Plegaria a María

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Estamos concluyendo el mes de Mayo. Tradicionalmente los cristianos dedicamos este mes a profundizar, reavivar y manifestar de diversos modos nuestra devoción a María. Todas las parroquias y comunidades colocan la imagen de María, durante estos días, en lugares privilegiados, sus altares se llenan de flores y, en torno a Ella, se reza, se canta y se celebra algún acto que muestra el amor y cariño de sus hijos. Además, por estas fechas se suceden muchas romerías que congregan a cientos de personas en torno a las ermitas y santuarios que abundan en nuestros pueblos. También la ciudad de Burgos el próximo domingo subirá con la Virgen Blanca hasta la campa del Castillo donde estuvo su ermita. ¡Qué hermoso ver al santo Pueblo de Dios caminar y reunirse en torno a su Madre!

Coinciden todas estas muestras de fe con el tiempo pascual en el que nos encontramos. María tiene, precisamente, un papel fundamental en el caminar de la naciente Iglesia. Ella persevera con los apóstoles en la espera del Espíritu Santo y alienta los primeros trabajos misioneros. Ella, que es la primera Discípula Misionera porque vivió como nadie las Bienaventuranzas, está presente en el caminar de la Iglesia desde el comienzo hasta nuestro tiempo. Ella, modelo de fe, de caridad y de unión con Cristo, «brilla ahora en nuestro camino y es signo de consuelo y firme esperanza» (Prefacio IV de Santa María). Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que bien pueden actualizar y renovar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Él mismo nos la dio por Madre. Y ello nos estimula a amarla, imitarla, invocarla y acudir a Ella con verdadera ternura y confianza de hijos.

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Evangelio del domingo, 26 de mayo de 2019

Estas palabras son de la despedida de Jesús a los apóstoles en la Ultima Cena; pero son palabras que Jesús podría haber repetido en su despedida antes de subir al cielo, cuya fiesta de la Ascensión celebraremos el próximo domingo. La despedida de Jesús es diferente de la de otra persona, aunque sea familiar o de mucha amistad, que se va, sobre todo en la muerte, aunque nos deje algún recuerdo. Jesucristo se va, pero se queda. Y se queda de muchas maneras: en la Eucaristía, en su palabra, en la Iglesia. Pero hoy nos dice que se queda dentro de nosotros por medio del amor.

Esto puede parecer muy simple, porque otras personas en cierto sentido se quedan por el amor en el recuerdo. Jesús promete que hará “morada” en aquel que le ama. En Dios el amor no es algo abstracto o etéreo, sino que realiza una unión real. Se trata de una unión real del Padre con el Hijo y el Espíritu Santo. Sólo se necesita que cada uno de nosotros correspondamos a su amor “guardando su palabra”. Este guardar está unido con el cumplir, como la Virgen María que guardaba las palabras de Jesús en su corazón, no para que se quedasen ocultas, sino para hacerlas vida. Y la vida de las palabras de Jesús es el amor. Cuanto más amemos, más profundamente habitará Dios en nosotros. Por eso podemos hablar íntimamente con quien habita en nosotros.

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Entramado

Carlos era un ser libre. Así lo definía su padre. Él le había enseñado a hacer aquello que sentía o hacer lo que tenía ganas. Una vez, quiso ir a jugar paddle, y el padre lo apuntó en un club. Cuando se cansó y le dijo que no quería ir más, no lo llevó más. Lo mismo pasó con el ajedrez, natación, fútbol... Esta forma de ser, le traía algunos conflictos porque sus amigos se enfadaban cuando lo invitaban a algún lado y él no iba porque no tenía ganas, o cuando les decía barbaridades sólo porque era lo que sentía. —Yo sólo obedezco a lo que siento —decía Carlos. Cierta vez, se organizó en la escuela una orquesta. Era una actividad fuera de las actividades para los estudiantes que desearan asistir. No tenían que pagar, y les daban los instrumentos que quisieran.

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Europa, comunidad de valores

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

El próximo domingo, día 26, hemos sido convocados para ejercer nuestra tarea ciudadana eligiendo políticos que nos representen en las instituciones municipales, autonómicas y europeas. Por ello me ha parecido oportuno dedicar hoy este mensaje dominical a la realidad europea y a las interpelaciones que como ciudadanos cristianos conlleva este marco político, social, económico y religioso; lo hago porque Europa nos queda más lejos y se toma menor conciencia de su importancia en las campañas electorales; y porque la actual encrucijada que atraviesa nuestro continente, que afecta sin duda a sus raíces cristianas, plantea evidentemente una nueva conciencia sobre el modo de presencia y de actitud cualificada de la Iglesia en Europa.

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Evangelio del domingo, 19 de mayo de 2019

Jesús se estaba despidiendo de sus apóstoles en la Ultima Cena. Les había dado un ejemplo de amor y humildad con el lavatorio de los pies, y cuando salió Judas para completar la traición, quiso tener palabras de más intimidad con aquellos discípulos. Primero les habla de su “glorificación”. Es un tema que san Juan siempre pone en relación con la muerte de Jesús en la cruz. Glorificar es reconocer lo que una persona tiene de encomiable. En Jesús lo más encomiable es el amor que manifiesta muriendo en la cruz, haciendo este acto maravilloso de obediencia amorosa al Padre.

Jesús, que está en plan de despedida, quiere hacer una manifestación de su última voluntad, que es lo mismo que decir un testamento. Por eso les llama: “hijitos”, palabra que encierra mucha ternura. Varias veces, cuando se refiere a sus discípulos, les llama “hermanos”, como después de resucitar, al dar un mensaje a María Magdalena, dirá: “di a mis hermanos...” Y en otras varias ocasiones. Aquí abre su corazón paternal para manifestarles qué deben hacer si quieren permanecer siendo sus discípulos.

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Parroquia Sagrada Familia