmación y las primeras Comuniones. Son estos los sa­cramentos de la iniciación cris­tiana.

Según expresa el Catecismo de la Iglesia Católica, «median­te los sacramentos de la inicia­ción cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de to­da la vida cristiana ... En efecto, los fieles renacidos en el Bau­tismo se fortalecen con el sa­cramento de la Confirmación, y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así... reci­ben cada vez con más abun­dancia los tesoros de la vida di­vina y avanzan oportunamente hacia la perfección de la cari­dad» (nº 1212).

Se trata de un proceso de iniciación en la fe que no ter­mina hasta que los niños lle­guen a entender en su juventud qué es ser discípulo de Jesús, y puedan vivir su fe libre y res­ponsablemente en la comuni­dad cristiana. Sé de vuestros es­fuerzos, padres, catequistas y sacerdotes, en las tareas que to­do esto implica. Ninguna es­cuela de fe es tan importante como la familia, pero también se necesita de la catequesis, de los educadores, de los sacerdo­tes, de la comunidad. Sé que hoy, cuando en nuestra socie­dad se respiran con frecuencia otros valores, no es fácil acom­pañar a nuestros niños y jóve­nes en su camino de crecimien­to en la fe; y que, a veces, cunde entre nosotros el desánimo. Pe­ro aun así y por ello mismo, os invito a situar esta tarea más en acoger, testimoniar y animar que en lamentar. Gracias a Dios y a todos vosotros nuestra Igle­sia de Burgos puede continuar la celebración pascual y la in­corporación de nuevos miem­bros que la van renovando y edificando.

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Evangelio del Domingo, 21 de mayo de 2017

Sigue la despedida de Jesús a sus discípulos en la Última Cena. Pero sus palabras son hoy, si cabe, todavía más íntimas y testamentarias: Me voy, pero “volveré”. Me voy, pero no “no os dejaré desamparados”. Me voy, pero no me desentenderé de vosotros, pues “pediré al Padre que os dé otro Consolador que esté siempre con vosotros”. Jesús conoce muy bien la debilidad de sus discípulos, su torpeza para comprender su mensaje, su incapacidad para cumplir la misión que les encomendará una vez que haya Resucitado y la sensación de orfandad y soledad que sentirán tras su muerte en la Cruz. Pero sabe que, en los planes de Dios, serán ellos, quienes, a pesar de todos los pesares, atestiguarán su Resurrección y su triunfo a lo largo y ancho de la tierra.

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13 de mayo: evocamos a Nuestra Señora de Fátima

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

La Virgen María ocupa un pa­pel muy importante en la es­piritualidad del pueblo cristia­no en general y de nuestro pue­blo burgalés en particular. En su corazón maternal experi­mentamos de un modo espe­cial la cercanía y la providencia de un Dios vivo que no se des­preocupa nunca de su pueblo peregrino. Ella es la puerta por donde Dios quiso entrar en nuestro mundo. La criatura nueva. El primer eslabón de la historia cristiana. La Madre del Señor. Y también Madre nues­tra en la obra de la salvación, a quien veneramos y acudimos siempre con cariño y confianza de hijos, porque a través de los siglos siguen vivas las palabras de Jesús en la Cruz: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27). Paul Claudel llamaba a María «Sa­cramento de la ternura mater­nal de Dios» y así lo vive el pue­blo cristiano con sencilla y hon­da piedad filial.

El mes de mayo, desde el si­glo XVII se ha dedicado en la Iglesia a honrar a la Virgen, co­mo se evidencia en tantas ad­vocaciones, fiestas y romerías extendidas por toda nuestra geografía, a las que ya me he re­ferido en otras ocasiones. Hoy deseo dedicar mis palabras a la Virgen de Fátima, dado que es­tamos celebrando estos días el Centenario de las apariciones, en Cova de Iría, a los tres "pas­torcillos" que estaban cuidan­do el rebaño familiar: Lucía, Francisco y Jacinta.

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Parroquia Sagrada Familia